Reordenamiento ideológico
Al término de la Segunda Guerra Mundial afloró la polarización ideológica que conocemos como Guerra Fría. Tras el colapso del fascismo/ nazismo totalitario, se enfrentaron, por el control del mundo, socialismo y capitalismo, que algunos prefieren conceptualizar como izquierda y derecha. Esa pugna duró 45 años y cuando se derrumbaron el Muro de Berlín y el bloque soviético, algunos presumieron el triunfo definitivo de la economía de mercado y la democracia liberal. Francis Fukuyama habló entonces del “Fin de la Historia”.
Los enfrentamientos entre gobiernos quedarían atrás. Paulatinamente fuimos dejando la argumentación política en términos de derecha e izquierda. Los partidos políticos, en gran parte del mundo, se corrieron hacia el centro. Los conservadores hablaban de compasión y compromiso social; mientras que la izquierda liberal defendía el libre mercado. Por excepción, algunos siguieron apostando a recetas que dejaron de ser aplicables a la nueva realidad.
Mientras partidos e ideologías peleaban por el centro con acentos particulares hacia el liberalismo o el conservadurismo; la economía de mercado se alzaba con el triunfo global, agudizando la concentración de los bienes culturales y materiales en unas cuantas manos. Este modelo, hay que repetirlo siempre que venga a cuento, es insostenible y poco solidario.
En paralelo, se vivía un profundo cambio no visto desde principios del Siglo 20. El mundo se interconectaba a gran velocidad. Política, comercio, información y cultura se desarrollaban a rápidamente en un mundo cada vez más interdependiente. La globalización recibió los impactos de nuevos descubrimientos tecnológicos, la acción a la distancia ya forma parte de nuestra vida cotidiana y hoy sucede a una velocidad sin precedentes.
La globalización coronó un siglo de grandes avances científicos y tecnológicos. Llegamos a la luna y hoy se discute la conquista del espacio. Apareció el internet que dio vida a las redes sociales. Se generaron enormes riquezas, muchas enfermedades ahora son curables y empleos que hace 10 años no eran posibles, hoy sustentan a millones de personas. Cientos de millones dejaron la pobreza, creció la esperanza de vida en un 100 por ciento, la mortalidad infantil se redujo en un 90 por ciento; pero la miseria y todos sus males se multiplicaron exponencialmente en el llamado “mundo emergente”, mientras que muchos beneficiarios del progreso, se sienten insatisfechos y quieren más.
Vivimos un cambio trascendental que debemos analizar. Si queremos comprender sus alcances, conlleva un reordenamiento ideológico. “La revolución informática propició, y sigue propiciando, nuevos desarrollos y una creatividad ilimitada, el vértigo que produce tiene un efecto paradójico: alienta una democracia directa sin las ventajas de la deliberación continua que antes tenía el sistema y con su desventaja mayor: la reacción impulsiva, irracional, destructiva, así lo señala Enrique Krauze en Reforma (12 marzo 2017).
Las reacciones impulsivas, irracionales y destructivas que menciona Krauze fortalecen al neopopulismo que aprovecha la incertidumbre de un mundo en decadencia. Vivimos en un mundo emproblemado, rico en adversidades, pero que goza de enormes avances y logros que nadie puede negar. Resulta más atractivo el lenguaje destructivo. La responsabilidad y el razonamiento parecen aburridos, cansados y tediosos. Los slogans sustituyen a las ideas.
Tony Blair, ex primer ministro del Reino Unido, escribió recientemente, en The New York Times: “hoy una distinción que por lo general importa más que la tradicional izquierda y derecha, es abierto o cerrado. Los de mente abierta ven a la globalización como una oportunidad, aunque con retos que deben ser mitigados; los de mente cerrada ven al mundo exterior como una amenaza. Esta distinción cruza líneas tradicionales de partidos (e ideologías), por lo que no tiene una base organizativa, ni un canal natural de representación en la política electoral”.
En México veremos a muchos panistas apoyar a López Obrador, a perredistas vestidos de azul y a militantes del PRI que simpatizan con el PAN o con Morena. Muchos otros mexicanos, hartos de la partidocracia piensan que la vía electoral es inviable. Sea usted bienvenido a esta nueva era en México y en el mundo. Ante ello, sólo queda esperar que los buenos se unan y sean más efectivos en la conquista del bien común. Que la verdad y la deliberación triunfen por encima de la mentira y el populismo.