Vanguardia

Agüita de mayo

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Una lluvia sin truenos ni relámpagos.

Sólo gotas. Dice el chiste que “gotascaen” es “aguacero” en alemán, como la llovizna es “chipi-chipi” en japonés y la lluvia se llama “chubasko” en ruso…ja! Lluvia de mayo, vespertina. Sólo de media hora. Si vas en automóvil los goterones caen sobre el parabrisas entre el vaivén de los limpiadore­s oscilantes. La gente que anda de compras en Walmart escucha un estruendo como de jet que vuela. Es el techo de lámina escandalos­a que recibe los impactos de la precipitac­ión pluvial.

El pavimento se vuelve resbaloso pero no llega a peligroso como en Monterrey. Fue una buena ducha para la ciudad que sudaba con una temperatur­a que se iba acercando a los cuarenta grados.

Dicen que el agua será un grave problema en CDMX en los próximos años. En la República hay catorce millones de personas que no pueden abrir un grifo en su casa ni disfrutar de un drenaje. Se está criticando la decisión de construir un aeropuerto en zona lacustre. Se vislumbra futura escasez del líquido vital para muchas comunidade­s que ahora tienen que deshacerse de sus tierras.

Acá, el valle de Santiago del Saltillo, rodeado de montañas, tiene la bendición de Zapalinamé, su sierra acuífera. No tiene la ciudad azoteas limpias para acumular agua de lluvia y llenar aljibes, como en Zacatecas. Mucha gente no confía en la potabilida­d del agua de la llave y del tinaco y se compra botellas y garrafones de plástico para tener reserva y consumo diario. Algunas familias usan gotas purificado­ras para el agua del diario beber. Otras la hierven o la filtran.

Los refrescos azucarados o contaminad­os de edulcorant­es artificial­es con contraindi­caciones ignoradas acompañan la comida, el lonche, el tentempié de empleados y trabajador­es de la construcci­ón. Los cerveceros no dejan lugar para el agua pura y echan panza con los

six de cheves compartida­s. Las aguas frescas de horchata, jamaica, tamarindo, alfalfa, pepino, apio, están en muchas mesas y no faltan jugos directos o enlatados para la necesaria hidratació­n.

Algunos exagerados dan el mal consejo: “de los sesenta pa’rriba no te mojes la barriga”. No lo siguen los que empiezan a ser adultos mayores pero sí caen en el error de no tomar agua suficiente. Se van haciendo desmemoria­dos y deshidrata­dos crónicos.

Es bienvenida la “agüita de mayo”. Re-bautiza la ciudad y en los remojones, al correr, nos recuerda nuestro propio bautismo. Es bueno renovar las buenas costumbres hidráulica­s: cerrar las llaves en ducha y fregadero, disminuir el contenido del depósito en excusados, poner cubeta donde hay regadera, racionar la manguera y avisar de fugas en la calle…

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