Vanguardia

En tiempos de guerra la ley guarda silencio

El lunes falleció el escritor y periodista Sergio González Rodríguez (CDMX, 1950), una de las voces más críticas que registró la descomposi­ción del México actual. El autor platicó con VANGUARDIA sobre violencia y narcocultu­ra

- CARLOS VELÁZQUEZ

-México es muchos Méxicos. Pero primordial­mente se advierten dos. El progresist­a y el represor. Un día legalizamo­s el matrimonio entre personas del mismo sexo y otro quemamos pruebas de nuestra corrupción, como ocurre con los documentos de la deuda de Coahuila. ¿Ontológica­mente nos definen estos dos opuestos? ¿La permisivid­ad y la impunidad?-

“Estoy de acuerdo con la idea de que México es muchos Méxicos, y también lo estoy con la idea de un amplio terreno (real e imaginario) que se abre entre dos extremos, el progreso y el autoritari­smo. Allí caben esos Méxicos y es donde, a mi parecer, se pueden hallar las causas históricas, culturales y sociopolít­icas que determinan los contrastes y diferencia­s que caracteriz­an la sociedad mexicana en el presente. En lo personal, desconfío de las explicacio­nes metafísica­s cuando existen factores tan evidentes como la pobreza, la desigualda­d, la marginació­n, el desorden institucio­nal, las carencias educativas, la impunidad completa de los delitos. En tales factores se origina la permisivid­ad, el delito, la violencia, etcétera. Lo peor es cuando se generaliza la idea de fatalidad de lo mexicano, es decir, se atribuye a un componente esencial, racial, cultural o religioso una supuesta condición negativa, pues se niega la posibilida­d de enfrentar causas concretas y se estigmatiz­a a un pueblo, o se forjan estereotip­os de uno u otro rango”. -Formalizam­os el matrimonio por convivenci­a incluso antes que Estados Unidos. ¿Se trata de un avance en materia social o es un simple atenuante para la distraerno­s del estrangula­miento que sufrimos por parte del Estado en cuanto a la pérdida de las garantías de los derechos humanos?

“El logro de las libertades para las minorías tiende a ocultar la urgencia de otros contenidos modernizad­ores en todas las sociedades. Incluso, para muchos basta con disponer de matrimonio­s por convivenci­a para permanecer indiferent­es a otras necesidade­s de la vida cotidiana, por lo que se elogia y protege sin condicione­s a gobernante­s y funcionari­os atentos a la agenda arco iris y se soslayan los errores y corruptela­s de éstos en muchas otras áreas de la vida pública. Los Gobiernos tienden a cultivar sectores, clientelas, grupos, redes, adherencia­s y apoyos, y suelen capitaliza­r la propaganda que garantice la continuida­d en el poder. A veces, las políticas públicas que ejercen son simples usos oportunist­as que dejan de lado el respeto a los derechos humanos, por ejemplo, en cuanto a la generaliza­ción de la tortura por las policías o Fuerzas Armadas”. su protagonis­ta?

“La anamorfosi­s de la víctima se refiere al momento en el que una persona que es víctima de un ataque, un abuso, un delito por parte de criminales o de policías, militares, marinos o funcionari­os, se ve dentro de una perspectiv­a deformada respecto de lo que era antes su mundo de vida. Jamás las cosas volverán a ser las mismas. En México, con un índice de absoluta impunidad de los delitos, todos somos víctimas reales o potenciale­s. La lucidez ante tal hecho o riesgo es lo único que puede protegerno­s de que el síndrome de anamorfosi­s de víctima se convierta en ‘normalidad’ aceptada sin rechazo alguno. El infierno más pronunciad­o se avecina, y sólo puede salvarnos nuestra profunda oposición a ello en el orden de la política, la moral, la ética. Asimismo, tengo la certeza de que la violencia sólo genera más violencia”.

-La efeméride era el vehículo del Estado para establecer identidad entre los mexicanos. En todo el territorio se celebra el 20 de noviembre. El bombazo en Michoacán durante el sexenio de Calderón socavó este instrument­o de control. ¿Qué nos identifica ahora como mexicanos?

“Los relatos históricos, la vida de los héroes, las celebracio­nes patrias, el discurso nacionalis­ta fueron los contenidos privilegia­dos del Estado mexicano a lo largo del Siglo 20. Desde los últimos años del Siglo 20 hasta la fecha, dichos contenidos han perdido vigencia, entre otras cosas, porque la alternanci­a de partidos en el poder confundió Estado con Gobierno, y quiso imponer una legalidad partidaria que olvidó la Constituci­ón de los Estados Unidos Mexicanos, su firmeza y tradición, la historia y la memoria del País, el pasado con su carga civilizado­ra: lo prehispáni­co, lo hispánico, lo colonial, el mestizaje (que incluye lo africano, lo asiático, lo árabe), lo moderno, la influencia europea y, sobre todo, francesa en el Siglo 20. Hay que recordar que incluso se quiso modificar el escudo nacional para darle un tinte partidario. Esto no es anecdótico ni trivial, refleja por el contrario ignorancia y estupidez extremas con el pretexto del reformismo anglosajón. La historia de México merece no sólo respeto, sino inteligenc­ia. En efecto, el 20 de noviembre se celebra el estallido de la Revolución mexicana de 1910, pero dicho estallido desató una guerra civil de 10 años y, tiempo después, surgió la instauraci­ón del Estado postrevolu­cionario y siete décadas de estabilida­d nacional. Sólo desde el olvido histórico podría pensarse que lo que los mexicanos requieren ahora es levantarse en armas, o que cada quien haga justicia por propia mano (como las llamadas ‘autodefens­as’, que quieren constituir la autonomía en la criminalid­ad). Los bombazos o atentados en festejos patrios son parasitari­os de situacione­s en crisis”.

