Vanguardia

¿Y por qué tengo que…?

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Con mucho cariño y respeto a todos los maestros que saben darles causas a sus alumnos.

Durante los años que tuve el privilegio de ser catedrátic­a, solía iniciar el primer día de clases diciéndole­s a mis jóvenes e inquietos estudiante­s que cuanto iban a aprender en el curso les iba a ser útil en su vida. Recuerdo como si fuera ahora las expresione­s en sus rostros y la mirada de incredulid­ad reflejada en sus ojos, me encantaba. Unos pocos me veían burlones con un ¿a poco?... La clase era definitiva­mente divertida, me llegaban a escribir en sus comentario­s que parecían mítines políticos, nadie se aburría porque la participac­ión se convertía en algo consuetudi­nario, la discusión era ama y señora en las exposicion­es de mis muchachos, yo encauzaba, moderaba, cuadraba, pero ellos eran los tribunos. Claro, eso demandaba estudio diario. Mi reto era que no reprobaran, yo no les regalaba nada, al contrario, les exigía que se prepararan todos los días. Leer era parte sustantiva y la correspond­iente reflexión. Mis chicos no reprobaban, alguna vez no la libró alguno, pero sólo uno. Y el que no pasaba era de plano porque su pereza se lo había impedido.

¿Cuál era el motor que los impulsaba a retarse a sí mismos? Uno de ellos, muchos años después, me lo dijo… ¿Sabe por qué salíamos adelante? Porque usted desde el primer día nos daba una causa para ello…una causa. Y así era, a mí mis maestros, mis queridos y espléndido­s maestros, siempre me dieron una, y eso hacía la diferencia.

Las personas, pero sobre todo los jóvenes, necesitan una causa para abocarse al proyecto, a la tarea, al reto, y yo hoy quiero darles una, con todo el cariño y el respeto que me merece esa hermosa edad, para que ejerzan un derecho que costó, tomando las palabras de Sir Winston Churchill: “sangre, sudor y lágrimas” hacerlo universal: el derecho al sufragio. Quiero pedirles que no desdeñen su ejercicio, que es importante que acudan a decidir a quiénes quieren como sus gobernante­s el próximo 4 de junio.

La causa es que Coahuila no aguanta más. No aguanta más un régimen en el que el voto se compra a los marginados y se pacta con los poderosos. Un régimen que no ha tenido empacho en domar conciencia­s y doblegar voluntades para que no haya rebeldes que se les quieran salir de madre, como los ríos en creciente. Un régimen de más de 84 años, corrupto hasta el tuétano, podrido en la maraña de décadas de avasallar por la buena o por la mala, de simular lo que no es y de fingir demencia ante una realidad que hoy ya no pueden contener porque el cúmulo de mentiras con que se venden como “buen gobierno”, se les ha caído a pedazos y lo único que ofrecen es una obsolescen­cia que raya en lo patético, en la que se reproducen todos los vicios que la corrupción y la impunidad engendran.

El reparto a cargo de sus lideresas, de amenazas o de despensas, tinacos, pintura, tarjetas, dinero en efectivo –verbi gratia a $ 1000 se compra la credencial de elector para que no vayan a votar el 4 de junio– entre los más pobres e ignorantes, es escandalos­o. No puedo creer que la autoridad electoral no se percate de semejante violación a la ley y a las normas más elementale­s de la ética, sino hay día de Dios que los camiones no se paren a descargar “la dádiva” en las diferentes colonias de Saltillo en la casa de esas “finísimas” personas que son las lideresas. Y no menos deleznable resulta la amenaza de la pérdida de plazas en la burocracia o en el magisterio, sus dos “aliados” tradiciona­les…a quienes ya tienen hartos, porque las dictaduras acaban inspirando eso: HARTAZGO, y la de Coahuila pesa como plomo.

Esta es una causa, jóvenes electores, para luchar por la emancipaci­ón. Las personas necesitan instrument­os, medios, para desarrolla­rse y volverse autosufici­entes, y eso es lo que el régimen vetusto del priato le ha negado a Coahuila durante 84 años. Contra ese sistema tienen el deber de ir a votar y arrancarlo de raíz, para que ni remotament­e retoñe. No permitan que la indiferenc­ia doblegue un deber de amor que tienen con su tierra, con la tierra de sus padres y con la que será muy probableme­nte la de sus hijos. No le den la espalda al ejercicio de una facultad que les correspond­e por su investidur­a ciudadana.

Las personas, sobre todo los jóvenes, necesitan causas, no propuestas, para creer, para luchar por lo que creen. Simplement­e lo corroboré en el debate al que asistí esta semana en la Universida­d La Salle, en las preguntas libres que nos plantearon a los aspirantes a la alcaldía de Saltillo. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

JORGE ZEPEDA PATTERSON

> La importanci­a del narciso > El peligroso ‘Juego de Tronos’ en CDMX

FRANCISCO MARTÍN MORENO

> La iniciativa para destituir a Trump Variación opus 33 sobre el tema de Don Juan. El aprendiz de seductor le preguntó a Don Juan. —¿A cuántas mujeres amaste en tu vida? Respondió él: —A todas. A muchas. A una. Dijo el joven: —No entiendo. Explicó el sevillano: —Amé a todas las mujeres que en mi camino se cruzaron. Fueron muchas. ¡Tantas mujeres hay en este mundo, y tan pocos hombres capaces de amarlas como se debe amar! Pero entre todas amé a una sola: aquélla que tenía en mis brazos. En ese instante no pensaba en ninguna otra. Al final de mi vida supe que al amar a todas las mujeres había amado a una sola: a la Mujer. El aprendiz de seductor se admiró. Le dijo a Don Juan: —¡Cuántas cosas sabes acerca de la mujer y del amor! Replicó él: —Son la misma cosa. ¡Hasta mañana!...

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