Emmanuel Macron
Parecía que el populismo había llegado para quedarse. Valiéndose de un mensaje simplista que achaca a los otros, al exterior, todos los problemas, el populismo de derecha, copia el estilo y el tono de sus primos, los populistas de izquierda. El mensaje simplista parece la divisa favorita de los políticos de hoy que aspiran a transitar la vía electoral. A esa escuela pertenece Trump, por esa vía ganó el Brexit, es, igualmente, la apuesta de Marine Le Pen, derrotada por los franceses.
Creo que nunca antes los mexicanos habíamos estado tan al pendiente de procesos electorales en otros países, con excepción, tal vez, de las estadounidenses. Tampoco habíamos discutido y debatido los resultados de tales elecciones, pero la globalización, una realidad ya entre nosotros, aunque algunos se desvivan por detenerla o negarla, nos coloca frente a la importancia de cuanto sucede más allá de nuestras fronteras, incluidos los comicios, porque sabemos que tienen una repercusión en nuestras vidas.
Francia detuvo al populismo de derecha, los franceses demostraron que todavía hay mucho por qué luchar, en y desde una moderación constructiva. Con su voto nos dicen que puede hacerse más desde la fraternidad y el diálogo abierto y libre, que el encono, el odio y la polarización, que no valen ni para su nación ni para Europa ni para el mundo.
Emmanuel Jean-michel Frédéric Macron, 39 años, casado con una dama 25 años mayor, será el octavo Presidente de la V República Francesa. Ministro de Finanzas del socialista Hollande, antes de serlo concluyó una carrera exitosa como banquero de inversión. ¡Qué paradoja!, en una época de gran escepticismo hacia el mundo de las finanzas globales, se alza con la victoria un representante de ese sector.
Al aceptar su derrota en las urnas, Marine Le Pen repitió lo que varios meses atrás declaró el ex primer ministro del Reino Unido, Anthony Blair. Reorganizará su movimiento político de cara a la nueva era. Defenderá los intereses de Francia en la nueva polarización entre “soberanistas” y “mundialistas”.
En México, muchos quieren adaptar el proceso francés al nuestro. Así lo hicieron con Trump y antes con Obama. Es un deseo romántico de ver nuestra realidad en traje ajeno. Lo cierto es que Macron supo estar presente en la coyuntura histórica que le resultó cómoda. Con un poco de suerte y otro de escándalos que golpearon a sus contendientes, Macron pudo calificar para la segunda vuelta. Recordemos que antes de la primera vuelta había un empate a cuatro bandas.
Lo que sí estuvo en manos de Macron fue decidir ser quien es. No caer en el simplismo populista, defender a una Europa cuestionada por la enorme mayoría de los europeos, defender un modelo de democracia que, para muchos, está superado.
Pareciera que retomó el ideal de Valéry Giscard D’estaing. Ocupó el centro político en momentos en que todos corren a los extremos simplistas. Dos de cada tres franceses se ubican entre centro-izquierda y centro-derecha. Realista, apostó a la masa crítica, no tuvo miedo al razonamiento de los electores, tampoco a defender lo que parecía indefendible. Lo logró con argumentos y promesas claras. Prometió un cambio verdadero, responsable y razonable. El electorado le creyó y apostó por ello.
Podemos apostar por diversos tipos de cambio cuando la nomenclatura se ha agotado, como acontece hoy en día. Desde el cambio responsable y realista; hasta el cambio populista y la corrupción. El ejemplo de Francia nos dice que la democracia se prueba en los momentos difíciles. El sistema semipresidencial, el modelo francés por excelencia, ha demostrado que sí funciona.
Pronto, el presidente Macron tomará posesión, designará Primer Ministro y gabinete de entre los partidos que forman la mayoría legislativa. La segunda vuelta le dio un mandato superior al 60 por ciento, legitimidad suficiente para gobernar sin tropiezos. Lecciones para tomar en cuenta.
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