Vanguardia

Palabras y acciones

Las acciones, dice Paul Ricoeur, tienen su propia gramática que complement­a y supera a la de la lengua

- CARLOS MANUEL VALDÉS

Por más que le busca uno, es difícil seguir la huella a los políticos, del Presidente abajo. Empiezo por referirme al pequeño y significat­ivo alegato de Humberto

Moreira contra el Gobernador. Dijo que Coahuila vivía una dictadura y que su hermano Rubén era un tirano. Añadía, al final de la frase, que él lo había colocado en el puesto. Sabemos lo que es un dictador: un gobernante que asume todo el poder sin respetar ninguna instancia que marca la ley. Además le coloca el adjetivo “tirano” que es un tanto problemáti­co. Pondré un ejemplo. Una gran obra de Sófocles lleva por título “Edipo Rey”. Así la traducen en varias lenguas. Pero el original griego tiene el nombre “Oidipus

Tirannos”, o sea, “Edipo Tirano”. En la Grecia Clásica, ese apelativo no implicaba un personaje despótico, sino un rey que llegaba al poder de manera ilegítima. Recordará usted que Edipo mató a su padre sin saber que lo era. El pueblo lo impuso, pero supuestame­nte no era del linaje de reyes: era un tirano (un rey por casualidad). Regreso a Humberto: declara que Rubén es un tirano. Sé de sobra que Humberto ignora la lengua griega (su abuelo Rubén Moreira

Cobos sí la conocía), pero le atinó. Me explico: si Humberto dice que él impuso a su hermano, entonces no es legítimo gobernante. Espero se me entienda: lo que digo es que las palabras tienen a veces sentidos de los que no siempre somos consciente­s, como es el caso.

Si usted es un lector acucioso, se habrá dado cuenta de que Humberto colocó una trampa en la que cayó: él impuso a un gobernante que es dictador y tirano, es decir, mandón e ilegítimo. Vaya.

Hace mucho tiempo mencioné aquí mismo que cuando Felipe

Calderón se hartó de que Humberto le jugara el dedo en la boca no atendiendo su deber de perseguir a los delincuent­es, en especial en la frontera, envió a los marinos a poner orden. El Gobernador se burló del Presidente y declaró a la prensa: “¿marinos en Coahuila?, ¡no tenemos mar ni embarcacio­nes!” Esta frase la acaba de resucitar Calderón, años después de mí (ni modo, lo puede usted consultar en la Hemeroteca del Archivo). Una vez más las palabras traicionan al exfunciona­rio estatal, porque eso significa que el Ejército no estaba cumpliendo con su deber. Ahora que Peña Nieto nos prohibió hablar mal del Ejército Mexicano, debería recordar esa acusación tan evidente hacia ellos por parte de Calderón y de Moreira. Eran tan deficiente­s que tuvieron que mandarnos marinos (sin mar, sin barcos, sin puertos). Y éstos poco a poco atraparon o mataron a los “malitos”.

Traigo a la mente la frase de un gran historiado­r americano. Eric

van Young dice, en referencia a los documentos de archivo: “las palabras significan lo que significan, pero también significan otras cosas”. Regrese usted a los párrafos de arriba y verá que, en efecto, dejan ver más de lo que indican en una primera lectura improvisad­a. Entonces, podemos interpreta­r sus palabras desde varios ángulos. Y si se declara que no fue más que un chiste, le recomiendo consulte a Sigmund Freud y su hermoso libro “El Chiste en Relación con el Inconscien­te”.

No podemos dudar de que Humberto ansíe regresar a la política porque necesita el fuero. Tiene razón: como un ciudadano común peligra. Si en verdad logra imponerlo el Partido Joven, tendremos una Cámara de Diputados rijosa como no la ha habido desde 1922, cuando el Gobernador metió a la cárcel a todos los diputados que estaban en contra de sus desmanes... y ellos tuvieron la osadía de seguir sosteniend­o en prisión las sesiones como si nada. La sola presencia de Humberto dará un plus al Congreso. ¿Será, a su pesar, una primavera legislativ­a? Me gustará ir a presenciar las deliberaci­ones. Eso si me promete que no me meterá una madriza, puesto que su pecho es de lavadero y yo estoy viejo.

Titulé el artículo “Palabras y acciones”. En Hermenéuti­ca, una de las clases que imparto, enseño a mis alumnos que las palabras tienen su magia, pero que las acciones gozan de una fuerza suplementa­ria. Las acciones, dice Paul

Ricoeur, tienen su propia gramática que complement­a y supera a la de la lengua. Humberto tiene tras de sí demasiadas acciones que pueden conducirno­s hacia el conocimien­to, ¿de qué?, usted tiene la palabra.

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