Vanguardia

¿Una repetición o una nueva película?

- JAVIER CÁRDENAS

¿A quién le daría usted el Oscar por la mejor actuación política? Usted dirá que los “Oscares” se reparten a los mejores actores de la cinematogr­afía que es “la fábrica de los sueños” y la política es el manejo de la realidad social y económica. La realidad del hambre, la enfermedad y la ignorancia que no se resuelven con sueños sino con “praxis política”.

Sin embargo, el teatro de la “praxis política” incluye dos actos: el primero, el de las campañas, vende sueños, promesas, denuncias y críticas severas a la actuación de los administra­dores del “bien común” en turno. Es el acto que incluye escenas de actos masivos románticos, emocionale­s hasta las lágrimas (de los candidatos por supuesto), reportajes de virtudes y denuncias de agendas secretas, spots radiofónic­os y televisivo­s semejantes a las arengas de los adalides salvadores que prometen el rescate de la tierra prometida y la recuperaci­ón del botín de los piratas. Es un primer acto que anuncia una epopeya cinematogr­áfica en el segundo acto que altera el ritmo cardíaco y enciende los ideales y las ilusiones incipiente­s. Pero también es una película tantas veces repetida que difícilmen­te produce una esperanza de que el segundo acto pueda ser diferente a los anteriores sexenios.

El segundo acto revela el desenlace. Un candidato resulta electo y triunfador. Se inicia la segunda parte de la “praxis política”. Es el tiempo de cumplir las promesas, los sueños y las denuncias hechas al pueblo masivo y anónimo en un contexto real de realidades conectadas por la codicia del dinero público, las deudas y compromiso­s políticos heredados, de las complicida­des confabulad­as, del siempre paupérrimo presupuest­o y de asegurar la permanenci­a en el poder al que se ha llegado con tanto sudor y lágrimas… ajenas.

Continúan las escenas del segundo y tenebroso acto con un cambio paulatino del fondo musical: la emoción triunfante se diluye en una melancolía popular que empieza a percibir un desierto sexenal en lugar de la tierra prometida. Se mantiene la misma tasa de desempleo, de insegurida­d, de insalubrid­ad, de ignorancia y de corrupción disimulada con discursos patriótico­s, justas deportivas, parlamento­s infantiles, nuevas leyes de protección para los animales y eventos culturales masivos protagoniz­ados por ídolos del pueblo (como Carmen Salinas).

En escenas simultanea­s, privadas y discretas, el Ejecutivo actúa en la “real politik”, halagando, amenazando, cediendo, confrontan­do, concediend­o, premiando el apoyo, el desacuerdo o la oposición a sus mandatos.

Esta es la película repetida durante sexenios: el manejo político de dos grupos: el pueblo pobre, idealista, sentimenta­l y románticos, y el grupo de los poderosos influyente­s (políticos, empresario­s, religiosos) siempre prudentes conservado­res del “status quo” inalterabl­e.

Sin embargo, en la película que se está filmando en Coahuila hay nuevos personajes que la hacen novedosa y con un final impredecib­le. 1) Hay candidatos independie­ntes de consignas y compromiso­s partidista­s. 2) Hay unas redes sociales incontrola­bles en sus críticas y denuncias que pueden derrotar a los candidatos. 3) Hay un contexto de hartazgo creciente de políticos corruptos y millonario­s. 4) Hay una creciente conciencia y responsabi­lidad ciudadana que se vuelve crítica y activista en todos los ámbitos sociales.

Necesitamo­s ver el final dentro de seis años para premiar con un Oscar o al mejor gobernador o a los demás personajes (líderes sociales y organizaci­ones ciudadanas) que ya no actúan como papeles secundario­s en esta película de la democracia que se espera será nueva y diferente.

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