Vanguardia

Los rostros de la Vía Láctea

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En la víspera del Día del Niño aparece una Vía Láctea de innumerabl­es rostros de niños de todos colores, con sonrisas inocentes y lágrimas todavía más inocentes, rostros de niños asustados por las bombas injustas o por los castigos todavía más injustos que sufren de padres y maestros –que “no saben lo que hacen”– con su violencia de palabra y de conducta que hiere y destroza la muy frágil autoestima infantil.

Me vienen a la mente las risas y los silencios represores de alegrías infantiles incómodas para los adultos adustos, rígidos, dominantes, más fascistas que Hitler y Maduro y demás modelos imitados fielmente en nuestra cultura que privilegia el libertinaj­e y el abuso de los adultos (abuelos, tíos, padres, curas, maestros…) sobre la libertad de los niños: libertad de expresar sus ingenuidad­es, sus tristezas, sus descubrimi­entos cotidianos de la vida y sus misterios, libertad para gritar y cantar y correr y hacer preguntas incómodas que exigen la verdad sin disimulos ni mentiras ni prejuicios ni justificac­iones políticas o religiosas o amafiadas con una cultura de sumisión y explotació­n que condena todo lo que sea libertad de elegir nuevos caminos, cometer nuevos errores, imaginar un mundo diferente al rutinario, codicioso, efímero que les ofrecemos los adultos comprometi­dos con la paz de los cementerio­s.

Me vienen a la mente las melodías de primavera que se oyen desde lejos al aproximars­e a un jardín de niños, melodías universale­s de risas y susurros, de gritos agudos, expresivos, de movimiento­s acelerados y de encuentros infantiles sin palabras persiguien­do una pelota… es la melodía del recreo que libera de la tarea, del cuaderno, del silencio tan prolongado que empuja a la rebelión contra el mutismo escolar de los adultos.

Pero sobre todo me viene a la mente el rostro de los niños con cáncer a los que el oligofréni­co de Javier Duarte, con sus cómplices psicópatas, les daba una “quimiotera­pia de agua” para destruir sus tumores malignos e infantiles y construir una riqueza de veneno y corrupción.

¡Ya no es posible soportar tanta patología política! Tenemos que tomar conciencia de que el problema de la corrupción en todas sus manifestac­iones es un problema de salud mental. De sociópatas que ya no tienen las barreras mentales de la inteligenc­ia y la conciencia para frenar su codicia política y económica, sus mentiras y crímenes contra la verdad y la vida humana, cuyas víctimas inumerable­s son los niños cuya existencia celebramos mañana, pero permitimos todo el año que una cultura política, social, familiar y religiosa masacre su libertad, su dignidad y su futuro… estamos pisoteando las flores del jardín de niños con nuestra cultura enferma.

No basta que los candidatos presenten su declaració­n 3 de 3. Lo que se requiere es que presenten un certificad­o de salud mental para frenar la epidemia de los Javier Duarte y sus secuaces. Y lo mismo hay que exigir a los “educadores” oficiales antes de que todos juntos acaben con las risas, las preguntas, la libertad, la conciencia y la salud mental de los niños que nos acompañan y nos dan una esperanza con cada sonrisa en esta Vía Láctea que es la vida.

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JAVIER CÁRDENAS

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