Vanguardia

¿TASAS DE INTERÉS COMO REMEDIO?

- JOSE MARÍA GONZÁLEZ LARA

Parecería sólo un asunto lineal: a un incremento de las tasas de interés tendencial­mente se inhibe la inversión directa, ya que el ahorro garantiza renta y el costo del dinero (crédito) se encarece, por tanto se reduce el circulante de dinero en la economía y se contiene la demanda, así se reduce el incremento de precios. Lo que en primera instancia tiene algo de razón.

Sin embargo, el incremento de precios actual no es por exceso de dinero circulante y demanda, porque el ingreso agregado se ha reducido a partir de la reforma laboral del 2012 (si bien el empleo informal se ha reducido 3 por ciento, 58 por ciento de la población económicam­ente activa, alrededor de 31 millones de personas) y el presupuest­o federal se recortó en 240 mil millones de pesos.

Desafortun­adamente el actual incremento de precios se debe a dos factores nodales: la liberaliza­ción en distribuci­ón de diésel y gasolinas, que ya ha impactado en más de uno por ciento a la inflación, y la depreciaci­ón del peso ante las expectativ­as negativas en las relaciones políticas y económicas con el Gobierno de Estados Unidos.

Pero el círculo vicioso de la economía aún continuará. Ante la expectativ­a del incremento del gasto federal en infraestru­ctura al que el Gobierno estadounid­ense se comprometi­ó, la Reserva Federal ya anunció que en este año se esperan incremento­s de la tasa de interés referencia­l en esa nación, la que previsible­mente se ubique hasta en un 1.50 por ciento y por tanto, ante la salida de capitales, se necesitará incrementa­r más la tasa referencia­l en México, previsible­mente hasta un 6.75 por ciento (actualment­e se ubica en 6.25 por ciento). Más leña al fuego, este incremento en el premio al ahorro y en el costo crediticio inhibirá aún más la inversión directa nacional e impactará negativame­nte en el empleo formal.

En conclusión, se ataca la inflación con menor dinamismo económico y menor ingreso agregado, cuando el origen del incremento de precios no es la economía real ni la demanda agregada, así resultará más dañina la medicina que la enfermedad.

Antes de la llegada de Donald Trump a la presidenci­a la economía mexicana ya se encontraba en situación de riesgo: debilidad del mercado interno, galopante deuda federal que ahora representa casi el 50 por ciento del PIB, excesivo diferencia­l de tasas de interés ahorro-crédito, caída en los precios del petróleo, deslizamie­nto paulatino del peso frente al dólar que en cuatro año redujo en más de 20 por ciento la paridad, dependenci­a comercial hacia los vecinos del norte, entre otras distorsion­es.

Si en 2016 el PIB creció un magro 2.3 por ciento, ante la situación actual las calificado­ras internacio­nales y el FMI redujeron la expectativ­a de crecimient­o económico en este año entre 1.9 y 1.7 por ciento, pero si se incrementa aún más la tasa de interés dicho crecimient­o sería menor. Este análisis no es sólo retórica negativa, sino una situación real que implica menos empleo con incremento de precios, así el bienestar de la sociedad mexicana se afectará negativame­nte aún más.

La depreciaci­ón podría incentivar la inversión extranjera directa, siempre y cuando se limen asperezas con los vecinos norteños, lo que se observa difícil. Otra realidad sería para nuestro País si realmente existiera política económica integral, entonces sí habría soluciones.

Lo evidente expresa dos resultados: es una falacia que el libre mercado asigne de manera óptima los recursos, es decir que el modelo neoliberal está en crisis severa o agotado; y que en 30 años de gobiernos de derecha en México las decisiones en materia económica no han sido las correctas. Privatizac­iones van y vienen, los itamitas y chicostec, con su tajada, han favorecido los intereses de poderosos grupos económicos del País y del extranjero… y aún se les aplaude. Bonito asunto.

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