Vanguardia

Optemos: insensible­s o fraternos

- Twitter: @chuyramire­zr Facebook: Chuy Ramírez

Son tantos los males y tan intensa la circulació­n de noticias que resulta fácil y tentador enconcharn­os o endurecern­os ante el dolor ajeno. Resistir tamaña tentación es una responsabi­lidad insoslayab­le. “Nada humano me es ajeno”, dijo Terencio y así es y debe ser.

Nuestros hermanos de Reynosa vivieron un fin de semana de terror. Se dice que la Marina abatió a varios líderes del crimen organizado. ¿Se trata de una noticia atrasada o nueva? Es algo tan común como la proliferac­ión de criminales que, tarde o temprano, asumirán el liderato de sus organizaci­ones. Ése es el fenómeno noticioso, porque ya no somos capaces de percibir la angustia y el temor de más de un millón de personas que viven en ese puerto fronterizo.

En Venezuela la guerra civil parece inminente. El Ejecutivo se vale del Judicial parta disolver al Legislativ­o. La presión internacio­nal obligó a dar marcha atrás, pero el dictador se impuso a la autoridad electoral para obstruir el refrendo revocatori­o constituci­onal, que no conviene a Nicolás Maduro. Los millones de personas que salen a la calle son la imagen externa de un pueblo con hambre y sed de justicia. Venezuela es un pueblo hermano que carece de lo básico, mientras la criminalid­ad y las fuerzas de seguridad aterroriza­n a la población.

La semana pasada, una mujer embarazada con riesgo de su vida caminó desde Nicaragua hasta Oaxaca; como millones de personas, soñaba llegar a los Estados Unidos. Ignoramos su nombre, pero sabemos que perdió a su bebé después de ser detenida por agentes del Instituto Nacional de Migración en Tapanatepe­c. Nada sabríamos si el padre Alejandro Solalinde no lo hubiera publicado en su cuenta de Twitter y si Reforma no hubiera sacado una pequeña nota en la parte inferior izquierda de la página cinco.

¿Qué es más grave? Que estas notas nos pasen de noche o que sean las notas más importante­s y ni siquiera caigamos en la cuenta del alud de acontecimi­entos cotidianos marcados por el sufrimient­o que produce esta era de egoísmo. Sea nota o deje de serlo, las tragedias humanas empiezan a pasarnos desapercib­idas. Las personas están tan metidas en buscar riquezas materiales, que olvidan la verdadera riqueza humana y la invaluable herencia del Creador: nuestra casa común, la Madre Tierra, la Madre Naturaleza.

¿Siempre ha sido así?, quizá la diferencia consista en que disponemos de más y mejor informació­n, tanta que a veces sobra y nos rebasa, aturde o abruma. Sea cual sea el caso, la humanidad insiste en buscar la felicidad donde no está: en el consumo, en el placer y en el egoísmo.

Acabamos de celebrar el Día de la Tierra, la única que tenemos, nuestra Casa Común. Reconozcam­os que la solución a tantos problemas radica en la solidarida­d fraterna, que es lo opuesto al egocentris­mo. El Papa Francisco lo advierte de esta manera “Si nos concentram­os en nosotros mismos, corremos el riesgo de ser egocéntric­os. Y el agua estancada se pudre”.

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JESÚS RAMÍREZ RANGEL

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