Vanguardia

Las ‘heridas’ abiertas de la época negra de Coahuila

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La época de violencia que sufrimos en Coahuila hasta hace algunos años mantiene una estela de impunidad y, sobre todo, dolor para las víctimas. La aseveració­n viene a cuento, luego del reporte periodísti­co que publicamos en esta edición sobre la presencia de al menos 458 cadáveres que se mantienen sin identifica­r en la morgue de la autoridad estatal.

Aunque las autoridade­s han avanzado con engranajes legales y apoyos hacia las víctimas de esta etapa negra en la historia de Coahuila, las heridas no se han subsanado del todo.

Basta con sólo imaginar la zozobra que podrían tener las familias de estos 458 cuerpos que hasta hoy no sabe que un ser querido ha fallecido. O que saben que les ha ocurrido una desgracia, pero no han tenido los restos de esa persona cercana para despedirla como se debe.

El complicado camino que han seguido colectivos ciudadanos como Fuundec o Grupo Vida debiera ponernos a pensar: qué más se debe hacer para pasar el trago amargo de la violencia, y así las víctimas encuentren al menos el consuelo, sin dejar de lado la posibilida­d de la justicia.

En estos tiempos de campañas políticas, los aspirantes a un cargo público deberían —más allá de una agenda electoral de posicionam­iento particular— presentar ideas para planes de trabajo sólidos que tracen directrice­s en políticas públicas y de combate al crimen para no volver a tener tiempos tan oscuros como los vividos.

Han pasado los años y las heridas siguen abiertas. Los cadáveres se mantienen apilándose como cifras que denotan lo descompues­to que estuvo el Estado y el País, pero nada es comparable con la pesadilla que han vivido y viven las familias de las víctimas.

El esfuerzo que hacen las autoridade­s para amainar ese dolor puede ser encomiable, pero nunca será suficiente.

El tema de los desapareci­dos debe ser una de las grandes asignatura­s que como sociedad debemos adoptar y juntos buscar reducir el calvario y evitar a toda costa que se vuelva a repetir.

Ojalá que nuestra clase política no medre con ese tema, porque eso sólo provocaría que las heridas no suturen.

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