Vanguardia

Palabras bonitas

‘Catón’ Cronista de la Ciudad

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A mí me gustan mucho las palabras. Será que vivo de ellas. Las digo, las escribo, las estudio; busco su origen con mayor interés que busco el mío. Tengo tantos diccionari­os que ya no sé dónde ponerlos, y he comprado en los aeropuerto­s más revistas de crucigrama­s que los que podré resolver en esta vida y en la otra. A donde voy pregunto qué palabras se usan que no se emplean ahí de donde vengo, y anoto con tenacidad de solterona cualquier vocablo raro que oigo.

Ahora que estuve en Costa Rica hallé lindas palabras. Las apunté en papelitos que tenía a la mano: la servilleta en el café, el boleto de entrada a aquel museo, el reverso de una tarjeta de presentaci­ón... Pongo aquí algunas de esas sabrosas voces ticas. Pedosquedi­tos. Se llama así al hipócrita. Polaquear. Vender de casa en casa, o por las fincas del campo. Ese comercio era ejercicio de judíos, muchos de ellos llegados de Polonia, por lo cual a todos se les decía “polacos”.

Cuita. No significa pena; quiere decir caca. Segurament­e viene de una palabra nuestra, el aztequismo cuitla, que significa excremento. Si va usted a Costa Rica no diga cosas como “Traigo una cuita muy grande”. Las personas se alejarán de usted prudenteme­nte.

Coyol. Tampoco diga esa palabra. Entre nosotros el coyol es una planta; para los ticos los coyoles son los testículos. La florida planta que llamamos coyol es allá “platanillo”.

Interior. He ahí otra palabra que debe manejarse con cuidado. Me preguntó un señor en Palmares: “¿Vive usted en la Ciudad de México?”. Respondí: “No. Vivo en el interior”. Unos niños se rieron. Sucede que en Costa Rica la palabra “interior” es un eufemismo para designar al excusado. “Y la señora ¿dónde está?”. “No sé; debe estar en el interior”.

Samuelear. Quiere decir verle con disimulo a una mujer los muslos o prendas interiores cuando está descuidada. Es lo que hacíamos nosotros cuando una muchacha “daba puerta”. Se originó el vocablo, me explicaron, por un sujeto llamado Samuel que en el poblado Grecia, provincia de Alajuela, se asomaba por las ventanas de las casas para ver a las mujeres cuando se desvestían.

¡Hijuemilpe­sos! Otro eufemismo, éste para no decir “¡Hijo de mil p...!”. Lo usan inadvertid­amente muchas madres, me dijeron, para reprender a sus retoños.

Cuenta. Esta es palabra de advertenci­a. Se usa como nosotros usamos la expresión “Cuidado con...”. Yo oí a una campesina decir a su hija: “Cuenta bota la leche”. Me quedé en Babia, como don Dámaso Alonso cuando en Colombia le preguntó una chica: “¿Le provoca un pinto?”. Le estaba ofreciendo un café con leche. Dijo don Dámaso: “Lo único que entendí fue ‘le”. Lo que la señora a quien oí decía a la niña era: “Cuidado con tirar la leche”.

Alzarse la bata. Significa irse. “Dijo eso y se alzó la bata”. Es decir, se fue. Es lo que hago yo ahora: me alzo la bata. Con permiso.

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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