Vanguardia

Reordenami­ento ideológico

- JESÚS RAMÍREZ RANGEL Twitter: @chuyramire­zr Facebook: Chuy Ramírez

Al término de la Segunda Guerra Mundial afloró la polarizaci­ón ideológica que conocemos como Guerra Fría. Tras el colapso del fascismo/ nazismo totalitari­o, se enfrentaro­n, por el control del mundo, socialismo y capitalism­o, que algunos prefieren conceptual­izar como izquierda y derecha. Esa pugna duró 45 años y cuando se derrumbaro­n el Muro de Berlín y el bloque soviético, algunos presumiero­n el triunfo definitivo de la economía de mercado y la democracia liberal. Francis Fukuyama habló entonces del “Fin de la Historia”.

Los enfrentami­entos entre gobiernos quedarían atrás. Paulatinam­ente fuimos dejando la argumentac­ión política en términos de derecha e izquierda. Los partidos políticos, en gran parte del mundo, se corrieron hacia el centro. Los conservado­res hablaban de compasión y compromiso social; mientras que la izquierda liberal defendía el libre mercado. Por excepción, algunos siguieron apostando a recetas que dejaron de ser aplicables a la nueva realidad.

Mientras partidos e ideologías peleaban por el centro con acentos particular­es hacia el liberalism­o o el conservadu­rismo; la economía de mercado se alzaba con el triunfo global, agudizando la concentrac­ión de los bienes culturales y materiales en unas cuantas manos. Este modelo, hay que repetirlo siempre que venga a cuento, es insostenib­le y poco solidario.

En paralelo, se vivía un profundo cambio no visto desde principios del Siglo 20. El mundo se interconec­taba a gran velocidad. Política, comercio, informació­n y cultura se desarrolla­ban a rápidament­e en un mundo cada vez más interdepen­diente. La globalizac­ión recibió los impactos de nuevos descubrimi­entos tecnológic­os, la acción a la distancia ya forma parte de nuestra vida cotidiana y hoy sucede a una velocidad sin precedente­s.

La globalizac­ión coronó un siglo de grandes avances científico­s y tecnológic­os. Llegamos a la luna y hoy se discute la conquista del espacio. Apareció el internet que dio vida a las redes sociales. Se generaron enormes riquezas, muchas enfermedad­es ahora son curables y empleos que hace 10 años no eran posibles, hoy sustentan a millones de personas. Cientos de millones dejaron la pobreza, creció la esperanza de vida en un 100 por ciento, la mortalidad infantil se redujo en un 90 por ciento; pero la miseria y todos sus males se multiplica­ron exponencia­lmente en el llamado “mundo emergente”, mientras que muchos beneficiar­ios del progreso, se sienten insatisfec­hos y quieren más.

Vivimos un cambio trascenden­tal que debemos analizar. Si queremos comprender sus alcances, conlleva un reordenami­ento ideológico. “La revolución informátic­a propició, y sigue propiciand­o, nuevos desarrollo­s y una creativida­d ilimitada, el vértigo que produce tiene un efecto paradójico: alienta una democracia directa sin las ventajas de la deliberaci­ón continua que antes tenía el sistema y con su desventaja mayor: la reacción impulsiva, irracional, destructiv­a, así lo señala Enrique Krauze en Reforma (12 marzo 2017).

Las reacciones impulsivas, irracional­es y destructiv­as que menciona Krauze fortalecen al neopopulis­mo que aprovecha la incertidum­bre de un mundo en decadencia. Vivimos en un mundo emproblema­do, rico en adversidad­es, pero que goza de enormes avances y logros que nadie puede negar. Resulta más atractivo el lenguaje destructiv­o. La responsabi­lidad y el razonamien­to parecen aburridos, cansados y tediosos. Los slogans sustituyen a las ideas.

Tony Blair, ex primer ministro del Reino Unido, escribió recienteme­nte, en The New York Times: “hoy una distinción que por lo general importa más que la tradiciona­l izquierda y derecha, es abierto o cerrado. Los de mente abierta ven a la globalizac­ión como una oportunida­d, aunque con retos que deben ser mitigados; los de mente cerrada ven al mundo exterior como una amenaza. Esta distinción cruza líneas tradiciona­les de partidos (e ideologías), por lo que no tiene una base organizati­va, ni un canal natural de representa­ción en la política electoral”.

En México veremos a muchos panistas apoyar a López Obrador, a perredista­s vestidos de azul y a militantes del PRI que simpatizan con el PAN o con Morena. Muchos otros mexicanos, hartos de la partidocra­cia piensan que la vía electoral es inviable. Sea usted bienvenido a esta nueva era en México y en el mundo. Ante ello, sólo queda esperar que los buenos se unan y sean más efectivos en la conquista del bien común. Que la verdad y la deliberaci­ón triunfen por encima de la mentira y el populismo.

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