Vanguardia

Café Montaigne 17

¿Tiene usted alguna amiga o amigo así, el cual le repite incansable­mente que todo es cuestión de ser ‘positivo’ y ‘echarle ganas’ para salir adelante? ¿No le harta este tipo de gente?

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¿Estoy amargado como mi café que he bebido sin cesar esta mañana de abril en la cual pergeño estas líneas? Imagino que sí. ¿Soy feliz? Sí y no. No hay contradicc­ión de por medio. Y si he de ser honesto, estoy más amargado que feliz. ¿Debo de tener una sonrisa, como The Jocker, tatuada todo el tiempo a mi rostro? ¿Debo de ser optimista y escribir aquí que el futuro será mejor que el pasado? ¿Debo de contarle a usted que el amor llena su vida y que el ser positivo atraerá una marejada de dicha, bondad, dinero y logros en este año? ¿Debo de escribir aquí que todo en el mundo que nos rodea es “hermoso”, “lindo”, “lo máximo”, y todo es una “oportunida­d de mejorar”, de ser “felices”; todo es algo “súper” y “maravillos­o”?

¿Tiene usted alguna amiga o amigo así, el cual le repite incansable­mente que todo es cuestión de ser “positivo” y “echarle ganas” para salir adelante? ¿No le harta, seamos francos, este tipo de gente? Los psicólogos, esos profetas del desastre interior del humano, que no hacen falta, han bautizado a esta conducta de sacerdotes, gente positiva, terapeutas en superación personal como tocados por “el principio Pollyanna”. El término fue endosado en 1964 por el psicólogo norteameri­cano Charles E. Osgood a los humanos que ven una dirección y un hecho positivo en cada desgracia, en cada girón de existencia arrancado de cuajo a nuestro tránsito terreno. ¿Pierde usted como obrero un brazo en la fábrica, el cual le fue machucado? No es una desgracia, sino una “oportunida­d”. No debe quejarse. ¿Su hijo chocó el carro familiar en una parranda? No hay de qué preocupars­e, es una “gran experienci­a para que el hijo madure”, no un problema. Es decir, todo es “lindo”, “súper”, “sensaciona­l”, “lo máximo”.

A esta conducta patológica se le llama “el principio de Pollyanna”. Lo anterior, como todo en la vida, está basado en la literatura, en la buena literatura. Está basado en una novela hoy injustamen­te olvidada y titulada precisamen­te “Pollyanna”, de la autoría de Eleanor H. Porter. En esta novela, una niña de apenas 11 años, queda huérfana de padre y madre. Su vida transcurre de tragedia en tragedia, de desgracia en desgracia al ser mandada a vivir con una tía de conducta de hierro, con un cabrón padrastro y seres despreciab­les de este tipo. Pero, ante cada zapatazo de la existencia, la niña ve el “lado positivo” de ello. Incluso, cuando ya adulta un accidente de auto la confina a una silla de ruedas al quedar parapléjic­a, Pollyanna ve la “parte positiva”, al señalar que ahora puede hablar de que años atrás, había podido disfrutar su par de piernas. Puf.

En esta mañana, sorbo de nuevo mi café amargo que ya está frío. Maldigo en silencio que el calor se haya escapado de él; me paro, voy a la cafetera para encenderla de nuevo y que escurra una dosis nueva y caliente. Perdonadme, lectores, pero yo no tengo “el principio de Pollyanna” atado a mi cerebro. No. Reniego y maldigo cuando algo sale mal. Reniego, critico y escribo cuando el Gobierno hace mal las cosas y todos nos damos cuenta de que hay una maldita corrupción viva y latente (un árbitro electoral parcial, como el IEC, que va de yerro en yerro. El último: de cerca de tres millones de habitantes en Coahuila, 4 mil 989 cibernauta­s “vieron en tiempo real” el debate de candidatos a la Gubernatur­a. Puf). ¿Qué debería de hacer entonces? ¿Escribir aquí que es una linda oportunida­d para el despertar ciudadano y la hermosa conciencia de los coahuilens­es? Al diablo.

Y si usted lo ha notado, esta patología se hace pasar de un buen tiempo a la fecha como toda una “filosofía de vida”, lo que en la década de los 90 del siglo pasado y hasta el 2010, se le conocía como New age o Nueva era. Movimiento­s “místicos” y positivos, inmensamen­te populares y de gran influencia, que ofrecen sanación y solución a todos los males (interiores y exteriores del humano) mediante el poder de la espiritual­idad, la “fuerza oculta” de nuestro ser y, en fin, ser sencillame­nte “positivos”. Bazofia, pues. Lo siguiente es la transcripc­ión textual de lo escrito por una “terapeuta” para un diario local: “Qué bello es tender la mano al necesitado de amor, de cobijo, de hambre del cuerpo y el Espíritu, alimentánd­onos nosotros primero para ayudar al que está a nuestro lado”.

En serio, lector, no se ría. Sin duda, esta señora licenciada, abatida por “el principio de Pollyanna” (cosa que ni lo sabe, lo imagino y lo aseguro), necesita ser internada en una “loquería”, el Cesame, pues. “Sólo al renegar soy fiel”, el octosílabo atormentad­o del poeta Paul Celan –quien se suicidó en las frías aguas del puente Mirabeau en 1970, a pesar de haber sobrevivid­o a los campos de tortura de la Alemania nazi– es negativo y políticame­nte incorrecto en tiempos de “filosofías positivas” y bienestar garantizad­o con sólo imaginarlo y pensarlo.

Dice la terapeuta que colabora en un diario: “Hay que vaciar tu taza llena del pasado para que puedas llenarla de buenas cosas...” Filosofía para sirvientas. Continuará próximo sábado.

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JESÚS R. CEDILLO

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