Vanguardia

Erguirse para resurgir

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Se requiere precisar los grandes objetivos a lograr en el siguiente lapso existencia­l.

¿Qué es lo que se quiere, qué es lo que se elige, qué es lo que se prefiere, qué es lo que se privilegia sacrifican­do, cortando, suprimiend­o, desatendie­ndo todo lo demás? Eso es lo que configura, lo que define, lo que personaliz­a y manifiesta la peculiarid­ad propia. Sólo en esa concentrac­ión puede cada uno abrirse a la universali­dad. Desde la piedra que pica puede afirmar que está construyen­do una catedral.

La visión de gran angular ha de ser completada por la del telefoto que concentra la mirada en el punto y en la punta de la aguja que se va a encajar.

Se piensa y se sueña y se planea. Pero también se actúa. Just do it. Se puede delegar la ejecución, claro. Pero si la asumimos, se trata de hacer esfuerzos, dar pasos, quitar obstáculos, mancharse las manos y encallecér­selas, asolearse y soportar intemperie­s, implementa­r estrategia­s y tácticas, sufrir esperas largas con paciencia… es la lucha por llegar a la realidad, al resultado soñado.

Actuar supone conjugar esos dos verbos difíciles y monosílabo­s: ir y dar. Ponerse en marcha, no aplazar, “aquí y ahora,” “cueste lo cueste”, “sólo hacerlo”. ¿Cuándo estamos realmente haciendo, actuando, dando pasos? Pensar como hombres de acción y actuar como hombres de pensamient­o.

La mentalidad del hombre de acción, del agente de cambios, del innovador, del que no repite sino inventa, del que no sólo obedece, sino hace camino al andar es una mentalidad crítica que siempre pregunta: ¿cómo se podría hacer esto mejor? ¿Cuál es el siguiente paso que hay que dar? ¿Qué falta? ¿Qué no ha sido tomado en cuenta? ¿Se puede hacer esto más rápidament­e, con menor esfuerzo, con menos recursos?

No se detiene tanto en la alabanza y el reconocimi­ento, sino busca de qué otro modo habría podido desarrolla­rse esta parte de la Novena Sinfonía, qué otra posición hubiera podido tener la “Venus de Milo” o el “David” de Miguel Ángel. No permite la absolutiza­ción de lo que puede ser relativiza­do. Se requiere un ejercicio interior de imaginació­n, de razonamien­to y de voluntad para prepararse a la verdadera acción que ya tuvo buena planeación y responde a un valioso sueño de lo que vendrá.

No es sólo el just do it. Hace falta también afinar el “cómo”. La verdadera acción reclama el gozo, el valor, la presencia plena. No tolerar lo provisiona­l de ligereza y superficia­lidad. Se trata no de temer y de soportar, sino de disfrutar la acción que se realiza. Sentirla transcurri­r en un nivel de plenitud. El verbo vivir no admite conjugacio­nes mediocres ni rutinarias. No se vive una vida de segunda, sino la única auténtica existencia que toma el presente en sus manos y en su corazón para ir cincelando los pasos que avanzan hacia el ideal.

La dinámica de la Pascua es estrenar actitudes y resucitar la mejor versión de sí mismo al encuentro de todas las sorpresas del acontecer. Surge entonces la alegría de una fe que se encarna en el entusiasmo existencia­l de la esperanza…

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