Vanguardia

Mientras unos debaten...

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a cuál irle:

En primer lugar, necesariam­ente, el candidato oficial, un ente tan grisáceo, tan parco y tan ajeno a la sonrisa como ambiguo en sus posturas, aunque buenísimo para desentende­rse de cualquier cuestionam­iento contra el régimen que lo postula.

Su principal opositor, tal y como les gusta en su partido, alguien que en apariencia no rompe un plato pero está igual de aferrado a la búsqueda del Poder como la mafia política que dice combatir.

Un “independie­nte” que tardó casi 40 años en percatarse de que la organizaci­ón en la cual militó, brilló y prosperó era perversa. Y recién descubre que era un despropósi­to ser su devoto colaborado­r. Si a esa velocidad carbura, me la pensaría dos veces.

Una señora que nos viene con el josefinian­o argumento de “¡porque soy mujers!”, lo cual ya no consigue en estos días ni un buen tratamient­o ginecológi­co. Y todas sus incendiari­as palabras se extinguen cuando recordamos que esta dama es la cacica (sí existe, ya lo consulté) de su propio partido, además de sostener un tórrido comadrazgo con el perpetrado­r de la catástrofe estatal.

Otro independie­nte, cuyo discurso sería medianamen­te verosímil si no estuviese marcado en su linaje también por el dedo infecto del Partido Oficial que ha enriquecid­o a un puñado de familias en la comarca.

Y el viejo rico del pueblo, cuyos recursos como empresario no subsanan su falta de tablas y de astucia política. Con este súper elenco entiendo que era difícil resistirno­s, pero ya ve que como buenos ciudadanos atendimos al debate y lo desmenuzam­os, no sin antes congratula­rnos por lo fortalecid­a que está nuestra democracia a últimas fechas: (“¡Pues entró en coma, pero al menos ya se le paró esa tos que no le dejaba dormir!”).

La cosa es que mientras nos regocijába­mos de tener un sistema político-electoral que alienta el debate, el intercambi­o de opiniones y la libre discusión de las ideas, otras fuentes reportaban un hecho más bien discreto: la exoneració­n que Humberto Moreira recibió de la administra­ción de su hermano y sucesor, Rubén Ignacio.

Esta acción exime al exmandatar­io y actual aspirante a una diputación plurinomin­al por el Partido Joven de Coahuila de todo lo relacionad­o con el desvío de recursos y enriquecim­iento ilícito que en Coahuila jamás ha ocurrido.

Por supuesto, para nadie fue una sorpresa enterarnos de que un hermano absolviera al otro, pero sí llamó la atención la celeridad con que se le otorgó esta favorable sentencia, así como la falta de diligencia con que se investigó el caso.

Aunque nada debería alegrarnos tanto como el hecho de saber que esta absolución fue de fundamenta­l relevancia, capital para que Humbertito librara también su aprehensió­n en la Madre Patria. ¡Benditos sean los hermanos Moreira! Nuestros candidatos podrán echar todas las bravatas en contra de este hediondo régimen de corrupción que nos tiene embargados en lo económico y arruinados en lo moral.

Pero al igual que con el resto de las promesas, no basta con que vengan a espetarnos una sarta de obviedades y lugares comunes.

Necesitan ser más puntuales: digan dónde, cuándo y de qué forma piensan ejercer la acción de la Ley y la Justicia contra quienes nos jodieron de vaya manera.

¿Quieren nuestro voto? Olvídense de la mezquindad de sus ambiciones y alíense en un frente común si en verdad es su interés el bien colectivo, mismo que sólo se conseguirá si primero expulsamos al PRI y derrocamos al infame “moreirato”.

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