Bien común
El Concilio Vaticano II adoptó como concepto de bien común: “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección”.
“El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece común, porque es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al futuro” (No. 164 Compendio de Doctrina Social de la Iglesia).
De acuerdo con sus documentos fundacionales, el objetivo central del Partido Acción Nacional descansa en este principio. Ahora bien, si analizamos los años de práctica política de su candidato a Gobernador de Coahuila, queda claro que ignora estos principios de forma y fondo. Su actuación y su ascenso en la política chocan con los fundamentos filosóficos del partido que abandera como candidato. Carece de fondo y forma. Aunque le sobre imagen superficial y mucho dinero.
Contenderá en un proceso electoral que promete ser muy competido y, por momentos, polémico y rijoso por la creciente polarización. En las encuestas tenemos, por un lado, dos punteros. Entre los dos acumulan, aproximadamente, el 60 por ciento de la intención del voto, 30 y 30. Cerca del 20 por ciento apoya a Armando Guadiana, el otro 20 por ciento permanece indeciso o repartido entre la chiquillada.
Sin duda una enorme mayoría quiere un cambio. El PRI parece insostenible. Sorprende que aún encuentre quien lo apoye. ¿Qué tipo de cambio queremos a partir de las alternativas disponibles? Cada candidato o partido cuenta con su voto duro que nada ni nadie cambia, la pelea será por los indecisos y el voto útil. Hacia allá dirigirán sus baterías los candidatos y sus maquinarias publicitarias para mover las emociones de los indecisos. Esperemos circo, maroma y teatro para llevarlos a su redil, cueste lo que cueste, sin que importen las implicaciones. Correrá a raudales el dinero en las campañas de Guillermo Anaya y Miguel Riquelme, será mucho y en efectivo.
Espectáculos aparte, ¿quién garantiza que buscará el bien común? Ese conjunto de condiciones de la vida social que propicia un desarrollo humano más pleno. ¿Cuáles son esas condiciones?
No se trata de que el Gobierno nos mantenga. Ni para eso sirven. Necesitamos, sí, vivir en una comunidad segura, protegidos del crimen organizado, la criminalidad cotidiana y de unas fuerzas de seguridad pública que amedrentan, intimidan, desaparecen y torturan. Necesitamos cobertura de salud con calidad. Requerimos acceso equitativo y justo a una educación propia del Siglo 21 que prepare para la vida. Exigimos una política ambiental sin simulaciones ni componendas que frene en seco el daño que estamos infligiendo a nuestra tierra y que no sólo daña a los más pobres y a las generaciones por venir, sino a todos los vivientes, aquí y ahora.
El combate a la pobreza debe ser transversal, en todas las áreas, quien lo hace como una estrategia aislada es un demagogo que se beneficia de la pobreza. Finalmente, necesitamos un sistema de justicia eficiente, que castigue a los delincuentes y proteja los derechos humanos de todos los coahuilenses. Si estas reglas no están claras, en seis años seguiremos discutiendo lo mismo, gane quien gane.
Estas condiciones nos permitirán hacer nuestra parte como ciudadanos. Aprovechar las oportunidades que brinda este tipo de sociedad, ser emprendedores, autoemplearnos o emplearnos en aquello que nos desarrolle plenamente como seres humanos. El Gobierno no genera empleos, es un facilitador, los empleos los generamos los ciudadanos.
Finalmente, esto hay que complementarlo con una vida social y familiar que cierre el círculo de la armonía. Para eso estamos en esta vida. No necesitamos que el Gobierno resuelva nuestros problemas. Necesitamos que haga lo que le corresponde, para eso pagamos y para que no estorbe. Hay mucho por hacer, personalmente y en sociedad. Lo uno y lo otro.