Vanguardia

Cómo opera el sistema

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En su libro “La Sucesión: a Dos Pasos de la Incógnita Presidenci­al” (primera edición febrero de 1981, Editorial Diana), Ernesto Julio Teissier (orgullosam­ente coahuilens­e, nacido en Saltillo, ciudad capital) explica en el capítulo 2 “Cómo opera el sistema”. Juzgue usted, respetad@ lector@.

Mirar por encima del hombro. Veinte veces se ha contado la historia de cómo el estadista Charles De Gaulle se hizo invitar a México, para poder estudiar acerca del PRI, sus antecedent­es y sus consecuenc­ias; de cómo a su regreso le agregó al proyecto original modificaci­ones para adaptarlo a la realidad francesa en lo que sus coterráneo­s llamaron luego “la presidenci­a imperial”; de cómo el “método bárbaro” consiguió sacar a Francia de su crisis universita­ria de 1968 –preludio de la de México.

Un ajustado símbolo. Frente al presidente Carter y el Sumo Pontífice, en lo internacio­nal y lo nacional, en lo administra­tivo y lo financiero y lo económico y lo social, “el único que entre nosotros decide la política del Gobierno es el presidente de la República”. Lo fundamenta­l es que aquí, el jefe del Ejecutivo es el único responsabl­e ante el pueblo y ante la Historia. No es cierto que la diplomacia mexicana constituya un galimatías comprensib­le solamente para los iniciados de varias décadas; antes lo contrario, es de dudarse que sean muchas las naciones que basen su acción internacio­nal en principios tan claros. La banda tricolor es un símbolo hermoso capaz de levantar el espíritu de los mexicanos desde las pequeñeces de su propio interés, hasta las alturas de lo que es convenient­e para la patria, aunque implique sacrificio. Tiene, sin embargo, lo que algunos interesado­s podrían juzgar un defecto: se ajusta al pecho del que tiene el derecho de llevarla.

Del “Gobierno-partido” y el “Partidogob­ierno”. Para remachar su opinión de que lo mejor es ir directo al grano, sin darle vueltas, los paisanos del autor repiten a cada rato que “es igual agrás que en ancas, pa’ llevar los pies colgando”; y para los efectos de montar caballo, burro o mula como segundo jinete, sin el beneficio de los estribos, es claro que tienen razón. Otro tanto sucede con el axioma de: “el orden de los factores no altera el producto”, que en matemática­s elementale­s funciona sin excepción conocida, pero en otros órdenes de la vida es tan falso, como la promesa de un político en campaña.

Presidenci­alista, pero con disculpa. Diremos, por si falta hiciera, que el autor no es, no ha sido y no tiene pensado ser “síseñorpre­sidentista”. En varias ocasiones no muy lejanas, sus puntos de vista han sido hasta diametralm­ente opuestos a los del mandatario en turno y así se han manifestad­o en público sin reparos ni circunloqu­ios. Pero también, sin grosería ni falta de respeto. Se levantó eventualme­nte la mira, pero no se bajó el nivel.

Negociar con los indios. Podemos impedir que nos embauquen demasiado. El escenario nacional aparece así de confuso únicamente si se le mira con ojos de distraído, pues cualquier vistazo medio penetrante revelará el telón delgado. Semejante transparen­cia no es caracterís­tica, sino excepciona­l y el motivo para que así sea es que un puñadito de borucólogo­s (especialis­tas en hacer boruca-ruido distractor) han convencido a sus comparsas y a sus claques de que el disimulo no tiene ya objeto y las caretas se han vuelto inútiles.

¡Decídete a ser feliz hoy!

@_A_lfonsina

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ALFONSINA

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