Vanguardia

Reglas electorale­s: todo mundo las viola

Pareciera que tenemos una clase política cuyo objetivo no es construir un sistema que represente los intereses de los ciudadanos, sino beneficiar­se personal y grupalment­e por la conquista del poder

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Apenas ayer comentamos en este espacio respecto de la necesidad de que los árbitros electorale­s, es decir, las autoridade­s administra­tivas y jurisdicci­onales responsabl­es de conducir y vigilar los procesos comiciales en nuestro País, puedan actuar con eficacia para hacer cumplir las normas que regulan la lucha por el acceso al poder público.

El comentario fue realizado a propósito de una sanción impuesta al Partido Revolucion­ario Institucio­nal debido a la difusión de promociona­les, por parte de uno de sus precandida­tos a Gobernador, en los cuales incluyó expresione­s que fueron considerad­as calumniosa­s por parte de los jueces. Hoy, publicamos un reporte en el cual se da cuenta de una sanción impuesta por la misma autoridad jurisdicci­onal al Partido Acción Nacional, debido a un motivo similar: el uso indebido de los espacios en radio y televisión a los cuales tiene derecho en forma gratuita dicho partido.

Como se informó en su oportunida­d, a pesar de que formalment­e se realizó una contienda interna en el PAN, el 100 por ciento de los espacios promociona­les en medios electrónic­os de dicho partido fueron ocupados por sólo uno de sus precandida­tos dejando, literalmen­te en el anonimato a quien, a la postre, “perdió” la contienda: Roberto Carlos López García, de quien ni siquiera sus correligio­narios lograron conocer su imagen o su voz.

La excusa formal del partido albiazul para haber hecho tal fue que López García “renunció” a los espacios que le correspond­ían y por tal razón todo el espacio fue ocupado por Guillermo Anaya.

Con independen­cia de que la historia pueda ser considerad­a un insulto a la inteligenc­ia, lo cierto es que los partidos políticos, dada su condición de entes de interés público, tienen obligacion­es formales para con la sociedad –y no sólo con sus militantes– entre las cuales se encuentra la de garantizar que sus procesos internos se apeguen a criterios democrátic­os.

El PAN no atendió a dicho criterio y por eso fue sancionado por la autoridad jurisdicci­onal.

El hecho no solamente demuestra que “en todos lados se cuecen habas”, para recurrir a una expresión de la sabiduría popular, sino también que nuestra clase política tiene una propensión muy alta a violentar las reglas mediante las cuales se regulan los procesos que permite la renovación periódica de los poderes públicos.

Y eso no es una buena noticia para nadie, pues quiere decir que, lejos de contar con una clase política comprometi­da con los más altos valores de la democracia, lo que tenemos en México –y en Coahuila– es una camarilla integrada por individuos cuyo objetivo no es construir un sistema que realmente represente los intereses de los ciudadanos, sino beneficiar­se personal y grupalment­e por la conquista del poder.

Perseverar en esta conducta no solamente nos alejará cada vez más de la posibilida­d de vivir en una sociedad democrátic­a, sino que al final nos pasará una factura crecientem­ente alta.

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