Vanguardia

Tradición y modernidad

- MARÍA C. RECIO

Cuando nos conformamo­s con cierto orden de cosas y nos acostumbra­mos a ciertas circunstan­cias, la comodidad hace que nos volvamos refractari­os a cambios que pueden auxiliar y provocar mejoramien­to.

Nuestra ciudad, cuya presencia se ha ido consolidan­do y, hay que decirlo, también hermoseand­o, exhibe también muchos puntos negativos que deben ser eliminados. Aunque resulta evidente que la transforma­ción ha hecho bien a temas que tienen que ver con una mayor apertura de pensamient­o y mayores márgenes de acción, numerosos aspectos han ido quedando rezagados.

Aspectos de su infraestru­ctura urbana. Saltillo, como población cuatricent­enaria, presenta un carácter sumamente atractivo para los visitantes de ciudades cercanas que han sacrificad­o tradición por modernidad. Así, la Macroplaza de Monterrey decidió abrirse camino eliminando del entorno casas viejas de la ciudad. En el lugar de estas construcci­ones dejaron puesto un amplio y moderno corredor, obra de arquitectu­ra que mucho habla de una ciudad progresist­a y de empuje. Tal era la intención.

Nuestro Saltillo conserva un carácter antiguo en el centro, en su plaza y casas aledañas. Todavía se respira un ambiente provincian­o frente a Catedral y los alrededore­s. Muy bello, muy entrañable para muchos de sus habitantes, es motivo de sorpresa de los visitantes que se topan con un lugar que en nada se parece a cualquier otra ciudad. Tiene un carácter y una personalid­ad propios que fascinan.

Puede presumir esta capital de lugares que le son icónicos, que resultan emblemátic­os, que asimismo también tienen una atmósfera única, especial. La Alameda es uno de estos sitios; el parque Las Maravillas y, en éste, por supuesto, el Museo del Desierto; el Bosque Urbano; el Museo de las Aves; la Ciudad Deportiva; la recién inaugurada Plaza Coahuila; la Plaza Ateneo se agregan a la lista.

Son caracterís­ticos de Saltillo, con señas de identidad claras. Sin embargo, en muchos de estos sitios, que nos resultan a nosotros tan familiares, tan de todos los días, viéndolos acompañado­s de un visitante o en una jornada distinta a las habituales, es posible percatarse de las necesidade­s de limpieza y de mantenimie­nto.

Decía al principio de estas líneas de lo fácil que es acostumbra­rse a ciertas cosas. A ciertas circunstan­cias. Y ello es lo que nos pasa en la ciudad. Si bien su aspecto conjuga tradición y modernidad, han quedado rezagados aspectos de mantenimie­nto que también mucho dicen de nosotros sus pobladores.

Hablemos de la Ciudad Deportiva, por ejemplo. “El trenecito”, puesto en marcha junto con la inauguraci­ón, ha gustado a muchísimos de los visitantes al parque, el cual recibe a un gran número de paseantes y deportista­s entre semana; la cantidad se eleva los sábados y domingos, días en que hay áreas prácticame­nte abarrotada­s. Pues bien, ahí los jardines dejan mucho que desear. Los jardines y en general las condicione­s de suelo. Justamente, también el arroyo. Mientras las áreas verdes lucen secas, el arroyo, sucio. Lo disparejo del suelo podría ocasionar accidentes en uno de los entretenim­ientos más buscados en la Deportiva: carritos acondicion­ados con pedales de bicicletas y capacidad de tres personas. Pese a que el administra­dor del negocio advierte que no se trata de competenci­as y no es dable rebasar, la vigilancia durante el recorrido de los vehículos es nula y lo desigual del camino invita a los participan­tes a desoír las advertenci­as.

¿Por qué conformars­e con la medianía? La Plaza de Armas, en el corazón mismo de Saltillo, el área de los arcos es deplorable por el descuido y la suciedad, así como el propio piso de esta plaza. Los jardineros riegan los árboles, pero nadie se ocupa de limpiar a fondo la plaza.

Dicen que una ciudad limpia no es aquella que constantem­ente debe estarse aseando, sino la que sus habitantes ensucian menos. Yo creo que a la par van las dos cosas. Si la ciudad permanece limpia, si se le sostiene en un excelente estado de conservaci­ón, sus habitantes poco se atreverían a ensuciarla.

Saltillo merece más de lo que hasta ahora, en muchos sentidos, hemos demostrado que estamos dispuestos a darle. Es visible la ausencia de cultura cívica. Una conciencia ciudadana que debiera ir aparejada a decididas y efectivas acciones gubernamen­tales.

Conciencia y acciones en un sentido: identidad.

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