RAYADOS NO DA SEÑALES FIRMES
Rayados aún no define el perfil de equipo con el que pretende ser protagonista en la Liguilla. No da señales de estar pleno, sobre todo porque sus lagunas competitivas le suman interrogantes.
Se supone que a estas alturas ese punto, el de la estabilidad competitiva debería ser lo menos discutible, pero no lo es.
Mohamed lleva un par de años tratando de modular un funcionamiento, ya no se diga para ser efectivo, sino regular. No logra que Rayados sea convincente dos o tres partidos en fila. Siempre tiene detalles que lo condicionan.
Con la derrota del viernes en Veracruz regresaron ciertos traumas del pasado. Jugar sin Pabón sigue siendo un martirio. Si tampoco está Funes Mori como faro ofensivo, el ataque pasa a ser fantasmal, un simbolismo de lo que puede ser, pero que sin sus principales referentes no existe.
Esto confirma que Rayados no está completo, más allá de su cotizada nómina. Tiene nombres, más no nivel de variantes, que es diferente y quizás más determinante.
Detrás de Pabón no viene nadie. A la par de Funes Mori, tampoco se asoma alguien. De Nigris parece estar descontinuado para roles específicos. Ni siquiera llena el formulario de goleador. Hace tiempo que dejó de dedicarse a dicho oficio.
Cristaldo y Bueno están en una posición complicada. Mohamed los trajo para “reforzar”, pero sus cortas aptitudes, las lesiones y las pocas participaciones que han tenido han devaluado sus respectivas credenciales. Hoy son delanteros de relleno que se disputan la banca. No les alcanza para luchar por algo más.
Con este panorama el ataque de Rayados depende de algunos pocos jugadores y que cuando no están dejan al equipo no sólo sin goles sino sin la pureza de su juego, ese que depende mucho –si no es que todo- del oportunismo y la contundencia.
Un Rayados estéril en ofensiva es igual a nada y se comporta como un equipo de clase C como ha ocurrido en Veracruz.
Cae en lo ordinario porque su armazón está hecho para atacar y no para ganar los partidos desde el manejo y la decodificación del adversario para superarlo. Dispone más de lo que impone. Ese es el ADN que tanto pregona Mohamed.
El problema de Rayados no son los resultados, sino las ondulaciones de su juego. Medir al equipo de Mohamed sólo desde la estadística es un análisis un poco miope. Si ofrece o no garantías de éxito es la cuestión.
El Monterrey ya está en la Liguilla, pero no sabe desde donde la encarará: si como protagonista o si como un participante más. Su inestabilidad y sus sucesivos fracasos le juegan en contra.
No trae el perfil de candidato, porque de hecho, en un torneo tan generoso y cambiante, nadie lo trae. Pero Rayados ni siquiera da muestras de ser consecuente con su estilo esté quien esté en su ataque.
Más bien confirma que es dependiente a ciertas situaciones y a Pabón, como siempre. Demasiado poco para ilusionarse con mucho.