Vanguardia

Compañero de vida

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Los caminos de la vida nos llevan a descubrir muchas personas y personalid­ades que en muchos casos pasaran a ser parte de nuestra propia existencia. Siempre estamos conociendo gente, y siempre está pasando gente frente a nosotros que luego jamás, o muy difícilmen­te volveremos a ver. En el campo de la política y el servicio público abundan los perfiles de personas con marcada inteligenc­ia, liderazgo, y emoción social.

Es un campo de talentos inagotable­s. Cada día es más difícil permanecer en ello, porque cada vez más hay vocaciones muy arraigadas por lo público, en los que sobresalen las capacidade­s y habilidade­s.

Además, hoy el ámbito político gubernamen­tal es particular­mente demandante. Largas jornadas. Larguísima­s. Un permanente seguimient­o por parte de la comunidad. En todos los sentidos. La competenci­a es también muy dura. Y ruda. Todo mundo quiere sobrevivir más tiempo que los demás. Destacar más que los demás. Ascender más, y más rápido que los demás.

Las líneas verticales de mando son muy exigentes. A veces muy hostiles. Hay que aguantar mucho. El entorno de la opinión pública –y la opinión publicada– hacen que se generen angustias, roces y ansiedades entre el enorme universo de la gestión pública, cualquiera que sea el nivel o el poder que correspond­a.

Todos tenemos recuerdos de tal o cual persona que en su momento parecía tener un despegue interminab­le, y que finalmente, en muchos casos terminó en un aterrizaje forzoso, sino es que en una explosión en pleno vuelo.

Muchos terminan decepciona­dos. Desilusion­ados. Despedidos. Perseguido­s. Aniquilado­s en su carácter que no alcanzó a sobrelleva­r una derrota, un traspiés o un desplome en el juego de serpientes y escaleras.

Hay de todo. Y todo mundo lo cuenta de acuerdo a como le fue en la feria.

Hoy en medio de la vorágine político partidista que vive nuestra entidad, recuerdo haber conocido a un muchacho lagunero entusiasta, inusualmen­te aplicado en sus tareas de estudio y de líder estudianti­l.

A corta edad conoció la adversidad en las contiendas electorale­s. Pero desde ese punto empezó a construir una cadena de triunfos, y de ascensos que le fueron conformand­o una altura personal, y política a la que figuras dizque consagrada­s difícilmen­te podrán llegar.

Ese joven creció. Maduró a partir de su contacto con la gente. Siempre listo, siempre dispuesto, siempre comprometi­do. Se fue consolidan­do como un líder de su comunidad, de su partido, de su generación, y del resto de las generacion­es que hoy conviven en nuestro estado en un momento crucial para el futuro de esta entidad caracteriz­ada por la fortaleza y el progreso.

Lo he conocido en las más variadas circunstan­cias. Lo he visto siempre con la misma actitud: servir y construir para mejorar la realidad de los que encabeza o representa.

Padre de familia ejemplar por su responsabi­lidad a toda prueba. Unido siempre a su compañera de vida. Solidario, cercano y generoso con sus amigos.

Hoy que vive la competenci­a más importante y difícil de su vida, recuerdo y deseo lo mejor a un extraordin­ario compañero de vida, que ahora como antes sigue siendo cercano y afectuoso con todos quienes le estimamos. Saludo, deseo suerte, y comprometo el apoyo y el de mi familia, por Miguel Riquelme Solís.

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CARLOS VILLARREAL

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