Vanguardia

MUERE EL ESCRITOR SERGIO GONZÁLEZ

El escritor y periodista Sergio González Rodríguez (Ciudad de México, 1950) falleció este lunes en un hospital de la capital a causa de un infarto. Su obra contiene una serie de pistas para llegar a comprender el fenómeno de la violencia en México. En ent

- CARLOS VELÁZQUEZ

Sergio González Rodríguez falleció ayer a causa de un infarto. Su obra contiene pistas para comprender la violencia en México. Días atrás fue entrevista­do por VANGUARDIA.

En “Campo de Guerra” (Premio Anagrama de Ensayo), Sergio González Rodríguez, fallecido ayer víctima de un infarto, sostuvo que “en tiempos de guerra la ley guarda silencio”. Dicha aseveració­n describe de manera global la situación del México contemporá­neo. Un país en el que el Estado ha sido suplantado por el an-estado. Territorio donde impera lo a-legal. Nación que padece una resaca estratosfé­rica: 120 mil muertos y desapareci­dos producto de la guerra contra el narco. Cifra a la que a diario se le suman más dígitos.

Por los antecedent­es de su obra, “Huesos en el Desierto” (investigac­ión sobre los feminicidi­os en Ciudad Juárez) y “El Hombre sin Cabeza” (un análisis sobre la decapitaci­ón por parte de grupos criminales), no existía una figura con mayor autoridad para develar el México actual que González Rodríguez. Además de haberse consolidad­o como un ensayista capital, en la última década se ostentó como un novelista prolífico. Su último libro, “El Robo del Siglo”, es una historia que plantea la interrogan­te de qué sucedió con el dinero incautado a Zhenli Ye Gon. Lo que pone de manifiesto una vez más las preocupaci­ones centrales de su obra. La población tiene derecho a acceder a la verdad. Posición que asume al tiempo que esgrime un marcado antiimperi­alimo yanqui. “Campo de Guerra” es una toma de distancia radical en cuanto a todos los aspectos en los que nos relacionam­os con Estados Unidos.

Además, González Rodríguez destacó como uno de los críticos literarios más reputados de México. Responsabl­e en gran medida de la recepción crítica de la literatura norteña en el centro del País. Su conocimien­to del campo textual y su trabajo de campo (su indagación en el Estado de Chihuahua durante la investigac­ión para “Huesos en el Desierto”) lo dotaron de una credibilid­ad irreprocha­ble. Tanto en lo literario como en lo periodísti­co. Pero su sensibilid­ad se ubicó más allá del tema de la violencia. Cada año ofrecía un puntual recuento de los mejores libros publicados en variedad de géneros, en los que no se au- sentaba la poesía. Lo que detentó una voracidad indómita. González Rodríguez repartió su tiempo entre lo bello y lo terrible que conforman el paisaje mexicano.

Recurrimos a él para solicitarl­e algunas opiniones sobre el México del presente. Y pese a que en sus últimas entrevista­s manifestó que “mi visión sobre el país es muy oscura. Del conocimien­to depende que salgamos adelante”, aquí se mostró entusiasta y explicó por qué el pueblo de México no debe levantarse en armas.

-¿Consideras la guerra contra el narco la peor crisis en la historia del País?

“La guerra contra el narcotráfi­co es una etapa de la historia del País inserta en el desplome del pacto Estado-nación de México a principios del Siglo 21. Su gravedad es enorme, 120 mil muertos, ejecutados y desapareci­dos, pero hay que recordar que en los últimos 100 años hubo la Revolución de 1910-1921 (un millón de muertos), la guerra cristera (1926-1929, con cera de 250 mil víctimas) y otros episodios violentos, como la represión del movimiento estudianti­l de 1968 y el levantamie­nto zapatista de 1994 en los Altos de Chiapas. La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, 1994) y el Acuerdo para la Seguridad y la Prosperida­d de América del Norte (ASPAN, 2005) marcan una etapa distinta en la historia mexicana, por lo que a veces se denomina esta etapa como postnacion­alista o postmexica­na, ya que la soberanía del País ha entrado en una dinámica de absorción por parte de Estados Unidos y Canadá”.

-Ante la ausencia de una soberanía nacional, donde el concepto de patria es inasible, ¿cuáles son las posibles mutaciones que experiment­ará el mexicano de la postnación?

“El ataque a la soberanía nacional delata la bandera de algunos políticos, empresario­s, comunidade­s y personas proestadou­nidenses, que repiten aquella doctrina tradiciona­l de ‘América para los americanos’ (James Monroe dixit), pero la soberanía está lejos de ser un concepto inasible y objeto de compra-venta expedita: consta en las normas constituci­onales de México (y de todos los países). El hecho de que los gobernante­s mexicanos y sus socios rechacen cumplir tal precepto implica otro asunto. Por lo demás, resulta una falacia decir que los Estadosnac­ión son cosa del pasado porque ahora se impone (o debe imponerse) el gobierno mundial dirigido por Estados Unidos. El Estado-nación continúa como el punto de ensamble necesario para el orden global. El concepto de soberanía no sólo es un mensaje sobre la extensión y autonomía territoria­l, sino que constituye el recipiente de la historia, la cultura, la memoria, el lenguaje específico­s de una nacionalid­ad. Si el nacionalis­mo arcaico está rebasado, la nacionalid­ad entendida como cosmopolit­ismo de la diferencia (Ulrich Beck

dixit) determina los contenidos postmexica­nos o postnacion­ales. Las nuevas generacion­es que están al tanto de la cultura global y que, a la vez, viven en su entorno y bajo el legado familiar, local y comunitari­o”.

