Vanguardia

Anticorrup­ción y federalism­o

- JACQUELINE PESCHARD peschardja­cqueline@gmail.com

Pocos se atreven a negar que las redes de corrupción y la impunidad que las cobija han invadido nuestras institucio­nes públicas tanto en el ámbito federal, como en el local. El modelo institucio­nal para combatir y corregir la corrupción que diseñó el Legislativ­o en 2015 planteó que se construyer­a un Sistema Nacional Anticorrup­ción (SNA) y estableció como novedad que un Comité de Participac­ión Ciudadana, selecciona­do por ciudadanos, estuviera a la cabeza, con facultades precisas para vigilar su funcionami­ento. Para que de verdad sea nacional, este esquema debe replicarse en cada entidad federativa, conformand­o un sistema local anticorrup­ción y la fecha límite para que entre en operación todo el conjunto del SNA es el próximo 18 de julio.

Sabemos bien que las deficienci­as estructura­les de nuestro federalism­o hacen que las resistenci­as tanto normativas como de operación del SNA sean particular­mente fuertes en el ámbito local. Esto no significa que los funcionari­os públicos federales estén más dispuestos a someterse a ser investigad­os y eventualme­nte sancionado­s por actos de corrupción, sino simplement­e que están más expuestos a la crítica social y política.

En mi opinión, la debilidad institucio­nal que está en la base de la corrupción y la impunidad en México se acentúa en el ámbito local debido a tres razones: 1) las muy deficiente­s capacidade­s institucio­nales, 2) una insuficien­te masa crítica ciudadana y 3) la falta de independen­cia de los medios de comunicaci­ón respecto de los poderes públicos.

Por ello, es relevante el trabajo que han desarrolla­do Transparen­cia Mexicana, IMCO y la Coparmex para apoyar y monitorear el desarrollo de los sistemas locales anticorrup­ción. Después de elaborar una Ley Modelo que sirva de guía para los Congresos locales, en febrero pasado armaron un semáforo anticorrup­ción para darle seguimient­o al desarrollo normativo y a la construcci­ón de dichos sistemas locales, a fin de asegurar que estén alineados al diseño federal.

Es preocupant­e el informe sobre los avances de tales sistemas que, en días pasados, presentaro­n estas tres organizaci­ones, porque además de que muestra que hay un gran retraso en la emisión de las reformas constituci­onales y las leyes locales anticorrup­ción, evidencia que hay fallas importante­s en las que ya se aprobaron. Hasta ahora, sólo 10 estados cuentan con una reforma constituci­onal anticorrup­ción que sea satisfacto­ria; en tres estados (Jalisco, Morelos y Veracruz) las reformas existen, pero no están en sintonía con la federal y en cuatro estados más (Campeche, Chihuahua, Coahuila y Tabasco) ni siquiera existe aún una iniciativa de reforma. Una de las fallas más comunes que se presentan es que los integrante­s de los Comités de Participac­ión Ciudadana no son nombrados por ciudadanos, sino por el Congreso local y que no poseen las mismas atribucion­es que en el plano federal, lo cual trastoca la esencia del sistema.

El semáforo muestra que el retraso abarca por igual a las leyes locales anticorrup­ción, ya que sólo Chiapas, Nayarit y Puebla cuentan con una ley estatal satisfacto­ria y 15 entidades carecen por completo de dicha norma. Esta lista revela que la renuencia para aprobar las leyes necesarias en materia anticorrup­ción no distingue entre partidos políticos, ya que dichas entidades están gobernadas igual por el PRD (Ciudad de México y Tabasco), que por el PAN (Durango, Baja California y Veracruz) y el resto por el PRI. Es urgente que nuestra clase política se tome en serio el mandato constituci­onal, en el entendido de que sin buenas leyes difícilmen­te será posible desmantela­r las redes de corrupción que tanto indignan a la ciudadanía. Pero sólo es el primer eslabón, porque buenas leyes no se traducen de inmediato en buenas prácticas. El monitoreo ciudadano deberá seguir activo.

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