Nada que celebrar para madres de desaparecidos
MARCHAN EN TORREÓN Al menos 20 mujeres se manifestaron desde la Alameda Zaragoza hasta la Plaza Mayor, acompañadas de las fotos de sus hijos ausentes
TORREÓN, COAH.- Eva Reyes tiene 57 años y vive en Villa Nazareno, una localidad de Durango de menos de 7 mil habitantes. Desde allá, viajó casi una hora en camión hasta Torreón para sumarse a la marcha de madres de desaparecidos, porque quería que se escuchara su voz; “porque se siente la necesidad de marchar, porque por un hijo uno hace hasta lo imposible”, dijo la madre en su día donde no tiene nada que celebrar.
Su hijo Manuel Moisés Aguilera Reyes de 17 años, desapareció el 14 de agosto de 2010 en Villa Nazareno, frente a su casa. “Iba correteando la gente mala a una persona y no lo alcanzaron y de puro coraje se llevaron a mi hijo”, contó la madre.
Aseguró que su hijo no tenía ningún vicio, le gustaba el futbol y el deporte; además era estudioso. “Les dije que no se fueran lejos y estaban ahí con unos familiares en un taller. Ya estaba la cosa muy mala”, recordó.
Manuel era alto, moreno, cabello rapado de los lados y estudiaba la preparatoria. Su mamá refirió que nunca le gustaba meterse en problemas, que era comprensivo y cariñoso. Para el día de las madres ahorraba dinero y le compraba alguna flor, un pastel o unos zapatos.
Pero la alegría de esos regalos ya no existe para Eva, pese que tiene otros cuatro hijos.
“Es muy triste ahora un 10 de mayo, ese dolor no lo quita nadie. Ya no se festeja, como antes ya no, siempre hay dolor. Le hace falta uno para la dicha. Así no se vale, que personas que no tienen ética se lleven a las personas que ni daño les hacen”, lamentó la mamá.
Eva acompañó a unas 20 madres que marcharon desde la Alameda Zaragoza en Torreón, hasta la Plaza Mayor. Cargaban lonas y cartulinas con los retratos de sus hijos e hijas, y las familias gritaban “únete, únete que tu hijo puede ser” o “¿por qué los buscamos? Porque los amamos”.
CUATRO FAMILIARES DESAPARECIDOS
María del Pilar Herrera es una madre y abuela de 70 años que llora la desaparición de cuatro integrantes de su familia: Sus hijas María Guadalupe y Rosa Isela Hernández Herrera, su yerno Víctor Manuel Pinales Gómez y su nieta Vanessa Valladolid Hernández de 16 años.
Los cuatro desaparecieron el 15 de septiembre de 2011 en Saltillo. Apenas cuatro casos de los más mil 600 desaparecidos que hay en Coahuila, uno de los estados del país con la mayor cantidad de desaparecidos.
Aquel día arribaron a la casa hombres armados a bordo de dos camionetas. Su yerno, chofer de Transportes del Norte, tenía 10 minutos de haber llegado de Monterrey. También se llevaron a los dos nietos más pequeños pero cuando iban saliendo de la colonia, los hombres hablaron por radio: -Ya los llevamos, también a los niños –dijo uno de los plagiarios. –A los niños no, regrésenlos y déjenlos en la casa –les ordenaron. Y regresaron a dejarlos en la casa.
Otra nieta vivía en una recámara en otro nivel de la casa y estaba con su pareja. Escuchó cuando los golpearon y amordazaron, pero su pareja le impidió salir porque estaba embarazada. “No la dejó bajar pero escuchaba que me hija se defendía, que gritaba que por qué los llevaban y la golpeaban, los tenían bocabajo”, narró.
Desde entonces María del Pilar no tiene ninguna pista de su familia. Las autoridades no han hecho nada por buscarlos, dicen que no hay nada, a cada rato voy a Saltillo allá porque está puesta la denuncia pero no se ve nada”, reclamó la madre.
A María le puede ver el sufrimiento de sus nietos, de 5 y 10 años cuando desaparecieron. “Es un dolor muy grande porque ya no hay nada. No hay navidad ni día de las madres ni cumpleaños”, resumió la madre.
Eva cargaba una cartulina blanca con las fotografías de sus cuatro familiares. Sin nombres ni leyendas. Solo los retratos. En la marcha, caminaba aprisa y no soltaba la cartulina que le cubría casi la mitad de su humanidad. Al final de la marcha, las familias realizaron una misa con las lonas y fotografías de sus hijos extendidas en el pavimento de la plaza. María del Pilar no dejaba de llorar.