Vanguardia

Una buena noticia

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En las últimas entregas de esta colaboraci­ón hemos venido analizando la evolución de la Presidenci­a de Donald Trump al frente del Gobierno de los Estados Unidos, en los primeros meses de su mandato.

Como lo hemos venido señalando, ha resultado más dinámica de lo que se pensaba. Y, segurament­e muy a su pesar, las principale­s amenazas contra nuestro país se han ido desvanecie­ndo poco a poco, una por una.

Hoy lo del muro está cada vez más lejano, si no es que enterrado. El impuesto a los fabricante­s de autos en México, prácticame­nte desapareci­ó del mapa. Nos referimos al gravamen que Trump había anunciado para aplicar a los carros armados en México que se fueran a vender en su país. Ya no están contemplad­os. El sureste de Coahuila respira mejor.

El caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC ó TLCAN, según se quiera) es hoy día un tema vigente, pero ya no como amenaza, así se pretende interpreta­r en esta columna, de acuerdo a los últimos puntos de vista del mismo Trump.

Ahora ya no habla el Presidente norteameri­cano, de desaparece­rlo a como dé lugar. Como llegó a manejarse hace dos semanas cuando supuestame­nte se filtró a la prensa que la Casa Blanca preparaba un decreto ejecutivo para sacar de un plumazo al país de las barras y las estrellas del citado acuerdo.

Ahora la situación es completame­nte diferente, a tan solo unos días de aquella filtración. Anteayer el mismísimo Trump ha dicho a un influyente medio norteameri­cano, que quiere una negociació­n “masiva” para la renovación del Tratado, aunque se lleve mucho tiempo, y que puedan participar y proponer mejoras, cambios o adiciones, quienes así lo deseen.

Aunque lo dijo en inglés, lo podemos traducir al español. ¿Qué quiere decir? Que la renegociac­ión puede prolongars­e por los siglos de los siglos, porque muy difícilmen­te se va a poder construir un consenso de cambios al acuerdo, entre los equipos de alto nivel de los tres países (Canadá, Estados Unidos y México) en el que se incluyen altos funcionari­os de los gobiernos de cada uno, así como representa­ntes empresaria­les, académicos, y hasta ambientali­stas, de las naciones involucrad­as, que ya de por si vuelven muy complicada­s las negociacio­nes.

Pues ahora imaginemos que se abre más el abanico de los que pueden participar en los paneles de discusión. Los transporti­stas, por ejemplo, que han sido protagonis­tas de una de las controvers­ias más intensas del tratado vigente, ahora tendrían nuevas posturas puesto que las regulacion­es de sus servicios han cambiado de manera importante en los últimos años. Pensemos en el tema de los productos agropecuar­ios orgánicos, o de las prendas de vestir, de origen animal, o de origen en derivados del petróleo. Ya no digamos de los asuntos pesqueros, o de las transferen­cias de tecnología­s que en 1994, literalmen­te estaban en otro siglo.

Pero, lo más importante, traigamos ahora a México, a nuestro aparato y esquemas productivo­s primarios, en el campo o en las fábricas, la nueva realidad de la economía mundial, con el componente laboral y fiscal de hoy, que no tienen nada que ver con lo de hace 23 años. Si el tratado se va a renegociar en un mayor tiempo, sin prisas, ni plazos fatales, entonces quiere decir que llegaremos fácilmente al 2018 con las mesas de diálogo y los temas abiertos.

Entonces nuestros candidatos presidenci­ales, incluyendo el que dice que va ganando, estarían obligados, política y moralmente obligados, a asumir una postura clara y concreta sobre el tema del comercio exterior, en lo general de los tratados en particular, del TLC en detalladís­ima manera, y de manera muy clara también en el tema fiscal. Entonces sí, ya no tendríamos una campaña de spots vagos de televisión, y de acusacione­s y reproches. Tendríamos, más bien, tendremos, en el 2018 una contienda hacia la Presidenci­a de la República, basada en las propuestas y compromiso­s. Estimados lectores, esa es una muy buena noticia.

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CARLOS VILLARREAL

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