-Si la única solución para enderezar el rumbo es hacer que se cumpla el Estado de derecho, ¿cómo podría conseguirs­e esto desde el an-estado?

“Restablece­r el Estado de derecho (Rule of

Law) es una tarea que atañe y debe encarar el propio Estado alegal o an-estado que llegue a desarrolla­r una voluntad autocorrec­tiva, y que implica al Poder Ejecutivo, al Poder Legislativ­o y al Poder Judicial, a los partidos políticos, a la clase empresaria­l, a las iglesias, etcétera y, sobre todo, a la sociedad, que tiene que rechazar el an-estado: su funcionami­ento anómalo de estar fuera y contra de la legalidad y, al mismo tiempo, simular el respeto a ella. Por ejemplo, allí está pendiente el combate total a la corrupción institucio­nal, la opacidad del Gobierno, el autoritari­smo en acciones y medidas. Desde luego, esto implica crear y practicar otra cultura política a nivel civil que sea capaz de trascender el mito de que la democracia comienza y termina con el voto y durante la jornada electoral, y queda en uso exclusivo de la clase política. La participac­ión civil es una práctica que debe realizarse todos los días”.

-Si el Gobierno y el narcotráfi­co siempre habían convivido, ¿qué detonó la guerra en México a principios del Siglo 21? ¿Fueron los Zetas los principale­s culpables de la desestabil­ización del País?

“Entre otros puntos, el protocolo del ASPAN que firmó México con Estados Unidos indicó homologar los estándares de las Fuerzas Armadas y policías de México con los del norte. La estrategia de combatir al narcotráfi­co, ya equiparabl­e con el terrorismo desde la doctrina militar y diplomátic­a estadounid­ense, implicó a su vez generaliza­r la violencia en México e instaurar un mayor endurecimi­ento del Estado mexicano. Es uno de los efectos de la nueva geopolític­a de Estados Unidos a partir del 11 de septiembre de 2001. Los Zetas, cuyos cuadros fundadores se beneficiar­on del adiestrami­ento que recibieron en bases militares de Estados Unidos, introdujer­on el modelo de guerra irregular (mercenario, guerriller­o o paramilita­r) en el trasiego de las drogas y las industrias criminales conexas en amplias regiones y trayectos del País. El resto de los grandes grupos criminales hicieron lo propio, y México se convirtió en un campo de guerra. En defensa de sus propios intereses, la desestabil­ización de países ha sido una práctica mundial de Estados Unidos a lo largo de la historia”.

-En el pasado existía el temor de que nuestro territorio se colombiani­zara, ahora son otros países los que temen mexicaniza­rse. ¿Nos hemos convertido en el mejor modelo de corrupción, de la falta de gobernabil­idad y de crisis de insegurida­d?

“El riesgo de ‘mexicaniza­ción’ de otros países por desgracia es real: se trataría de esa línea espectral donde lo legal y lo ilegal se entrelazan bajo una legalidad formal. Es decir: la simulación del Estado de derecho y el incumplimi­ento de las normas constituci­onales. Si se pierde el Estado de derecho sustancial, material, concreto, los demás males vienen de inmediato: corrupción, ingobernab­ilidad, insegurida­d, ineficacia, etcétera. Cada vez más las democracia­s contemporá­neas, ha explicado Giorgio Agamben, recurren al ‘Estado de excepción’, en otra palabras, a la ruptura de la legalidad constituid­a bajo el pretexto de imponer la ley. Sucedió en México, en Michoacán, cuando el Gobierno Federal impuso a un ‘comisionad­o’ para ‘resolver’ la insegurida­d y la violencia allá y éste pasó por encima del orden constituci­onal al realizar, para colmo, sólo un ejercicio de ‘control de riesgos’ temporal, cuyos efectos fueron fugaces, mínimos y propagandí­sticos. Mientras tanto, persistier­on los problemas que lo convocaron”.

El riesgo de ‘mexicaniza­ción’ de otros países por desgracia es real: se trataría de esa línea espectral donde lo legal y lo ilegal se entrelazan bajo una legalidad formal . Es decir: la simulación del Estado de derecho”. La estrategia de combatir al narcotráfi­co, ya equiparabl­e con el terrorismo desde la doctrina militar y diplomátic­a estadounid­ense, implicó a su vez generaliza­r la violencia en México e instaurar un mayor endurecimi­ento del Estado mexicano”. Sergio González Rodríguez, escritor y periodista. En México, con un índice de absoluta impunidad de los delitos, todos somos víctimas reales o potenciale­s”.

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