Vanguardia

La moneda está en el aire

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Llegó a su fin el trance de amor erótico en el Motel Kamagua. El galán, invadido por la dulce languidez que sigue al deseo bien cumplido, quedó de espaldas en el lecho, reconcilia­do con el mundo, agradecido con la vida y olvidado de todo, incluso de sí mismo. Lo sacó de ese nirvana una súbita pregunta de su compañera, que le sonó como un cañonazo: “Después de esto, Libidiano, ¿te casarás conmigo?”. “No” –fue la contundent­e respuesta del sujeto. Inquirió ella, erizada: “¿Puedes darme una razón por la cual no puedes desposarme aun después de que te hice entrega de la impoluta y jamás tangida gala de mi doncellez?”. “Siete razones te daré –contestó él–. Mi mujer y mis seis hijos”… ¡Ah! ¡Cuántas incautas doncellas van a la perdición llevadas por la untuosa labia de un engañoso seductor! ¡Lloren, lloren, desdichada­s mariposita­s cuyas alas ardieron en el fuego de una efímera pasión que duró lo mismo que un ampo bajo el ardiente sol! La virtud de la mujer… (Nota de la redacción. Nuestro estimado colaborado­r se extiende en 18 fojas útiles y vuelta en arduas considerac­iones de moral que, aunque útiles y necesarias, nos vemos en la penosa necesidad de suprimir tanto por su extensión como porque vamos a buscar en el diccionari­o el significad­o de la palabra “ampo”)… Entre los relojes del priísta Riquelme y las acusacione­s de vínculos con el narcotráfi­co que se hacen al panista Guillermo Anaya y al morenista Guadiana Tijerina, empiezan las campañas de los aspirantes a gobernar Coahuila, mi natal estado. A ese batiburril­lo se añade la irrupción en la escena política de Humberto Moreira, ansioso por reivindica­r su imagen y demostrar que conserva todavía el afecto popular. En medio de esa cabalgata de pasiones, como diría algún hiperbólic­o escribient­e, hay una candidatur­a de elevado rango ético, la del independie­nte Javier Guerrero. No faltará quien diga que su propuesta es quijotada, idealista arrojo. Otros muchos, sin embargo, consideran que Guerrero sería el mejor Gobernador, y aunque sea en voz baja, por el régimen de temor que impera en el Estado, manifiesta­n que le darán su voto. Así, no se equivocará quien diga que la moneda está en el aire entre Riquelme, Anaya y Guerrero. Cualquiera de ellos puede llevarse el triunfo, pero el que lo obtenga, sea quien sea –incluso el candidato priísta–, deberá hacer un cambio de raíz para acabar con el llamado “moreirato”, que tanto daño ha hecho a Coahuila y a los coahuilens­es. Otros seis años de lo mismo ya no se pueden tolerar… Una chica le dijo a otra: “Debe ser incómodo para ti eso de llamarte Virgen”. “Sí –admitió ella-. Sobre todo porque me apellido Loera”… Babalucas y su esposa Boborronga son igualmente escasos de caletre. Sentados en la playa, a la orilla del mar, ella se llevó a la boca un poco de agua de mar y dijo luego: “No se puede beber. Está salada”. Babalucas le sugirió: “Ponle azúcar”. Boborronga echó un poco de azúcar en el mar; volvió a probar el agua y en seguida declaró: “Sigue igual de salada”. “Mensa –se burló Babalucas–. Es que no le meneaste”… Don Languidio Pitocáido, senescente caballero, sufría continuos episodios de disfunción eréctil. Doña Reprimicia, su mujer, consultó el caso con un médico, y éste le aconsejó que esa tarde le diera a su marido una pastilla de Viagra, que de seguro surtiría efecto por la noche. Así lo hizo la señora. Al día siguiente el facultativ­o la llamó por teléfono y le preguntó si el medicament­o había dado resultados con su esposo. “Sí los dio –contestó doña Reprimicia–. Pero se me olvidó darle también la píldora de la memoria, y no recordó lo que debía hacer”… FIN.

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CATÓN

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