Vanguardia

La mecha corta de FCH

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Ya conocemos a Afrodisio Pitongo. Es un hombre salaz, libidinoso, lúbrico, concupisce­nte y lujurioso. Tenía una linda compañera de trabajo llamada Pompolina, muchacha dueña de abundante carnadura sobre todo en la comarca sur. Una mañana Pompolina le dijo al tal Pitongo: “Dos cualidades me gustan de ti, Afrodisio. Tu franqueza norteña y tu sentido del humor. Dime dos cualidades mías que te gusten a ti”. Replicó sin vacilar Pitongo: “Estás sentada sobre ellas”… Don Cornulio, marido coronado, hizo una investigac­ión cuyo resultado le mostró en forma impepinabl­e que su esposa le ponía el cuerno los siete días de la semana: el lunes con el vecino del 14; el martes con el abarrotero; el miércoles con el repartidor de pizzas; el jueves con el técnico de la tele; el viernes con el fontanero; el sábado con el entrenador del gimnasio y el domingo con el director del coro de la iglesia. ¡Insensata mujer! Habría justificad­o mejor su presencia en este mundo si tan perseveran­te asiduidad la hubiese empleado en labores de costura, en tareas de catequesis, en trabajo social para el Ropero del Pobre o en actividade­s en pro de los derechos de la mujer. El mitrado esposo reprendió con severidad a la liviana fémina, y ella le juró -“Por mi honor”, dijo- reducir en forma drástica sus refocilaci­ones: en adelante las tendría solamente los lunes, miércoles y viernes. Prescindir­ía, pues, del abarrotero, del técnico en televisión, del hombre del gimnasio y del director coral. Iba a sentir mucho perder a este último, manifestó, pues hacía el amor divinament­e, con muy buen compás, de 3 por 4, valseadito. No quedó conforme don Cornulio con el ofrecimien­to. Ser engañado tres veces por semana no era ninguna ganga. Si al menos fuese una sola vez, de preferenci­a los domingos por la tarde, que casi nunca hay nada qué hacer. Le dijo a la señora: “Tres veces por semana todavía es demasiado”. “No seas injusto, Cornulio –le reprochó ella-. Recuerda que cuando tú dejaste de fumar lo hiciste también poco a poquito”… No sé si fue el espíritu de la pasión o algún otro espíritu el que puso en boca de Felipe Calderón la frase según la cual alguna vez consideró la posibilida­d de abandonar el PAN. Con esas palabras hizo daño a su partido, ya de por sí lastimado por divisiones y pugnas interiores. Ninguna aclaración será suficiente para atenuar el mal que el expresiden­te causó con sus palabras. Las dijo en un momento crítico, cuando Acción Nacional afronta en cuatro estados elecciones cruciales de cara a la presidenci­al del próximo año. Se ha hablado siempre del carácter irascible de Calderón. “Tiene la mecha muy corta”–afirman quienes lo conocen bien. No le vendría mal al michoacano aprender a dominarse. Ya que no gobernó bien al País por lo menos podría aprender a gobernar bien sus impulsos… Don Mentorio, profesor de escuela, participó en un programa de preguntas y respuestas. En la última etapa del concurso le correspond­ió un tema que lo sobresaltó bastante, pues se reconocía poco ducho en él: Sexo y erotismo. Sin embargo tenía derecho a llevar consigo un asesor, de modo que invitó a Monsieur Chambard, maestro de esgrima del plantel. Supuso que por ser francés sabría todo lo concernien­te al tema. El conductor del programa hizo la pregunta final: “Si usted se hubiera casado en tiempos de la dinastía Ming, en China, ¿en qué tres partes tendría que haber besado a su mujer al comenzar la noche de bodas?”. Arriesgó don Mentorio: “En la frente… En los labios…”. “Bien, bien” –lo animó el conductor. Vacilante, don Mentorio volvió la vista a su asesor en busca de orientació­n. “A mí no me pregunte, mon ami –le dijo el francés-. Yo ya equivoqué las dos primeras respuestas”… FIN.

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