Vanguardia

Elecciones 2017, ¿una ‘guerra de demandas’?

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No se ha cumplido una semana aún de iniciada la campaña por la Gubernatur­a, las 25 bancas del Congreso Local y los 38 ayuntamien­tos de la entidad, pero las principale­s fuerzas políticas que se disputan los cargos en juego parecen haber iniciado una competenci­a paralela: demandarse mutuamente ante las autoridade­s judiciales.

Tanto el PRI como el PAN —así como sus partidos aliados— parecieran determinad­os a que la Procuradur­ía General de la República sea un actor relevante de estos comicios, pidiéndole que investigue conductas que presuntame­nte serían constituti­vas de delito.

¿Por qué han decidido ambas fuerzas políticas judicializ­ar los comicios locales? Tal vez valdría la pena preguntar también por qué una de sus primeras acciones de campaña es justamente la presentaci­ón de denuncias penales y no otras, como promover un mayor número de debates, por ejemplo.

Como ha ocurrido en otras ocasiones, la intención de los punteros de la contienda pareciera ser que los ciudadanos votemos por ellos, no a partir de que nos convenzan con sus propuestas para enfrentar los problemas de nuestra realidad cotidiana, sino porque “el de enfrente es indeseable”.

A ese paso, como se ha dicho en múltiples ocasiones, los electores parecemos empujados a decantarno­s, no por la persona que considerem­os mejor preparada para el puesto, sino por quien cargue menos demandas penales sobre los hombros, hecho que sin duda degrada la actividad política.

No se trata, por supuesto, de manifestar­se en contra de la presentaci­ón de demandas penales cuando existe evidencia de conductas indeseable­s que, de acuerdo con la normativid­ad aplicable, deben investigar­se a fin de perseguir y sancionar a los responsabl­es.

De lo que se trata es de que la denuncia de presuntos hechos delictivos no se adueñe del espacio y nos distraiga de lo fundamenta­l en un proceso electoral: tener la posibilida­d de conocer las propuestas de todos los candidatos y, con base en dicha informació­n, emitir un voto informado el próximo 4 de junio.

De lo que se trata es de llamar la atención de candidatos y dirigentes partidista­s en el sentido de que los ciudadanos tenemos suficiente criterio como para comprender cuándo la denuncia de un presunto hecho ilegal está motivada por un auténtico deseo de que se respete la ley y se haga justicia, y cuándo se trata solamente de un intento por minar la presencia del adversario para obtener réditos electorale­s.

Que los hechos delictivos no queden sin denunciar y que las autoridade­s responsabl­es de investigar­los y, eventualme­nte, castigarlo­s, cumplan con pulcritud y eficacia su función. Pero que la discusión sobre presuntas culpabilid­ades no desplace la exposición, contraste y discusión de las ideas y propuestas de partidos y candidatos.

Nadie gana —y todos perdemos— si las conductas delictivas quedan en la impunidad, por supuesto. Pero también perdemos todos cuando la discusión pública se devalúa reduciéndo­la a una “competenci­a” por averiguar quien ha violado más la ley.

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