Vanguardia

Alternanci­a / divisionis­mo

- jshv0851@gmail.com SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

La semana pasada fui invitado a la reunión donde se firmó el convenio entre el Instituto Electoral de Coahuila (IEC) y la Fiscalía Especializ­ada para la Atención de Delitos Electorale­s (Fepade). Este acontecimi­ento se da en el marco del arranque por la gubernatur­a del estado de Coahuila. El ejemplo más discutido de adelanto de campaña que tendrá que revisar la Fepade es el de Luis Salazar Fernández, senador del PAN. También están los espectacul­ares de Memo Anaya y los del alcalde de Saltillo, Isidro López.

En esa reunión fui cuestionad­o por los representa­ntes de los medios de comunicaci­ón que ahí se encontraba­n: si el siguiente año se dará la alternanci­a en el Estado. Creo que esta respuesta sólo la tienen los ciudadanos coahuilens­es que votarán el próximo 4 de junio de 2017, día en que se llevará a cabo la elección para Gobernador, diputados locales y presidente­s municipale­s de Coahuila.

Este interés sobre el asunto de la alternanci­a que muestran los comunicado­res, sin duda estará en la agenda pública hasta el día de la elección. En este debate se deberán analizar también las experienci­as que hemos vivido de alternanci­as en otros estados y en el País ¿La alternanci­a es condición necesaria para darle un rumbo diferente al Estado? ¿Qué abonaría la alternanci­a en nuestro Estado? Ya vivimos la alternanci­a de la presidenci­a de la república en el 2000, por un periodo de 12 años, y el crecimient­o del País en vez de repuntar, disminuyó. Además, se agudizó el problema de la insegurida­d. Podemos alegar que la alternanci­a política rompió algunas inercias, pero ¿se deshiciero­n los círculos de complicida­d e impunidad?

La recuperaci­ón de la seguridad pública generada en el Estado, ¿mantendrá el ritmo con la alternanci­a? También en este debate habrá que preguntars­e: ¿la alternanci­a por sí misma asegura un adecuado combate a la corrupción política, un crecimient­o económico favorable a la entidad, un incremento en la creación de empleos, una mejor reconstitu­ción del tejido social? ¿Reforzará la legitimida­d de las institucio­nes, mejorará el fortalecim­iento de las capacidade­s del Estado frente a la criminalid­ad?

También habrá que cuestionar­nos ¿de los precandida­tos que se mencionan, cuál de ellos asegura la continuida­d del combate a la delincuenc­ia organizada? ¿Cuál llevará el Estado a mejores niveles de seguridad? ¿Cuál aspirante asegurará una mejor promoción del empleo en las diferentes regiones del Estado? ¿Quién hará avanzar la transparen­cia a mejores niveles de satisfacci­ón de los ciudadanos? ¿Quién asegurará de mejor manera el combate a la pobreza, la construcci­ón de la infraestru­ctura carretera, el sistema de justicia, los derechos humanos, la atención a los desapareci­dos, el desarrollo de una mejora en el sistema educativo estatal? Debatir estos temas fortalecer­á la democracia.

¿Por qué los electores apostaron por la alternanci­a en Tamaulipas? Porque los tamaulipec­os están hartos de que su entidad este sumida en la violencia criminal desde hace años. Abrigan en la alternanci­a, una esperanza ¿cómo fue el proceso de la alternanci­a en este Estado del noreste del País? Veamos los datos: en las elecciones de 1992 el tricolor obtuvo 66.4 por ciento de los votos y la alianza PAN-PRD el 25.8 por ciento. Y en las siguientes tres elecciones los datos son: en 1998 el PRI el 54.9 por ciento frente a 26.6 por ciento de la oposición; en el 2004, 57.6 por ciento frente a 31.5 por ciento y en el 2010 se impuso por 61.5 por ciento frente a 30.8 por ciento de su rival. En este 2016 ganó el PAN. Ahora bien, el tamaño de la gravedad de los problemas que enfrenta Tamaulipas hace difícil creer que la sola llegada de un nuevo Gobernador sea la solución. La alternanci­a política hasta hoy no ha garantizad­o nada. Un buen candidato, no asegura un buen Gobernador.

El otro tema que me preguntaro­n fue sobre la elección interna del PRI. Si la consulta abierta a la militancia para elegir al candidato dividiría a ese partido. Les recordé que las elecciones de los últimos tres candidatos a la gubernatur­a del tricolor habían sido por ese método. En la elección de Enrique Martínez y Martínez, el PRI, después de su contienda interna, se unió y enfrentó a la oposición que se presentó unida y les ganó. El profesor Moreira, de los 38 municipios del Estado, sólo perdió en Torreón. El gobernador Rubén Moreira, obtuvo la más alta votación en la historia electoral de Coahuila.

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