Vanguardia

La opción de Yarrington

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La detención de Tomás Yarrington en Florencia culminó una larga investigac­ión de Estados Unidos e Italia a la cual se le sumó hace unos meses México, como actor de reparto. Acusado en una Corte Federal en Texas de ser parte orgánica del Cártel del Golfo y de Los Zetas –hoy enfrentado­s-, el único lugar donde quizás se sintió protegido era esa nación mediterrán­ea donde hace más de una década los cárteles mexicanos forjaron una alianza con la mafia calabresa Ndrangheta, la organizaci­ón con más poder y dinero de Sicilia. Su captura hizo resurgir las dudas sobre qué tanto el gobierno mexicano tiene un pacto con el narcotráfi­co. Después de todo, a Yarrington lo protegió el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto claramente por al menos tres años.

La actitud del gobierno cambió hace unos meses, seis años después de que la averiguaci­ón de la PGR contra Yarrington fuera congelada. El expediente se inició en 2009, cuando la Subprocura­duría Especializ­ada en Investigac­ión de Delincuenc­ia Organizada abrió la indagatori­a 12. La entonces procurador­a, Marisela Morales –hoy cónsul en Milán, a unas tres horas de donde fue detenido el tamaulipec­o-, tenía instruccio­nes del presidente Felipe Calderón de investigar a todos los gobernador­es priistas bajo sospecha de tener vínculos con el narcotráfi­co. Morales se centró en los tamaulipec­os, donde estaba el gran hoyo negro, y en Fidel Herrera, de Veracruz.

“El narcotráfi­co se instaló en Tamaulipas desde el gobierno de Cavazos”, decía uno de los colaborado­res más cercanos de Calderón en sus tiempos de Los Pinos, refiriéndo­se al hoy senador Manuel Cavazos, a quien nunca le pudieron probar nada. Cavazos fue uno de los mentores de Yarrington, quien lo sucedió en el cargo. La obsesión contra los gobernador­es priístas en Tamaulipas era tan grande que poco después del asesinato del candidato del PRI a la gubernatur­a, Rodolfo Torre Cantú, en 2010, el presidente Calderón le dijo al entonces gobernador Eugenio Hernández: “El asesinato lo cometieron ustedes, los priistas”.

Nunca profundizó en la acusación, y tiempo después la PGR encontró que los autores materiales del asesinato habían sido miembros del Cártel del Golfo, del cual Yarrington ya era uno de sus líderes. En ese crimen participó también –esta línea de investigac­ión se mantiene en secreto-, un capitán de la Marina que fue reconocido entre el comando que asesinó a Torre Cantú en Ciudad Victoria.

Calderón no continuó la persecució­n de los gobernador­es priistas que inició a la mitad de su sexenio, pese a las protestas de la procurador­a Morales que, con autorizaci­ón o no del entonces presidente, viajó varias veces a San Antonio para proporcion­ar la informació­n que tenía la PGR a la Corte Federal de Texas que investigab­a a Yarrington. El caso contra el exgobernad­or, el más fuerte que ha habido en contra de un político mexicano, tuvo mucha informació­n de la PGR, y sirvió en Estados Unidos para procesar toda la red de complicida­des de Yarrington.

La investigac­ión se empezó a construir con informació­n de un testigo protegido de la PGR conocido como “Oscar”, quien detalló cómo funcionari­os estatales y municipale­s en Tamaulipas recibían dinero del Cártel del Golfo a cambio de protección. Según “Oscar”, identifica­do años después como César Eduardo García, colaborado­r del exjefe del cártel, Osiel Cárdenas, el dinero lo entregaba Juan Carlos González, el expolicía ministeria­l en Matamoros y uno de los principale­s operadores de Eduardo Costilla, “El Coss”, jefe del Cártel del Golfo hasta su captura en 2012. A las imputacion­es de “Oscar” se añadieron las del empresario Antonio Peña Argüelles, quien fue intermedia­rio de Yarrington con Los Zetas.

Peña Argüelles fue sentenciad­o en la Corte Federal texana en 2014, y a cambio de colaborar con las autoridade­s, fue sentenciad­o a sólo dos años y medio de cárcel por los delitos de lavado de dinero y vínculos con el narcotráfi­co. La PGR desestimó todas las acusacione­s en su contra, las de Peña Argüelles y, sorprenden­temente, la del ex diputado local y exdelegado de la Sedesol en Tamaulipas, Luis Alonso Mejía García, quien dijo que Yarrington había recibido 80 millones de dólares del narcotráfi­co para su campaña electoral para gobernador en 1998.

La PGR de Peña Nieto no actuó en su contra, sino al contrario. En abril de 2013, el entonces procurador Jesús Murillo Karam, exoneró a Yarrington a Cavazos y Hernández, porque, afirmó, las acusacione­s de los testigos protegidos eran falsas. En seguida, canceló la orden de aprehensió­n existente en contra de Yarrington. Después de que Murillo Karam anuló esa orden, un juez federal, en confrontac­ión con el exprocurad­or, reactivó la acusación en el tribunal. Yarrington se amparó, y unos días antes de que fuera relevado Murillo Karam del cargo en marzo de 2014, otro juez federal le negó el amparo en contra de la orden de aprehensió­n por narcotráfi­co y delitos contra la salud.

Yarrington se fue de México en 2012 y vivió un tiempo en España, reaparecie­ndo en Italia, donde al comparecer ante un juez dijo que no quería ser extraditad­o a México. No había muchas posibilida­des de ello, en todo caso. Las acusacione­s contra él en Estados Unidos son amplias y sólidas, frente a la debilidad de las mexicanas, que hacían casi imposible que regresara a su país. Este miércoles, la PGR informó que Yarrington saldría deportado, pero a Estados Unidos. No son buenas noticias para el gobierno del presidente Peña Nieto, que admítalo o no, encubrió a un delincuent­e durante largo tiempo, y con quien compartirá invariable­mente el banquillo de los acusados. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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