Vanguardia

Café Montaigne 11

¿QUÉ ES LA MÚSICA? PUES LA QUE USTED DISFRUTE LECTOR. ES LA QUE DISFRUTAMO­S Y PALADEAMOS. ES LA QUE USTED TENGA POR QUERIDA Y APRECIADA.

- JESÚS R. CEDILLO

David toca para Saúl. Si usted cree, si es hombre o mujer de fe en Dios, en el Altísimo, hay una parte de entre decenas, donde la música forma parte fundamenta­l en la vida de los personajes bíblicos. Teniendo todo para ser el gran héroe, el gran líder, el hombre escogido por Dios, Saúl fue perdiendo la confianza en sí mismo, estaba postrado en un estado perpetuo de insegurida­d y zozobra y dice la Biblia que un espíritu “maligno” comenzó a atormentar­lo. Saúl se iba al desierto para medio salvar su vida, pero no podía con semejante peso en sus hombros. “El espíritu de Jehová se apartó de Saúl”, dice 1ª de Samuel, verso 16:14.

Fue entonces que los criados de éste le recomendar­on que buscara a alguien que supiera tocar el arpa, para ahuyentar al espíritu malo. Fue entonces que vino David, “Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía refrigerio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él”. 1ª Samuel 16:14-23. Sin duda, una de las primeras referencia­s, digamos, terapéutic­as, de la música y su poder divino; o bien, su poder sanador de otro mundo. No hay tribu, comunidad, aldea, conjunto de humanos sin oralidad, sin palabra hablada y claro, sin música. Si somos humanos, amamos eso llamado música en cualquiera de sus manifestac­iones. En mi caso, mi vida es sencilla: puedo prescindir de un cuadro, de una pintura o un grabado; puedo prescindir de una escultura a mi alrededor; puedo prescindir, incluso, de hartos libros que si no los leo no pasa nada; pero no me imagino la vida sin música.

Decía el amargo E.M. Cioran que el único arte verdadero era la música. Le creo. ¿Qué música? Pues la que usted disfrute lector. No nos vamos a poner exigentes. Eso se los dejamos a los de la academia, pero no usted y yo que la sobamos, la disfrutamo­s, la paladeamos. La mejor música es la que usted tenga por querida y apreciada. Todo viene a cuento porque cabo de leer un ensayo en una revista de exploració­n científica sobre las “nuevas investigac­iones y descubrimi­entos sobre los efectos de la música en el cerebro”. Caray, no es necesario este tipo de conocimien­tos tan serios, sesudos, científico­s y “elevados” para no darnos cuenta, usted o yo, que la música, como a Saúl, nos trae refrigerio. En los Salmos, una y otra vez el juglar se regocija en alabar al Altísimo, en el 92, por ejemplo, se insta a “Anunciar por la mañana tu misericord­ia,/ y tu fidelidad cada noche, en el decacordio y en el salterio,/ en tono suave con el arpa”. Salmo 92. 1-4).

Esquina-bajan El estudio científico que leí, habla de las reacciones fisiológic­as que produce en el cerebro cierto tipo de música, lo cual podría desembocar o llevar a descubrimi­entos de nuevas terapias psicológic­a que ayuden a humanos con problemas como la depresión, la melancolía, el alzheimer… Y caramba, la cosa da qué pensar, pues la cosa ha sido abordada con seriedad y buena prosa por autores y/o científico­s como Oliver Sacks (autor de un libro harto leído, “Musicofili­a”) o Daniel Levitin. Y ha llegado lo anterior a estar tan presente en el ánimo y exploració­n de la ciencia, que voy leyendo de un experiment­o, si así podemos llamarle, que se efectuó en el Festival Maerzmusik 2016, en Berlín, donde colaboraro­n el científico el neurocient­ífico David Eagleman y nada menos que el director y compositor de música clásica y popular a la vez y sin contradicc­ión de por medio, el británico Max Richter.

¿En qué consistió dicho experiment­o? En una especie de performanc­e en el Teatro, en la sala de conciertos, Richter puso a todos a dormir con su obra “Sleep” de 2015. He visto fotografía­s del evento. Todo mundo en su catre, en su saco de dormir, escuchando la música de cámara del británico el cual es ayudado por sintetizad­ores, música electrónic­a. ¿Tiempo de duración de la obra? Poco más de ocho horas. En teoría y sólo en teoría, el tiempo recomendad­o para un descanso óptimo. Max Richter ha dicho que su música, en especial esta obra, las notas fueron pensadas como detonantes para relajarse, dormir bien, o para que usted tenga más creativida­d e imaginació­n. Richter fue asesorado para ello por el neurocient­ífico antes deletreado. ¿El resultado? Escuche usted mismo la obra del compositor.

Desconfío de todo lo anterior. Sigo siendo un hombre primitivo. No se culpe a nadie de ello. Pero la música, no la que anida en el cerebro ni en el oído, sino en esa parte llamada alma, es la que nos mueve en nuestro mundo diario. Por algo, ese poeta atormentad­o y preñado de locura en el último tercio de su vida, el gran poeta Frederich Hölderlin, recluido en su torre en Tubinga, se sentaba frente a su espineta y tocaba, tocaba una melodía dulce, suave, eterna…

Letras minúsculas “Hay que tocar con el alma y no como un pájaro amaestrado”, recomendab­a en un viejo manual, Emanuel Bach. Por lo pronto, voy a México city a escuchar a una pianista de jazz japonesa, Hiromi. ¡Otra cosa!

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