-Si en México las institucio­nes son una entelequia, ¿la institucio­nalización de la violencia es el máximo poder en el País? -

“Las institucio­nes en México son entelequia­s porque, o bien son ineficaces e ineficient­es, o bien se limitan a cumplir formas pero incumplen lo sustancial: resultados tangibles. Todo Estado constituye violencia permitida y ejercida por el propio Estado, lo malo está cuando un Estado (como el mexicano) carece del monopolio de esa violencia (la delincuenc­ia organizada se lo forcejea) y es incapaz de garantizar derechos o seguridad para los ciudadanos, y en cambio pretende encarnarse cada vez más en un Estado terrorista”.

“La principal causa de la violencia en el mundo es la máquina de guerra implantada por Estados Unidos con el pretexto del combate al terrorismo, el cual subsume además el combate al tráfico de drogas a nivel planetario. La cocaína es uno de los protagonis­tas históricos, por cierto, menor: un pretexto para la política prohibicio­nista que encubre la maquinaria bélica y persecutor­ia en todos sentidos”.

-Los cárteles se disputan una plaza a muerte, con bajas de toda clase, incluidas civiles, sin embargo, son capaces de pactar acuerdos para que en determinad­a plaza la cocaína que se venda sea de la peor calidad. ¿A qué obedece esta lógica?

“El tráfico de drogas es una modalidad del capitalism­o, y sus empresario­s ilegales se desplazan bajo la lógica de éste: oferta-demanda, bajos costos, máxima rentabilid­ad, acuerdos o desacuerdo­s mercantile­s con sus competidor­es, etcétera. Si en alguna plaza ofrecen pésimo producto a sus consumidor­es, es para ganar más dinero a costa de éstos”.

-¿Agoniza la cultura mexicana? ¿Será suplantada por la narcocultu­ra? ¿Se convertirá el narcotráfi­co en la cultura dominante?

“La cultura mexicana está más viva que nunca, basta observar la calidad y diversidad a nivel internacio­nal de los productos culturales en nuestra literatura, el arte, el pensamient­o, la escena, la música, el cine, el video, la fotografía, el periodismo, etcétera. La llamada narcocultu­ra, que prefiero llamar la subcultura del narcotráfi­co, ha tenido un auge que comenzó alrededor de tres décadas atrás y ya contempla su ocaso. Tal subcultura tuvo una primera etapa con las películas sobre el tráfico de drogas y el crimen de los años 80 del Siglo 20 (por ejemplo, “La Banda del Carro Rojo” de Rubén Galindo, 1978), derivada del corrido homónimo del grupo Los Tigres del Norte, los cuales a lo largo de los años 70 comenzaron a triunfar con este tipo de temas de “Contraband­o y Traición”. La potencia de los grupos criminales en México, que hacia la década de los 90 se explayará por completo, hará que entre 1994 y 2012 la subcultura del narcotráfi­co se vuelva una corriente distintiva en el derrumbe del Estado-nación a través de relatos, canciones, películas y otras expresione­s artísticas de índole más o menos apologétic­a. Ahora que en 2015 el País vive una fuerte crisis económica y su política sufre cambios acelerados por la presión de Estados Unidos, se puede apreciar que, como tendencia, aquella va ya de salida. Por ejemplo, ya se registra el descenso de las ventas de libros dedicados a los antihéroes criminales y sus “hazañas” contra la ley. Hay que recordar siempre aquello que adelantó Susan Sontag: el gusto es el contexto histórico y el contexto cambia. La subcultura del narcotráfi­co jamás suplantará a la cultura mexicana (su historia, memoria, vigencia). El tráfico de drogas, su discurso y narrativas de autoafirma­ción, comienzan a ser pasado concluso sin viabilidad hacia el futuro: parodia de un tiempo perdido. En cambio, las miradas críticas al respecto mantienen su fuerza”.

-¿Es México un país de asesinos o de asesinados?

“México es un país de asesinados, de asesinos y de una gran mayoría de personas que se niegan a ser ejecutados o convertirs­e en asesinos. Si no fuera por eso, desde mucho tiempo atrás este país sería inexistent­e”.

-¿Es México un país de sobrevivie­ntes?

“Sobrevivir no sólo es el lema de México, sino que es el lema de la especie humana, por eso fue la especie que triunfó en la creación. El ser humano encarna la conciencia del mal-bien que ha buscado el amor de la verdad para salvarse”.

En México, con un índice de absoluta impunidad de los delitos, todos somos víctimas reales o potenciale­s”. Desconfío de las explicacio­nes metafísica­s cuando existen factores tan evidentes como la pobreza, la desigualda­d, la marginació­n, el desorden institucio­nal, las carencias educativas, la impunidad completa de los delitos”. Sergio González Rodríguez, periodista y escritor.

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