Monumentos a la egolatría
Parecen ir quedando atrás, por lo menos hablando del momento actual, mensajes trascendentes que formulaban comunicaciones de unidad y solidaridad. En el ámbito musical, la conmoción general se dio en el famoso Festival de Woodstock, organizado a 64 kilómetros de este punto en el verano de 1969 y que reunió a una generación de norteamericanos que pregonaban la paz y el amor, contra la guerra del Gobierno en Vietnam. Una generación que propugnaba por el cuidado del medio ambiente y la libertad, aunque al final, por desgracia, un gran número de sus integrantes salieran de sus cauces y perdieran dramáticamente el control hasta de su propia vida.
Era, no obstante, una apuesta a lograr vivir en sociedad. A lograr hacer una vida comunitaria y a buscar que la libertad fuese la bandera que rigiese el modelo de conducta ética.
Casi 20 años después habría otro movimiento internacional que llamaba a la solidaridad con un país de África asolado por la hambruna, Etiopía. La BBC de Londres transmitió un informe de Michael Buerk que motivó a los compositores Bob Geldof y Midge Ure a escribir en 1984 una canción, “Do They Know it’s Christmas?”, para recaudar fondos y aliviar en algo la tragedia.
En 1985, el músico y activista social Harry Belafonte ideó una campaña de recaudación para la misma causa en Etiopía. Atendiendo el consejo de su representante Ken Kragen, reunió a 45 músicos, entre ellos el ahora recién ganador del Premio Nobel de Literatura, Bob Dylan, Kenny Rogers, Lionel Richie, Diana Ross, Michael Jackson y Tina Turner. La canción que grabaron e hicieron popular fue “We are the World”.
Ese mismo año de 1985, los hablantes de lengua castellana grabaron igualmente una canción que se identificara con las ideas de comunión y solidaridad. Así, interpretaron la pieza “Cantarás, Cantaré”, Pedro Vargas, Julio Iglesias, Emmanuel, Yuri, María Conchita Alonso, Lucía Méndez, José José, Vicky Carr. Ellos y muchos de los que estaban entonces en el más alto punto de popularidad.
Fueron hechos concretos los que hicieron levantar la voz: la lucha en contra del régimen que asesinaba en Vietnam; protestas en contra del asedio consistente al medio ambiente; la falta de libertades; las hambrunas.
No faltan ahora temas que saturen el pensamiento y la conciencia de los ciudadanos. Pero el mundo actual, en muchos sentidos, pareciera más hipnotizado por la individualidad y el crecimiento del ego que por la solidaridad hacia los temas sociales. Se observa el fenómeno en lo que retrata a la sociedad consumista, la publicidad y la mercadotecnia. Los productos han dejado de ser cada vez porciones familiares, para convertirse en individuales. Se apela al individuo, al sujeto en particular, para llamarlo a consumir en soledad, atrayéndolo en base a virtudes que supuestamente el comprador posee.
Hay refrescos que incluyen nombres propios, y chocolates que ofrecen características particulares que el comprador cree tener: “Guapo”, “Terco”, etc. No se trata de apelar a un grupo de personas con características generales: de lo que se trata ahora es de presentarle, de manera individualizada, un producto o servicio con el cual se sienta identificado, pero que además lo distinga de los demás. ¿Dónde quedó aquello de que “hay que compartir…”?
Cuando hizo la invitación a aquel grupo de artistas que participarían en la canción “We are the World”, el productor Quincy Jones les advirtió dejar “su ego en la puerta”.
Hoy parecen ser tiempos en que el ego ha de ser el primer elemento en introducirse a casi cualquier habitación, ya virtual, ya física. ¿Serán de verdad éstos que vivimos, mejores tiempos que aquéllos?
NOMBRES DE LA PRIMAVERA
Plúmbagos, bugambilias o buganvilias, jacarandas, geranios, todo ello estallando en colores por la ciudad. Los viveros hacen los puntos más bellos de Saltillo ahora mismo. Saltan a la vista las tonalidades de azul, verdes en todas las gamas, amarillos imposibles. Ésta que alguna vez fue llamada por una periodista norteamericana como la ciudad de la salud y de las flores, ¿podría sistematizar en sus fraccionamientos, en sus colonias, en esta horrible selva de asfalto una más organizada plantación de las flores que nos son propias y que le confieren viveza y colorido a Saltillo? Desde cualquier punto se observa que la degradación de las sierras y de los cerros que nos circundan ofrece montones y montones de conjuntos residenciales que vienen a saturar el medio ambiente de Saltillo. Ojalá que por lo menos esas casas ofrecieran, cada una, un árbol y una flor que rindiera respeto a la tierra en la que se han asentado.