Esos millennials
Los miembros de la Generación X, personas nacidas entre 1960 e inicios de la década de los 80, damos la más evidente señal de nuestra decadencia cada vez que nos quejamos de la generación siguiente, la Y en estricto orden alfabético, conocida también como la generación de los millennial o, en una forzada castellanización, milénicos.
Pero por supuesto que yo también me he quejado de sus conductas, de su música y de su filosofía de vida en general, algunas veces desde la autoridad que (asumo) otorga la experiencia, aunque en otras ocasiones desde la envidia, porque en realidad los jovencitos de hoy están más emancipados de lo que jamás estuve yo a su edad (y créame que yo estuve a nada de ser un delincuente juvenil, como un James Dean de hechura nacional).
Pareciera que los middle-aged no soportamos la idea de que los milénicos gocen de un montón de prerrogativas y las den por sentadas desde que adquirieron uso de razón, mismas que nosotros tuvimos que esperar hasta la adultez para gozar, tales como mandar al cuerno a nuestros padres, ponernos hasta las chanclas en conciertos masivos o irnos a Real de Catorce a empeyotar.
Los comentarios negativos son de cualquier forma sólo una broma, una manera de divertirnos con el contraste entre dos generaciones que, pese a sus enormes diferencias comparten el mismo barco al que, hasta eso, ambas partes quieren llevar por la dirección correcta, aunque no nos ponemos de acuerdo en el cómo, pues mientras nosotros todavía nos guiamos con cartas de navegación, la brújula, el sextante y la posición de las estrellas, los millennial bajan una pinche aplicación en su celular y listo.
Tengo en realidad mucha gente querida e incluso colegas millennial, que mucho me honran con su amistad. De ellos aprendo un montón de cosas porque, como la primera generación que desde su nacimiento estuvo tecnificada, su acervo informativo es equiparable al de una persona mayor de otras épocas.
Obvio que tenía que haber diferencias entre una generación que conoció a los ocho años al Pac Man (y sintió que el Cielo se abría), con otra que desde la cuna tenía acceso a Wi-fi. Ninguna otra generación de seres humanos ha tenido semejante acceso informativo como nuestros millennials de largas barbas y rarísimas bandas de rock indie.
Hay que reconocer que si algo tienen los milénicos es un alto grado de conciencia colectiva. Están preocupados por el planeta, por la tolerancia, por los derechos civiles, por el respeto a todas las formas de pensar, por la igualdad y por el mundo en general, ya que tienen planes de quedarse a vivir en éste por largo rato. Y la buena noticia es que ellos van a elegir al siguiente Gobernador de Coahuila.
Por mucho que me guste pelear con ellos sobre cine, música o el sentido general de la existencia, o advertirles que la crisis de la mediana edad les va a pegar a ellos como a nadie nunca jamás, debo reconocer que en materia de política y civismo le dan clases a todos sus ancestros.
Prácticamente no conozco a ningún millennial priísta y eso, créame, es para alborozarse. No dudo que existan, pero sí creo que son los menos, ya que su generación es la primera que muestra un abierto y generalizado repudio al régimen de injusticia, subdesarrollo y desigualdad que desde hace 90 años prevalece.
Como que los millennials saben de origen que no vale la pena vender sus principios por un plato de lentejas y que el lucro personal no es más importante que el bienestar colectivo.
De allí que resulte casi imposible que el Revolucionario, una decrépita, anacrónica y vergonzosa excusa de reptil, haga clic con el electorado joven.
¡Y vaya que lo han intentado! Durante un tiempo buscaron hacer trending (o sea, tendencia) aquello de “pri-ennial”. Pero no les funcionó, fue un chasco mayúsculo porque priísta y juventud son, para acabar pronto, dos términos contradictorios y mutuamente excluyentes. Si eres priísta, eres un pinche dinosaurio (aunque tengas 19 años); y si eres joven, es imposible que milites, te afilies o simpatices con el tricolor (las juventudes priístas son poco menos que zombis caminantes).
Al inicio del “moreirato” y durante éste, los milénicos eran niños, pero ahora después de sus estragos son ciudadanos plenos, con voz y voto, y la primera generación producto de la revolución informática.
Así que me acojo y amparo al voto de todos mis amigos millennial. Su voto puede lograr lo que por sumisos, pusilánimes y cómplices del poder no pudimos las generaciones previas: derrocar a esta pinche dictadura disfrazada de democracia.
Priísta y juventud son dos términos contradictorios y mutuamente excluyentes. Si eres priísta, eres un dinosaurio