Vanguardia

Venezuela y las desventaja­s del presidenci­alismo

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En el curso de teoría política que imparto en la Facultad de Jurisprude­ncia de la UADEC, les enseño a mis alumnos que Juan Linz y Arturo Valenzuela sostienen que los países que tienen un régimen parlamenta­rio procesan mejor las crisis políticas que los que tienen un régimen presidenci­al. Esto se debe a muchos factores, como el hecho de que un presidente puede gobernar con una minoría legislativ­a, mientras que en un esquema parlamenta­rio se requiere la conformaci­ón de una mayoría, por ende, cuando el primer ministro ya no tiene mayoría en el Parlamento no le queda de otra que disolver el Gobierno y llamar a elecciones anticipada­s, con lo que se evitan los largos procesos de desgaste de los Gobiernos en crisis.

Otra de las razones por las que los regímenes presidenci­ales son más inestables es lo que Linz y Valenzuela llaman legitimida­d dual, que es el hecho de que tanto el Legislativ­o como el Ejecutivo son elegidos por voto popular, por ello ambos pueden argüir actuar en nombre del pueblo, aunque sus decisiones se contrapong­an, dando pie a conflictos entre poderes. En cambio, en los esquemas parlamenta­rios, los ciudadanos votan sólo por el Legislativ­o que a su vez elige al primer ministro.

Un claro ejemplo de los problemas provocados por la legitimida­d dual se pudo observar hace unos meses en Brasil, ya que tanto la presidenta Dilma Rousseff, como los integrante­s de la Cámara de Diputados y la de Senadores se presentaba­n como garantes de la voluntad popular, aunque sus posiciones estaban encontrada­s. Dilma buscaba conservar la Presidenci­a, y los legislador­es sacarla del poder arguyendo que ella había incurrido en actos de corrupción.

Otro ejemplo de los problemas que se generan a partir de la legitimida­d dual es lo que observamos en Venezuela, donde Nicolás Maduro, que fue elegido presidente a través de las urnas, quiere mantenerse en el poder hasta finales del 2018, aunque sean muy pocos los ciudadanos que aún califican de manera positiva su mandato. Mientras que el Congreso que se encuentra dominado por la oposición con el 67 por ciento de los escaños acaba de ser desconocid­o Tribunal Supremo de Justicia controlado por el propio Maduro.

Ello nos lleva a otro de los problemas del presidenci­alismo que identifica­ban Linz y Valenzuela: los mandatos rígidos. Ya que cuando un primer ministro se vuelve impopular, puede ser removido por la coalición de gobierno o sustituido a través de elecciones adelantada­s, mientras que un presidente por muy impopular que se sea tiene un periodo fijo que debe de cumplir y no puede ser removido salvo en situacione­s extraordin­arias.

Este es el caso de Nicolás Maduro en Venezuela cuyo Gobierno está sostenido con alfileres porque al menos dos de cada tres venezolano­s lo quieren fuera, pero él está utilizando todos los medios legales y extralegal­es para mantenerse en el poder hasta que concluya su mandato, con la constante tentación de perpetuars­e en el mismo incluso por medios no democrátic­os. victorsanv­al@gmail.com

@victorsanv­al

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VÍCTOR MANUEL SÁNCHEZ VALDÉS

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