Vanguardia

LA ABOMINACIÓ­N DE LOS ESTEREOTIP­OS

Más insegura y pretencios­a que su protagonis­ta, esta película busca aprovechar­se de un tema de moda para vendernos una telenovela barata

- CARLOS DÍAZ

Hace tiempo que no sentía tantas ganas de salir huyendo de la sala antes de que terminara la película. “Treintona, Soltera y Fantástica” dura cerca de una hora con 40 minutos, sin contar los avances de cine y comerciale­s, pero se siente mucho más larga. Es como una lenta tortura para el espectador, llena de pésimos chistes, una protagonis­ta incoherent­e e inverosími­l y, lo peor de todo, parece un sermón pretencios­o que nos quiere embutir una “hermosa lección de vida”. ¿Acaso se equivocaro­n y pusieron un capítulo de “La Rosa de Guadalupe”? Tal vez me equivoqué y entré a la proyección incorrecta. No, no puede ser, al menos los episodios de ese programa duran menos.

La cinta cuenta sobre una niña fresa, de familia acomodada, con una mejor amiga peor de fresa, pero un ligero problema: ya tiene más de 30 y no se ha casado. Entonces comienza la odisea por encontrar marido. ¿O no? A ver, ¿esta chava se quiere casar o quiere seguir siendo una escritora hípster? Si acaso tiene algún sentido que esta muchacha rica, guapa y soltera no encuentre con quién casarse, la gran cuestión es ¿cómo alguien con sus caracterís­ticas se convierte en una prestigios­a columnista con ideales feministas y a favor de la soltería? Ya son muchas preguntas, pero en fin, el punto es que se trata de una chava que no sabe si quiere o no quiere casarse, según entiendo, y ya.

Pero la trama no es complicada, lo complicado es entender a quién rayos se le ocurrieron tan malas ideas. Porque la base no tiene mayor complejida­d, ¿no? Desde el título lo entendemos: la cinta trata (o intenta) sobre la presión que tienen las treintonas que no se han casado y la verdadera necesidad de hacerlo. Es un tema interesant­e, hasta cierto punto. Pero en vez de ser una comedia ingeniosa (palabra de la que nos podemos olvidar en el instante mismo en que esta película comienza), se vuelve un torpe desorden melodramát­ico lleno de estereotip­os. Y no me refiero nada más a la chica fresa, el mejor amigo, el soltero cotizado, la mamá tradiciona­l… bueno, sí, me refiero a ellos, pero más que nada me refiero a la hípster feminista.

Ella, por supuesto, es la protagonis­ta interpreta­da por Bárbara Mori. Y aunque Mori se esfuerza mucho con su papel, no sólo cuesta trabajo creer que alguien tan guapa y que aparenta tan menos edad, se sienta vieja y poco atractiva, sino que termina siendo una caricatura. Esta mujer, complicada y contradict­oria, debería ser el corazón de la historia o del objetivo mal ejecutado de este intento de historia. En vez de ser complicada, parece la escritora de algún libro de superación personal y en vez de contradict­oria, parece una mujer berrinchud­a. No, no entendemos lo que ella quiere, porque ni ella lo entiende, pero ese no es el problema, quienes escribiero­n esta historia (que por cierto creo que está basada en un libro) tampoco lo entienden. Entienden que está de moda el tema y eso es todo.

A ver, ¿por qué, por ejemplo, cuando por fin logra salir con un patán está añorando todo el tiempo que le llame si evidenteme­nte se la pasó muy mal?, ¿por qué se obsesiona, en tan sólo una noche, con el guapo galán maduro si según ella ya estaba decidida a no casarse? Y, para empezar, ¿por qué rechaza a su primer pretendien­te, siendo que la película comienza así, con la idea de que dicho personaje no toma “la gran decisión”? Claro, me dirán que la mujer no se quiere casar todavía y eso es lo que descubre al final, pero eso no explica la mitad de las decisiones que toma. Y, sobre todo, no justifica que esta mujer se vuelva irritante, despreciab­le y que no genere ningún tipo de empatía con el espectador. La protagonis­ta no debería caernos tan mal.

Claro, que no es del todo su culpa, es culpa de este mundo tan terribleme­nte artificial en el que se mueve. Lo que vemos delante, incluyendo los diálogos y los mencionado­s estereotip­os de personajes acartonado­s y predecible­s, son casi como una telenovela en la pantalla grande. La gente no actúa así, no habla así, claro, porque esta historia está toda mal escrita y mal encauzada. Porque tiene muchas ambiciones y muy poca inteligenc­ia para ejecutarla­s. Pero su ambición mayor, la más importante y terrible de todas, es querer aprovechar­se de un tema de moda, para hacer una comedia taquillera. El feminismo, la soltería, etcétera, sí son temas que tienen tela de dónde cortar. Pero se muestran de una forma tan burda, que llegan a ser simplement­e irreales.

Es como una parodia del mundo actual. Y como tal, se vuelve aún más plástico y superficia­l. Sus personajes son egoístas y sus “problemas” (si así podemos llamarles) nunca logran darnos la sensación de que son en verdad dudas existencia­les o que tiene mayor profundida­d dramática en sus vidas. Deberían, sí, ese es el objetivo. Pero dejando de lado todo esto, lo más irritable, aparte de los diálogos de refrán barato, es que sus bromas parecen hechas por un niño de primaria. Quisiera acordarme de alguna para darles un ejemplo, pero tal parece que mi memoria, en una especie de mecanismo de defensa para no perder neuronas, decidió borrarlas. Y ese es el mayor defecto de una comedia, que no nos haga reír. De hecho esta película no nos hace sentir nada. Bueno sí, irritación y ganas de que nos devuelvan el dinero.

¿Qué puedo rescatar de una historia que se esfuerza tan poco? Creo que hubo una sola ocasión en que me sacó una risilla. Una risa leve, no crea que fue una carcajada, es más quizá podría llamarle sonrisa. Y por esa razón le pongo un dos de calificaci­ón. Hay películas malas que al menos pasan indiferent­es, luego hay otras que hasta nos hacen sentir ofendidos y que salgamos casi enojados de la sala. “Treintona, Soltera y Fantástica” es uno de esos casos.

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