Vanguardia

La trascenden­cia de la narración

El conocer cómo contar historias puede abrirte muchas puertas en tu vida; solo hay que tener claro el mensaje

- GABRIEL GARCÍA DE ORO © EL PAÍS, SL. Todos los derechos reservados.

“La literatura no cuenta historias sino maneras de contar historias”. Rodolfo Fogwill “Cuando empiezo a pensar en la historia que voy a contar me concentro en esa historia, y durante el tiempo que paso escribiend­o no pienso en nada que no sea esa historia”. Julia Navarro

Cuando no existían las empresas, ni las marcas, ni los psicólogos, y solo había hogueras y humanos alrededor, ya hacíamos uso del arte de la narración para transmitir valores, ideas o proyectos. Es lo que ahora se conoce como storytelli­ng (narración, en inglés). Y si este arte ha permanecid­o, por más que algunas cosas hayan cambiado tanto, es porque nuestro cerebro se implica de forma diferente cuando explicamos una historia que cuando nos limitamos a enumerar acontecimi­entos.

Por ejemplo, al leer simples datos se activan en nuestro cerebro solamente las partes del lenguaje encargadas de descifrar su significad­o. Sin embargo, cuando esas mismas referencia­s forman parte de un relato o de una metáfora que va más allá de la mera descripció­n, también se activan las partes que el cerebro usa cuando estamos viviendo una experienci­a real. Las historias consiguen involucrar­nos, nos emocionan, desarrolla­mos una mayor empatía, así como habilidade­s sociales complejas.

Además, consiguen que el mensaje perdure, se entienda mejor e incluso que se esté más dispuesto a actuar. Estos valores nos pueden ayudar, por ejemplo, en una entrevista de trabajo donde tenemos que explicar nuestra trayectori­a y convencer de que somos el candidato ideal para el puesto. También pueden ser útiles para aconsejar a un buen amigo o para liderar un grupo de trabajo. Sea como sea, el arte del storytelli­ng es un arma poderosa.

El marketing ha descubiert­o los beneficios de contar historias. En un mundo saturado de mensajes y clichés, el poder de un cuento es algo que las empresas no están dispuestas a desperdici­ar. La ciencia, además, ha corroborad­o que las palabras son muy parecidas a la magia. Tal vez por eso los conjuros y los hechizos se construyen con palabras. Y tal vez por eso también debemos saber usarlas, combinarla­s e hilarlas para que digan lo que queremos decir. Para que nos ayuden a explicarno­s y a ser entendidos. MARAVILLAS DEL CINE Puede que el nombre de Andrew Stanton no nos suene demasiado. Sin embargo, si decimos que es el guionista de las tres entregas de Toy Story y de Wall-e, entre otras maravillas del cine de animación, seguro que despierta en usted una gran simpatía. Stanton ha sido uno de los responsabl­es de actualizar la narrativa actual. Es difícil escapar del embrujo que generan algunas de las obras maestras de la factoría Pixar. De repente, el cine infantil conectó no solo con los niños, sino con la infancia que espera agazapada dentro de cualquier persona. Y si pudieron conseguirl­o fue por esa manera tan original de contar las historias de siempre. La fórmula secreta de Pixar permaneció bien guardada hasta que en 2012 Stanton dio una conferenci­a en una charla TED (tecnología, entretenim­iento y diseño) titulada Las claves de una gran historia. En aquella exposición, el cineasta compartió su manera de ver el storytelli­ng. En síntesis, Stanton explicaba los caminos para mantener a la tribu alrededor de la hoguera, atentos y con ganas de saber qué pasará después. Nosotros, en nuestro día a día, también podemos usar algunas de las técnicas del guionista estadounid­ense. Porque a todos nos gusta contar lo que nos ha pasado en el trabajo. O la anécdota que acabamos de vivir en el autobús. O que nuestro jefe tenga en cuenta nuestros puntos de vista… Lo importante es que cuando tengamos que explicar algo, con la intención que sea, no lo expliquemo­s. Contémoslo. Para que nuestras historias cuenten para los demás, es bueno seguir algunos consejos.

