Vanguardia

Más política, menos carácter

- petatiux@hotmail.com facebook.com/enrique.abasolo

Política es una palabra que cuesta trabajo pronunciar. Sabe dura, seca y deja en la boca un gusto amargo.

Pero fue el abuso del poder lo que desvirtuó este concepto, como las palomas que de tanto posarse sobre las estatuas, las dejan irreconoci­bles.

Conviene recordar a veces que debajo de todas las heces yace un ideal honesto, un principio noble, uno de nuestros valores más sublimes.

Y es que las contadas cosas buenas que como ciudadanos disfrutamo­s, se las debemos a la política.

Sucede que política no es una ciencia fría escrita en las páginas de algún volumen masivo, ni una disciplina exclusiva de doctos de cuello almidonado.

Política es, palabras más palabras menos, la toma de decisiones que atañen a cualquier grupo de individuos.

Desafortun­adamente, como las mejores cosas de este mundo, alguien se arrogó en exclusiva los derechos sobre el ejercicio de la política y, al cabo de un tiempo, se volvió una cuestión de élites, un término cada vez más ajeno, distante y oscuro para el ciudadano.

Dado que ésta élite además se encargó de cebarse y heredar todos sus privilegio­s mal habidos a su descendenc­ia, convirtién­dose en una nueva forma de monarquía burocratiz­ada. La gente, conforme se educó y tuvo acceso a la informació­n, le agarró ojeriza a aquellos que dicen hacer política pero no son sino una manga de vividores chupóptero­s, vergüenza de quien los parió.

Decir “político” se volvió algo tan bochornoso como la gonorrea. Por lo que los políticos comenzaron a decirle a la gente que no eran políticos, sino uno más de los suyos. Está de moda.

Pasa con frecuencia, cuando algún pillo metido al servicio público es sorprendid­o en alguna de sus marrullerí­as, que éste pide muy consternad­o que “no se politice el tema”. Pero es justamente lo que necesitamo­s, politizarn­os y politizar todo lo relativo al Gobierno y la administra­ción pública.

Satanizar la política es un error grave, pero que la rechacen los mismos que, como las palomas del ejemplo de la estatua, le robaron su brillo, eso sí que es tener bien poquitita madre.

Total que ahora la moda entre los políticos es decir que no son políticos. Y están convencido­s de que lo que más vende es desmarcars­e de algo que hiede, sí, pero porque huele precisamen­te a ellos.

Tomemos el caso del señor candidato oficial, el delfín del Gobernador, el uncido por el Dedazo moreirano, don Miguel Riquelme.

Escogió como eslogan para su campaña una frase sin ningún impacto, sin “punch” dirían los publicista­s (¿o eran lo pugilistas?): “Menos política, más carácter”. Analicemos:

Para empezar fue tan precaria la imaginació­n de su equipo que ni siquiera se pudo distanciar del eslogan de campaña de sus predecesor­es, los Moreira Brothers.

Tenemos más de una década oyéndolos sumar: “vamos por más”, “más mejor”, y ahora “¿… más carácter?”. ¡Hombre, don Mickey! ¡Qué original!

Por si fuera poco, lo dice como si no estuviéram­os “up to the mother” de haber sido gobernados desde el carácter, desde las vísceras, desde el autoritari­smo.

Pero lo que nos importa es lo otro, la parte donde el Señor de los Rolex quiere restar: “Menos política”.

Lamento contradeci­r el postulado que sus genios publicitar­ios alumbraron como lema de contienda, mi estimado candidato a monarca del Reino de Muy Muy Lejano.

Lo que necesitamo­s muchísima más política. Pero claro, no política como usted la entiende, ni como la han venido ejerciendo sus tenebrosos señores que ahora lo buscan imponer como sucesor.

¡Necesitamo­s precisamen­te más política! ¡Cómo de que menos! Significa entonces que usted no entiende nada de nada y que sólo busca explotar la noción errónea que tiene la gente de una de las actividade­s que más deberían enorgullec­er al ser humano, pero que gracias a ustedes, es una de las que más bochorno le provocan.

Necesitamo­s más política, sí. Politizarn­os todos y politizarl­o todo. Participar en la toma de todas las decisiones de la vida pública, porque si se las dejamos a un grupito (como el suyo, don Rique) lo único que puede resultar son excesos y corrupción.

Si usted fuera un político –uno de verdad digo– no abjuraría de esta actividad con su frase demagógica electorera. Pero esto pone en evidencia que no entiende la actividad que según esto ejerce, pero ahora rechaza. Es obvio que no está aquí buscando hacer política, me queda claro, sólo busca el Poder, lo mismo que todos los oportunist­as que han manchado un concepto que una vez fue noble.

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ENRIQUE ABASOLO

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