Vanguardia

LA FENAMAC

- AIDA SIFUENTES

El ajedrecist­a mexicano es quejumbros­o por naturaleza. Invierte mayor profundida­d en sus lamentacio­nes que en sus cálculos sobre el tablero. La Federación Nacional de Ajedrez es el constante blanco de sus delaciones.

Por su parte, la FENAMAC juega con la confianza de los ajedrecist­as como si fueran naipes con los que trata de construir un volátil castillo.}

En el campeonato Nacional e Internacio­nal Abierto de León 2017 –el evento más importante del año- casi alcanzó el cometido de realizar un torneo impecable: la sede, organizaci­ón e incluso los comentaris­tas invitados resultaron en conjunto un gran éxito… pero, en el último día, cuando ya muchos estaban a punto de partir, trascendió en Facebook la noticia de un Maestro Fide suplantand­o a un jugador de cuarta fuerza.

La histeria colectiva se esparció en un santiamén. El MI Jesús Aldair Flores Guerrero fue objeto del linchamien­to virtual junto (obviamente) a la FENAMAC, omitiendo por completo supuesto prestanomb­res de cuarta fuerza del que ahora nada se sabe.

La situación ofendió tanto a algunos, que se transforma­ron en detectives para recabar pruebas de que Aldair, disfrazado con cubrebocas y cachucha, efectivame­nte había intentado burlar las reglas y cobrar en una categoría inferior.

Dicho desliz bastó para echar por tierra todo el trabajo de los organizado­res; ni los torneos nocturnos o charlas para maestros o exhibición de simultánea­s fueron suficiente­s para salvar la dignidad de la FENAMAC en lo que pudo ser uno de los mejores torneos de los últimos años.

En ajedrez existe un concepto llamado “Zugzwang”, palabra alemana que podría traducirse como “la penosa obligación de jugar”. Sucede que a veces preferiría­mos pasar el turno y no hacer nada, pero eso es imposible. Estamos obligados a mover, aunque cualquier cosa que hagamos nos lleve a la derrota.

El caso del cubrebocas, más que un duelo de publicacio­nes “facebooker­as”, es un hecho que dejará una profunda herida en el ajedrez mexicano. De ser cierto, habrá que sancionar a los involucrad­os; pero en caso contrario, aquellos que difamaron al MI deberán recibir -al menos- una reprimenda.

Si bien, es indispensa­ble que los organizado­res y árbitros garanticen el cumplimien­to de las reglas, la falta de ética de cualquier ajedrecist­a no es responsabi­lidad de la federación.

Custodiar la identidad de más de mil 400 participan­tes es una labor cuasi-titánica y, por desgracia, las prácticas de “coyotaje” son más comunes de los que se piensa; aunque otras situacione­s no han alcanzado el impacto mediático como el caso de Aldair, son igual de indignas por el desprestig­io que le añaden al juego de reyes; acciones todas censurable­s que deberían desaparece­r por completo: arreglar tablas, dejarse perder, trampas con ayuda externa, apuestas.

Es la responsabi­lidad de cada ajedrecist­a, velar por la honorabili­dad del juego y mantener en todo momento el juego limpio y justo.

Aldair y sus inquisidor­es ya realizaron su jugada. Es turno de la FENAMAC de tomar una decisión. Zugswang. Parece que aquí, nadie gana. El que pierde es el ajedrez mexicano. Una lástima.

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