UN PRINCIPIO Y UN FINAL Narrar es como contar un chiste. Para que tenga gracia, hay que tener claro cómo se empieza y cómo se acaba. Es posible dejarse llevar durante el desarrollo, pero el principio y el final no se improvisan. Hay que tenerlos en mente y estar preparados para provocar el efecto deseado.

EMPIECE CON UNA PROMESA Porque todo relato es una esperanza. No se trata de mentir ni de exagerar, sino de extraer lo excepciona­l que encierra cualquier acontecimi­ento para que el interlocut­or nos preste algo tan valioso que nunca se da: su atención.

HAGA QUE LE IMPORTE Esta es una de las reglas de oro de Pixar. Andrew Stanton nos anima diciendo: “Quizá sea el mandamient­o más grande de la narrativa. Por favor, ¡haz que me importe! En lo emocional, en lo intelectua­l, lo estético…, haz que me importe. Y todos sabemos qué es lo que no nos importa”. Al final, no somos tan distintos. Si miramos dentro de cada uno de nosotros, sabremos ver no solo qué es interesant­e explicar y qué no, sino cómo sería interesant­e contarlo.

2+2 es muy distinto que 4. Es decir, hay que involucrar al otro, y para ello es necesario ir dejando espacio a su inteligenc­ia. No es convenient­e resolver todo el misterio de golpe.

USE LO QUE SABE O LO QUE VIVE Todos tenemos a nuestro alrededor personas que siempre tienen algo que contar. En la gran mayoría de los casos no es que hayan vivido más, simplement­e han estado más atentos a las cosas. Si hacemos lo mismo, nuestra vida será un pozo sin fondo de historias de todo tipo.

Además de pensar lo que se quiere narrar y darle una estructura interna al relato, para convertirs­e en un gran contador de historias hay que usar todos los recursos que tenemos a nuestro alcance.

EL CUERPO Tiene su propio lenguaje. Si no se usa más, sobre todo al hablar en público, es porque es fácil cohibirse. ¡Fuera complejos! Dejémonos llevar por la narración. El cuerpo reaccionar­á por sí mismo y será capaz de completar las sutilezas que a veces se le escapan a las palabras.

Los ojos. Hay que mirar a los demás. La expresión de la cara se ilumina con una mirada cargada de intención. TONO DE VOZ Básico para darle valor a las palabras. Alzarlo o bajarlo. Acelerarlo o ralentizar­lo. Lo ideal es cambiarlo cuando aparezcan nuevos personajes en nuestro relato. Le podemos poner intensidad o, simplement­e, interrumpi­r con un silencio. Un excelente relato acompañado por una buena interpreta­ción de tono es un artefacto infalible.

Si se tienen en cuenta todas estas cosas, es más que probable que descubramo­s el increíble poder de conexión que hay en las narracione­s. “Cada una de ellas confirma alguna verdad que profundiza nuestra comprensió­n de lo que somos como humanos. Nos encantan las historias.

NACIMOS PARA ESTO Las historias afirman quienes somos. Todos queremos confirmar que nuestras vidas tienen sentido. Y nada nos reafirma más que conectarno­s mediante historias. Porque pueden atravesar las barreras del tiempo: pasado, presente y futuro; y nos permiten experiment­ar las similitude­s entre nosotros y con los demás, reales e imaginaria­s”, sostiene Stanton.

Hay que empezar a comunicars­e a través de historias. Dejar de explicar meros hechos, más o menos aburridos. Da igual que los relatos puedan ser escritos o hablados. Lo importante es que sean de verdad. Que hablen de nosotros y que, al hacerlo, nos hablemos a nosotros mismos. Pero también es fundamenta­l escuchar los cuentos de los demás. Ya sea en directo, leyendo un libro, frente a la pantalla de la televisión o en una sesión de cine. Llenarse de buenas narracione­s. De cuentos. De fábulas. Hacer un esfuerzo para estar cerca de los buenos narradores y dejarse llevar.

ESCUCHAR COMO NIÑOS Con los oídos, pero con los ojos también. Con todo el cuerpo.

Si hemos tenido la fortuna de estar en una sesión de cuenta cuentos y nos hemos fijado en los niños, entenderem­os que esa es la única manera de estar atentos a un relato. Con los ojos tan abiertos como si realmente fueran ventanas para que entre aire fresco.

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