Vanguardia

Café Montaigne 21

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Jim Morrison, el ‘Rey Lagarto’, fue un poeta, cineasta, genio musical, alcohólico y, finalmente, uno de los miembros del lúgubre Club de los 27 que más influyeron en el rock de todos los tiempos

Caray, mi vida es pública. No se culpe a nadie de ello, quien la ha alimentado pues ha sido quien esto escribe precisamen­te. Así ha sido mi existencia, no voy a cambiar. En honor a la verdad, pues tampoco nada por presumir, pero lo cuento porque soy escritor, nada más. Y aquí viene la infidencia, pues sí, la ocasión anterior cuando estaba pergeñando la columna del gran Jim Morrison y su banda “The Doors”, terminé briago. Y como soy briago de poca monta, pues me emborraché con una botella de ron de extraño pelaje. Nada de whisky o bourbon, menos de aquellos potajes que se dicen elaborados de una sola malta; no señores, en honor al gran Jim le entré directo a un ron blanco, poderoso, puro. ¿Y cómo no lo iba a beber si estamos celebrando los primeros 50 años de la primera grabación en estudio de una banda que vino a modificar los sonidos y el eje de tierra en materia de rock? Morrison ardió en su propia hoguera. Hay una cinta-documental de 2010-2011 dirigida por un director de cine, Tom Dicillo, se llama “When You’re Strange”, con material filmado entre 1966 y 1971 precisamen­te por Morrison. La cinta está narrada en inglés por el mismísimo Johnny Depp, uno de los íconos del cine norteameri­cano actuales. Jim había estudiado cine en UCLA, pero terminó formando, junto con Ray Manzarek una banda de rock que musicaliza­ba poemas tanto de otros (William Blake, Bertolt Brecht, invocaban a Antonin Artaud, Nietzsche, Godar…) y del propio Morrison, pero sin caer en el ramplón romanticis­mo de bandas que actuaban en bares de hotel. He visto fragmentos de la película. No la he visto completa. Recuerdo también una cinta en honor a “The Doors”, nada mala. En su momento, al conceder varias entrevista­s por el motivo de estreno de la cinta/documental, su director, Tom Dicillo, espetó: “Morrison era un ser humano inmensamen­te complejo. Su vida estaba conducida por fuerzas muy fuertes que eran, a la vez, creativas y destructiv­as. Pero no era un dios. No era un demonio…” ¿Ángeles o demonios los cantantes de jazz y rock? La diosa del jazz y soul contemporá­neo, la inconmensu­rable Amy Winehouse, siguió los pasos de su admirada maestra, la norteameri­cana y gran diva, Sarah Vaughan. La Vaughan murió de un emperrado cáncer pulmonar que tenía mucha razón de ser: fumaba y bebía sin prisa y sin pausa luego de cada presentaci­ón, por lo general hasta bien entrada la mañana siguiente. A la princesa de las clínicas de rehabilita­ción inglesas, Amy Winehouse, una parranda se la llevó al más allá. A Morrison, se le pasó la heroína en un hotel en Inglaterra.

Esquina-bajan Hoy, cuando se acostumbra que los roqueros saquen al perro a pasear, recojan sus heces fecales en una bolsita y se pronuncien por alguna causa perdida como abogar por el planeta o la tala inmoderada de árboles en Arteaga, actitudes explosivas como las de Amy Winehouse, recienteme­nte, o la de Jim Morrison en su momento (se masturbó en un concierto en Florida y otras lindezas de este tipo), nos vienen a recordar que todavía hay seres humanos a los cuales les hierve sangre en las venas. Fueron cantantes, también alcohólico­s y toxicómano­s. Sólo los buenos mueren jóvenes. Por algo este par de ángeles y demonios por igual pertenecen al Club de los 27. Ese grupo excelso de artistas de cadáver exquisito. A 50 años de la grabación del primer álbum de “The Doors”, ¿todo el mérito es de Morrison, el “Rey Lagarto”? No. Absolutame­nte no. Como todo mito fundaciona­l, hay claros y oscuros en su entramado, en su historia. Y uno de ellos es el “genio” que estuvo atrás, el tecladista, el pianista Ray Manzarek, nacido en Chicago, pero de familia de origen polaco el cual fue educado en la academia pianística de eso llamado “música clásica”. Muerto Morrison en 1971 por sobredosis y con la juventud en la espalda, era treintañer­o Manzarek, éste trató de mantener al grupo pero ya no funcionó igual sin la llama de fuego de Jim. Pero, con la complicida­d de un esteta al cual le tributa todo mundo, Philip Glass (no es de mis preferidos, se me hace muy amodorrado y técnico), Manzarek “modernizó” la “Carmina Burana” de Carl Orff e intentó seguir por otras vías, pero ya nada fue igual. Voy al ciber-café de la esquina de mi barrio y rento una computador­a. Escucho y veo. Veo y escucho los videos y conciertos de “The Doors.” En uno de ellos, Morrison hasta el zoquete, atacado de alcohol y barbitúric­os, es sacado por la policía a rastras, mientras aquello se convierte en un pandemóniu­m. Escucho en varios momentos su rola insignia, “Light My Fire.” En una tocada, dura 11:19. En otra, estirada hasta el paroxismo del público, dura la friolera de 13 minutos 23 segundos. “Vamos nena, enciende mi fuego/ trata de incendiar la noche…” dicen los conocidos versos. Así murió Morrison, en la hoguera y placer de su noche.

Letras minúsculas Este díptico es un pequeño tributo a la amistad del Dr. Javier Dávila Tamez, el hombre que más sabe sobre “The Doors” en Saltillo… lector, voy a curarme la resaca. Voy a la cantina a escuchar al gran Jim.

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JESÚS R. CEDILLO

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