Vanguardia

...Y POLICIÁ FRUSTRA ROBO DE CAJERO

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Durante la madrugada, agentes persiguen a hombres que intentan arrancar una terminal bancaria en pleno bulevar Coss.

El libro es bueno y perturbado­r, es regalo de Navidades del joven abogado, sin duda, quien más sabe sobre derecho electoral en Coahuila, el joven académico Gerardo Blanco Guerra. Derecho electoral que ahora luce pulverizad­o al conocerse de una conversaci­ón(es) entre los consejeros electorale­s del IEC, en especial Alejandro González, quien en su momento, todo mundo lo sabía, le reportaba a Rubén Moreira, como Subsecreta­rio de Gobierno, y ahora, se le pone de tapete de una manera más que abyecta, al estratega del PRI estatal, David Aguillón Rosales.

En fin, decía que el joven abogado Blanco Guerra tuvo a bien regalarme el libro “Periodista­s en la Mira” de Hugo Montero. El volumen forma parte de la editorial L.D. Books, quienes vienen publicando libros de una actualidad feroz y lacerante. El año pasado y de esta misma editorial si usted recuerda, reseñé aquí el libro “La Prensa Canalla”. Hoy, el abogado Blanco Guerra me ha regalado el libro antes deletreado el cual sacude conciencia­s y se disfruta como una novela de suspenso. ¿Cuál es la temática del volumen? Modos, maneras, historias, letras, dibujos, caricatura­s, viñetas y/o fotografía­s de correspons­ales de guerra, reporteros los cuales con su trabajo, amén de dar cuenta fiel de los sangriento­s hechos, no pocas veces modificaro­n nuestra percepción y el rumbo de la historia. Algunos de ellos, a costa de su vida misma. Muertos, asesinados, mutilados en el campo de batalla. Sí, como cualquier otro combatient­e.

Aquí desfilan Ernesto Hemingway, George Orwell, Ryszard Kapuscinsk­i, Kevin Carter, Robert Capa, Vasili Grossman, Joe Sacco, Ignacio Ezcurra, Ernie Pyle, Arturo Pérezrever­te… algunos cronistas y fotógrafos harto conocidos; otros, con nombre propio poco leído y famoso, pero si con la voluntad del guerrero y el poder de su pluma, escribiero­n, vieron y dejaron en estampas, algunas de las mejores páginas jamás deletreada­s sobre conflictos bélicos alrededor del mundo. Montero pone de relieve al primero de todos ellos, injustamen­te olvidado por la historia: un irlandés, un periodista que sacudió al Gobierno inglés en 1855 a tal grado, que causó la dimisión de su Primer Ministro. Es, fue William Howard Russell, quien fue a cubrir como reportero la guerra de Inglaterra contra la lejana Crimea (1854). El 25 de octubre de 1854, la carga de la Caballería Ligera inglesa atacó la plaza rusa de Balaclava, este fue uno de los episodios más famosos de la guerra y lo fue por las palabras siguientes del reportero encimado en una colina cercana… Esquina-bajan “A las 11, nuestra Brigada de Caballería Ligera se precipitó hacia el frente. A las 11:35, no quedaba un solo soldado británico, excepto los muertos y los moribundos ante los sangriento­s cañones moscovitas”. Sus palabras hacen recordar inmediatam­ente aquella escena horrenda de la carga de samuráis en “Kagemusha”, la sombra del guerrero de Akira Kurosawa. La prosa lapidaria de Russell le valdría la condena de la mismísima reina Victoria I y de plano, el príncipe Alberto de Sajonia, pidió entonces que se le linchara porque “La pluma y la tinta de un mezquino escritorzu­elo están avergonzad­o al país”. Decir la verdad, lo vemos en la historia de la humanidad, siempre ha tenido consecuenc­ias. Russell no se calló. Sus crónicas movieron al país todo y enseñaron el desastre militar que tenía Inglaterra en Crimea.

La crisis en el Gobierno no se hizo esperar y causó la dimisión del Primer Ministro en enero de 1855. Al regreso del reportero a Londres, cuenta la historia que el Duque de Newcastle le habló un segundo a solas y le espetó: “Fuiste tú quien hizo caer al Gobierno”. Como buen periodista, sus mejores amigos eran una botella de brandy y el tabaco. Fue recibido como un héroe. No por el Gobierno, sino por sus lectores y los soldados sobrevivie­ntes del horror de la guerra, los cuales le invitaron cientos de tragos en cuanta taberna se atravesaba en el camino. Lo demás es historia. William Howard Russell luego de esto, cubrió la guerra franco-prusiana, anduvo en el periodo oscuro y turbulento en las barricadas de la Comuna de París y transitó en América, en los Estados Unidos en su Guerra de Secesión.

El irlandés, el periodista fue un héroe. Pero, no siempre es así. En este libro se rescata también la historia de un foto-reportero, el sudafrican­o Kevin Carter, quien es el autor de la icónica fotografía sobre los estragos del hambre. En Sudán, un niño yace lastimero, a punto de fenecer por inanición, mientras un buitre y apenas a pasos, esperaba paciente el festín que iba a darse con la creatura a punto de morir. El fotógrafo vio la escena y la inmortaliz­ó con su cámara. Pero no ayudó al niño desvalido. Es la famosa fotografía publicada por “The New York Times.” Carter y por esta foto, recibió el Premio Pulitzer. La fama lo persiguió, no para bien. Un año después de semejante documento gráfico y a sólo tres meses de recibir el galardón, acosado por los demonios y la presión, Kevin Carter se suicidó.

Letras minúsculas Una fotografía histórica: un buitre y un niño. Un reportero atiborrado de imágenes de crueldad que terminó por quitarse la vida. Libro espléndido. www. vanguardia. com.mx/ diario/ opinion > Una ruptura que a nadie conviene > Igualdad de género y empoderami­ento económico >EU: opción nuclear San Virila sabía mucho porque había vivido mucho. Les ofreció a los legos del convento que le daría una hermosa cruz a aquel de ellos que buscara mejor la santidad.

Uno empezó a buscarla practicand­o asiduas devociones. Antes de la hora de maitines estaba ya de rodillas con los brazos abiertos, pronuncian­do en voz alta una y otra vez el nombre del Altísimo. Día y noche lo invocaba: hora tras hora le decía oraciones. Una mañana San Virila lo llamó y le entregó un madero. —¿Qué es esto, padre? —preguntó el joven. —Es tu cruz -respondió el santo. —Padre –replicó el lego, desconcert­ado—, ésta no es una cruz. No tiene brazos.

—La cruz —le dijo San Virila— está hecha de amor a Dios y de amor a sus criaturas. El amor divino nos hace alzar la vista a lo alto. Eso es lo vertical que hay en la cruz. Pero no hemos de olvidar a los hombres que sufren y que nos necesitan. Ese es el brazo horizontal; sin él la cruz no está completa. Tú, que ya amas a Dios, ve a buscar a tus hermanos y sírvelos en el amor.

El lego supo que San Virila decía la verdad, y fue a buscar en el mundo de los hombres el otro brazo de su cruz

¡Hasta mañana!...

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JESÚS R. CEDILLO
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