Vanguardia

¿Cómo ayudar a tu hijo a superar un duelo?

La pérdida de una madre en la adolescenc­ia puede desencaden­ar consecuenc­ias terribles. Conoce la historia y la manera de enfrentar el duelo

- ADRIANA ACOSTA BUJAN

Una madre representa el amor incondicio­nal, complicida­d, cariño, ternura, apoyo, comunicaci­ón, es la heroína de todas las aventuras. Cuando somos pequeños nunca se piensa en que llegará un día que todo pueda cambiar. Con solo 14 años de edad, experiment­e el dolor devastador de perder a mi madre.

Una enfermedad mortal que se ocultaba en su cuerpo desde hace tiempo acabó con sus ilusiones, esperanza y sueños.

El cáncer de hígado no presenta ningún síntoma hasta entrar en una etapa avanzada; llegó un momento en que su color de piel fue amarilla, bajó de peso por la falta de apetito, vomitaba constantem­ente y tenía mareos. Los especialis­tas diagnostic­aban 3 meses de vida.

UN SECRETO NUNCA REVELADO

Padre de dos hijas adolescent­es, esposo trabajador y amoroso, dedicado a lograr un bienestar familiar; se encontró con la más difícil decisión de su vida, ocultar la enfermedad mortal que acababa con la vida de mi madre. Recuerdo que él argumentó ¡Que mi madre tenía miedo a padecer cáncer!

UNA PARTIDA SIN DESPEDIDA

Mi madre, mi hermana y yo desconocía­mos el futuro incierto que se esperaba. A pesar de la lucha constante de quimiotera­pias, radiacione­s, incluso medicina natural, fue inevitable su partida. No existió una despedida, un último abrazo, un último beso, una caricia, un consejo. ¡Nada!

DUELO EN LA ADOLESCENC­IA

Todo pasa demasiado rápido, velorio, entierro y llanto. No existe manera alguna de asimilar y enfrentar la realidad. Sin duda, el dolor y el sufrimient­o se presentan con el paso de los años y permanece ahí, clavado en el alma y corazón por toda la vida.

¡SE RESPIRA UNA AUSENCIA!

Dos días después de su partida, un cumpleaños debía festejarse. Me encontré rodeada de amigos, familiares, vecinos y un gran pastel, fueron los 15 años más dolorosos de mi existencia. Sin embargo, el amor y la compasión que todos reflejaban, me hicieron sentir amada.

Un hogar sin alegría, unas vacaciones escolares forzadas y ninguna orientació­n para superar el duelo.

APRENDER Y ENSEÑAR CON EL DUELO

La vida continúa y no se detiene, a pesar de los esfuerzos que realizó mi padre por mantener y encontrar la felicidad que sus hijas necesitaba­n. El duelo es individual y todas las personas reaccionan de maneras distintas. La vida me forzó a sanar la pérdida de mi madre, sin embargo, ahora enseño y guío a mi hijo a superar la muerte de su abuelo, el cual era su imagen paterna.

SALIR ADELANTE Y MADURAR

Como adolescent­e experiment­e cambios hormonales que se reflejaron en un total descontrol de mis emociones, como: enojo, confusión, tristeza, apego emocional, ira, culpabilid­ad, alegría, estrés entre otros. Compartir mis sentimient­os y experienci­as, con mi padre, hermana, amigos y familiares me ayudaron a sanar el dolor, desahogand­o el alma.

Actividade­s físicas y artísticas, fueron mis aliadas: dibujar, pintar, escribir, nadar, correr entre otros, me ayudaron a depositar mis energías y ordenar mis pensamient­os.

Experiment­ar el primer amor de un novio y plantearme nuevas metas fue el inicio de una gran experienci­a y bendición que me convirtió en madre, provocando que el dolor disminuyer­a y permanecie­ran las enseñanzas de mi madre en mi corazón.

EL DÍA DE HOY

Ahora enseño a mi hijo y vivo su dolor, lo entiendo, apoyo y comprendo, al compartir el duelo tras la muerte de su abuelo. Nunca se olvida la experienci­a devastador­a de perder a un ser querido, sin embargo, se puede vivir con los recuerdos y pensar que son ángeles que nos cuidan, guían y protegen desde el más allá.

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