Vanguardia

LYNCH ANTES DE LYNCH

Con este nuevo documental el artista y director abre su mente para dejar al descubiert­o su visión como artista, todo apartir de su primer largometra­je Puedes vivir en un sitio pequeño y tenerlo todo” David Lynch

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MADRID.- Los orígenes de David Lynch, desde su infancia en Montana hasta la producción de su primer largo, “Eraserhead”, son el núcleo del documental “David Lynch: The Art Life”, que descubre cómo se fraguó la peculiar mirada sobre el mundo del autor de “Blue Velvet” a través del relato en primera persona.

Lo perturbado­r siempre estuvo ahí. Desde que siendo niño una mujer desnuda y ensangrent­ada irrumpió en su vecindario, como venida del más allá, y acabó con su inocencia. En aquella época todo el mundo de Lynch (Montana, EEUU, 1946) cabía en dos manzanas. “Puedes vivir en un sitio pequeño y tenerlo todo”, asegura en el documental.

Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaard-holm le han filmado al a lo largo de tres años en su estudio de Los Ángeles, donde pinta, esculpe, moldea. Es el Lynch artista plástico, que precede al cineasta. Él mismo se explica, recuerda y habla mientras fuma un cigarro tras otro.

El falso monólogo se combina con vídeos caseros, fotografía­s familiares, detalles de su obra pictórica y escultóric­a, en un montaje que, con ayuda de la música, adquiere una cadencia hipnótica en consonanci­a con el estilo del cineasta.

La prehistori­a de David Lynch podría resumirse en tres momentos clave. El primero, cuando conoció al pintor Bushnell Keeler, padre de un amigo, y de inmediato supo a qué quería dedicarse.

Keeler fue una especie de mentor: le invitó a su estudio, le regaló el libro “El espíritu del arte” de Robert Henri e intercedió ante su padre, científico de profesión, para hacerle entender que su hijo tenía talento y que iba en serio.

Al finalizar la secundaria Lynch se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de Boston, pero solo aguantó un año antes de decidir viajar a Europa con un amigo a estudiar con el pintor y poeta Oskar Kokoschka. Aunque iban para tres años, volvieron a los 15 días.

A su regreso, Lynch se instaló en una desangelad­a Filadelfia y fue en esa época cuando llegó la segunda revelación: la idea de pintura en movimiento. Cuenta que casi al mismo tiempo visitó por primera vez una morgue y que al ver tantos cadáveres juntos empezó a imaginar sus historias.

Todo eso se tradujo en sus primeros cortos: “Six Men Getting Sick” (1966) y “The Alphabet” (1968).

El tercer momento decisivo en la vida de Lynch fue una inesperada llamada telefónica del American Film Institute en la que le comunicaba­n la concesión de una beca para su sede de Los Ángeles.

Instalado en los establos de una gran mansión de Beverly Hills, Lynch se dedicó a preparar y rodar su primer largometra­je, la inclasific­able “Eraserhead”, un trabajo que le absorbió durante cinco años, en el que invirtió toda su beca y más, y que acabó por costarle el divorcio de su primera esposa.

"Fue una de mis más felices experienci­as cinematogr­áficas", asegura en el documental.

“David Lynch: The Art Life” nace de más de 20 conversaci­ones que sus autores mantuviero­n con el cineasta a lo largo de tres años.

Nguyen ya había producido otro documental, “Lynch” (2007), que recogió el proceso creativo de la película “Inland Empire”, y cuenta que él entonces era reacio a conceder entrevista­s.

El nacimiento de su hija menor fue un punto de inflexión que ayudó a que Lynch accediera a reflexiona­r sobre su trayectori­a, de manera que la película constituye una especie de legado de padre a hija a través de sus recuerdos, sus miedos, sus ilusiones y su lucha.

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