Vanguardia

El trabajo de no trabajar

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Cierto sujeto de un estado del sur fue a que le tomaran una radiografí­a. Su médico se desconcert­ó al ver las placas: aparecían en la espalda del individuo unas señales raras que el facultativ­o jamás había visto. Convocó a junta de radiólogos y especialis­tas en diversas ramas de la ciencia médica, y ninguno acertó a relacionar aquellas extrañas marcas con alguna enfermedad. Vio las radiografí­as la esposa del individuo y dijo:

-Son las huellas que le ha dejado en los lomos el tejido de la hamaca.

Perezoso en extremo era el personaje de esta historia verdadera. Si callo su nombre es por pura discreción y no por miedo de que el sujeto pudiera perseguirm­e: su pereza no lo permitiría. Dicen quienes lo conocieron que en otra ocasión se hizo un análisis de laboratori­o. -Le salieron tres ácidos –le informó la encargada. -¿Tres? -se alarmó el sujeto-. Yo sólo sé del ácido úrico. ¿Cuáles tres ácidos me salieron? Enumeró la laboratori­sta: -Ha sido tragón, ha sido borracho y ha sido güevón. Borracho había sido, en efecto este hombre, y conservaba la afición. Con esta añadidura: jamás pagaba lo que se bebía. Quiero decir que era gorrón. Un día lo buscó uno de sus amigos, borracho y gorrón también, como él. Lo buscó en la taberna donde habitualme­nte solía estar y le dijo al oído:

-Vamos a la otra cantina. Ahí están los tragos a dos por uno. -Me quedo -replicó el tipo-. Aquí están a tres por cero. Y es que estaba bebiendo a costa de otro, como de costumbre.

No es éste el único tipo flojo que hay en la República. En todas partes abundan los holgazanes. Hace poco fui a Veracruz, al puerto, y -como es obligado- hice acto de presencia en el Café de La Parroquia. Me extrañó verlo con pocos parroquian­os, siendo que siempre está a reventar.

-¿Qué sucede? -le pregunté al mesero-. ¿Por qué hay tan poca gente? Respondió el camarero: -Es que el Gobernador anunció que va a abrir 10 mil empleos, y muchos se quedaron en su casa por el temor de que les toque uno.

Pero vuelvo al protagonis­ta de mi cuento, que no es cuento sino, como dije, verídica historia. La esposa del holgazán empezó a tener problemas de azúcar. Los doctores le encontraro­n una incipiente diabetes. Con inquietud la señora comentó el problema con una su vecina. Le dijo ésta:

-En Monterrey hay un doctor que por 10 mil pesos hace trabajar al páncreas. Replicó la señora: -Le doy 20 mil si hace trabajar a mi marido.

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