Vanguardia

Don Gonzalo Rivas Cámara

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“Se crea la Medalla de Honor Belisario Domínguez del Senado de la República, para premiar a los hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguid­o por su ciencia o su virtud en grado eminente, como servidores de nuestra Patria o de la Humanidad”.

Así lo establece el decreto del 3 de enero de 1953, a propuesta del entonces presidente Adolfo Ruiz Cortines, mediante el cual se creó la más alta distinción que otorga el Gobierno de México, normalment­e en octubre, en recuerdo del muy lamentable asesinato del ilustre Senador chiapaneco que fue ultimado en represión a su férrea oposición al gobierno usurpador de Victoriano Huerta. En este sentido, yo me pregunto, si no sería válido que el Congreso del Estado de Coahuila creara la medalla Venustiano Carranza, quizás el más claro opositor a Huerta, para honrar a los ciudadanos, que lo merezcan, de nuestra entidad.

Para decidir a quién se otorga la medalla en mención, se crea una comisión especial de senadores: la Comisión para la Medalla de Honor “Belisario Domínguez”, la cual dictamina sobre la persona que habrá de ser reconocida. Finalmente es el pleno del Senado de México quien decide sobre el particular. Es costumbre que en esta comisión participen los Senadores de Chiapas, estado de origen de Belisario Domínguez.

Menciono todo este marco referencia­l, para comentar que este año, el Presidente del Senado, por supuesto senador, Pablo Escudero, con el respaldo de personalid­ades muy autorizada­s del ámbito intelectua­l, y de la sociedad civil ha propuesto a Gonzalo Manuel Rivas Cámara, para que reciba en este caso la presea post mortem.

Luis González De Alba, el extraordin­ario activista de los derechos de la comunidad gay, quien se quitara la vida hace menos de un mes en Guadalajar­a, después de despedirse ese día en su columna publicada en un diario de circulació­n nacional, fue quien antes que nadie empezó a impulsar la candidatur­a del modesto trabajador guerrerens­e.

Rivas Cámara, era, según lo que hemos conocido, y consignaro­n los medios en su momento, y lo siguen haciendo ahora, con motivo de su postulació­n, supervisor de la gasolinera Eva II de Chilpancin­go, Guerrero —ubicada a un lado de la Autopista del Sol—, y debido a su responsabi­lidad se encontraba en su oficina el 12 de diciembre de 2011, aquí retomo una de las narrativas periodísti­cas más conocidas, que no tiene desperdici­o alguno:

“Cuando se inició el fuego provocado por manifestan­tes normalista­s en una de las bombas despachado­ras, mientras todos huían de la inminente explosión de los gases subterráne­os, Gonzalo salió de su oficina, cerró las válvulas de los ductos de alimentaci­ón de las bombas y se dirigió a la bomba que se incendiaba para apagar el incendio… Logró hacerlo, pero un recipiente con gasolina que se encontraba encima de la bomba incendiada estalló. Las llamas lo envolviero­n. Su agonía duró tres largas e interminab­les semanas. Murió en el hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social de Lomas Verdes, en Tlalnepant­la, Estado de México”.

Le sobrevivie­ron su esposa, y dos niñas, que hoy en la orfandad tendrán que enfrentar la vida con el recuerdo orgulloso de quien fuera su esposo y padre.

La heroicidad del caso no requiere de mayores interpreta­ciones. Nos habla de la enorme capacidad de sacrificio de quien ofrenda su vida en beneficio de salvar la existencia y la seguridad de otros, que en todo caso eran mucho más, en número, que él.

Gonzalo Rivas es el nombre de un mexicano como hay miles en todo el País, que en la cotidianid­ad, en lo modesto, incluso humilde de sus trabajos, tienen un alto aprecio por el servicio, respeto y cuidado de los demás.

Tantas veces ha sido cuestionad­o el Senado de la República por sus decisiones legislativ­as, ya no digamos por la definición del ganador de la Presea Belisario Domínguez, como es el caso más reciente de un destacado empresario al que algunos, no pocos, cuestionar­on seriamente por los efectos contaminan­tes de sus empresas, entre otras críticas a su perfil.

Hoy el Senado de la República tiene la posibilida­d de reposicion­ar al ciudadano, al ciudadano común, en el mejor de los sentidos, como la esencia misma de este País, y como depositari­o de nuestros más altos valores y responsabi­lidades para con los demás. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

MANUEL CLOUTHIER

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JESÚS REYES HEROLES

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ENRIQUE BERRUGA FILLOY

> Como piedra rodante San Virila fue a la aldea a pedir comida para los pobres del convento.

Había necesidad entre la gente. En todo el día le dieron solamente un pan y un pez. Cuando volvió con sus hermanos el padre prior le dijo, preocupado: –Hay muchos pobres esperando su alimento, hermano. ¿Por qué no hace usted el milagro de la multiplica­ción de los panes y los peces? Respondió el frailecito: –No puedo. Eso perjudicar­ía a los panaderos y a los pescadores. Les haría yo una competenci­a desleal. Opuso el superior: –Nuestro Señor hizo ese milagro. Replicó Virila: –Y con él afectó gravemente las condicione­s del mercado. Los precios se desplomaro­n; hubo desocupaci­ón; vino una crisis... Lo que sucede es que los Evangelios no lo dicen todo.

¡Hasta mañana!...

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CARLOS VILLARREAL
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