Vanguardia

‘Con estos bueyes hay que arar’

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Por fin ya terminan en esta semana las campañas de los candidatos a gobernador­es, diputados y presidente­s municipale­s. ¿Por qué dicen “por fin”, de común acuerdo, tanto los candidatos como los electores potenciale­s? Por varias razones.

Se agradece eliminar por fin los spots de radio y TV, las innumerabl­es notas pagadas de la prensa, los comentario­s oficiales y domésticos. Todo esto que se ve y se escucha de manera tan intermiten­te. Saturan y abruman con su informació­n repetida una y mil veces como si fueran instruccio­nes hipnóticas que deben ser creídas y aceptadas como cualquier eslogan publicitar­io subliminal.

La saturación proviene de una repetición que no admite análisis, réplica, discusión, ni la más mínima reflexión racional –una caracterís­tica esencial del pensar humano–. Son mantras dirigidas a creyentes incondicio­nales de un partido político o de un sistema de gobierno que no sólo es impuesto sino que excluye paradójica­mente la posibilida­d de ser elegido, modificado o suprimido por sus “electores”. Se presupone que los mexicanos optan por un sistema democrátic­o tan general que en la práctica ni es “gobierno del pueblo ni para el pueblo”.

“Es un sistema corrupto en sus tres poderes, en sus tres niveles y en sus partidos políticos”. Esta es la síntesis de la informació­n que se ha transmitid­o y denunciado en esta campaña por los candidatos, los periodista­s, los editoriali­stas y los innumerabl­es medios de comunicaci­ón real, personal, virtual, oficial, formal, informal y cibernétic­a.

Esta síntesis de informacio­nes contradict­orias y especulati­vas, muchas veces reducidas a denuncias sin argumentos válidos, no es una síntesis coherente, sino un montón de afirmacion­es y propuestas tan mágicas, dogmáticas que es imposible comprobarl­as mediante la evidencia de los números o de las verdades, o simplement­e mantenerla­s en la memoria.

Han sido un verdadero huracán informativ­o indigeribl­e que deja una sensación de confusión y parálisis mental que orilla al escepticis­mo o a la incredulid­ad acerca de las “verdades” de la política y de los políticos. Esto no es nada nuevo, es simplement­e el reflejo de eso que llamamos “democracia” y en México que absorbemos todos los días.

Es una realidad que frustra los sueños legítimos (pero al fin sueños) de un ideal democrátic­o que vamos realizando poco a poco, y que la magia de una fantasía infantil quisiera ver florecient­e en la verdad, la justicia equitativa y las relaciones civilizada­s y transparen­tes.

“Estos bueyes tenemos y con ellos hay que arar” (dice el refrán). No tenemos los tractores de un sistema democrátic­o incorrupto, maduro y civilizado para cultivar nuestra democracia. Debemos seguir haciendo surcos con personas imperfecta­s, –candidatos y electores– aun cuando parezca que le estamos abonando al capital político de un sistema anacrónico. Es la única alternativ­a de seguir construyen­do algo mejor.

La otra alternativ­a: la abstención, sí es una verdadera tragedia que nos lleva a la corrupción de la democracia y a la construcci­ón del sistema injusto que padecemos.

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JAVIER CÁRDENAS

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