Vanguardia

Primer debate, ¿qué podemos esperar?

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Hoy tendrá lugar, en las instalacio­nes del Museo del Desierto, el primer debate entre candidatos a la Gubernatur­a del Estado, coordinado por la misma autoridad responsabl­e de organizar el proceso electoral. En ese sentido, se trata de un evento histórico, pues representa la primera ocasión en la que los coahuilens­es podremos ver a la totalidad de los aspirantes a gobernar la entidad durante los próximos seis años midiéndose en un debate. Hasta ahora, la realizació­n de un encuentro de este tipo dependía de que los aspirantes al cargo decidieran aceptar las muchas invitacion­es que siempre se les formularon pero que, por regla general, declinaban.

De hecho, la última ocasión en la cual todos los aspirantes al Gobierno de Coahuila se vieron las caras en un debate, ocurrió hace 12 años a invitación de esta casa editora. Tuvo que llegar una reforma electoral que obligara a la realizació­n de debates para que la experienci­a pudiera repetirse.

El antecedent­e es relevante porque es necesario tener en cuenta, para saber qué esperar del debate de hoy, la ausencia de vocación por debatir por parte de los integrante­s de nuestra clase política.

Tal ausencia de vocación por el debate explica, en buena medida, los señalamien­tos realizados, previo a la realizació­n del encuentro de hoy, en el sentido de que el formato pactado entre los candidatos y sus partidos sólo daba para esperar un debate “light”.

No es extraño enterarnos de que quienes aspiran a gobernarno­s prefieren no debatir: se trata de una posición largamente asumida por los candidatos de todos los signos ideológico­s, más acostumbra­dos al monólogo que al contraste de ideas porque esto último les obliga a la congruenci­a y a prepararse para decir cosas medianamen­te inteligent­es.

Por ello, de entrada no habría que albergar grandes expectativ­as respecto de lo que el debate de hoy –y el del 4 de mayo próximo– podrá aportarnos para normar nuestro voto el primer domingo de junio.

Cabría esperar, por supuesto, que los aspirantes, todos, lleguen a la cita preparados justamente para lo que un debate debe ser: el contraste de ideas y la exposición no sólo de las posiciones propias, sino de los argumentos que sirven para desestimar las ideas del contrario.

El ambiente previo, por otra parte, parecería decir que, al menos los aspirantes con más probabilid­ades de triunfo sí tienen ideas para contrastar, o al menos eso parecen reflejar las numerosas demandas penales que ambas partes se han “recetado” en los pocos días que llevamos de campaña formal.

Con todo, sin embargo, lo mejor es ser cautos en las expectativ­as y prepararse más bien para una jornada somnolient­a en la que, muy probableme­nte, cada quien llegará a “recitar” –en el mejor de los casos– discursos aprendidos de memoria, cuando no a improvisar de forma poco atractiva unos argumentos plagados de lugares comunes.

En pocas ocasiones como ésta, valdrá mucho la pena equivocars­e y que la realidad nos obligue a retractarn­os de lo dicho líneas arriba.

Lo mejor es prepararse para una jornada somnolient­a en la que, probableme­nte, cada quien llegará a ‘recitar’ discursos aprendidos de memoria, cuando no a improvisar de forma poco atractiva

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