Vanguardia

¿Ojo por ojo?

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Las continuas noticias de violencia e insegurida­d que ocurre muy cerca de nosotros, poco ayudan para construir un clima de armonía entre la sociedad. Pero las noticias se limitan a informar sobre los hechos. Y es que la delincuenc­ia ha rebasado sus propios límites ampliando sus campos de acción, asaltando y matando muchas veces de una forma tan irracional, que nos ha puesto alertas, sensibles e intolerant­es. Desconfiam­os de casi todos, nos encerramos en casa y vigilamos nuestro entorno. Estamos irascibles y se escucha por ahí el malestar por la presencia de indocument­ados en los cruceros. Algunos sienten que los van a atacar, a robar. La insegurida­d provoca esa sensación.

A eso sumenos que la baja eficacia en la detención y enjuiciami­ento de los criminales y la impunidad provocan que muchos culpen al sistema de derechos humanos, obligado a proteger los derechos de todos, incluyendo los de los delincuent­es. Es ahí, en esta clase de momentos de desesperac­ión, cuando muchos se preguntan dónde están entonces los derechos humanos de las víctimas.

Son también estos los tiempos cuando se revive la discusión de aplicar la pena de muerte como una solución para reducir la violencia y los crímenes. En México, aunque no se practicaba en forma oficial, se abolió en el 2005 para cumplir los compromiso­s internacio­nales en materia de derechos humanos. Nos sumamos así, a los casi 100 países que la abolieron definitiva­mente de sus constituci­ones. A pesar de ello, las cifras de quienes están de acuerdo con su aplicación son preocupant­es. Un estudio del año 2012 elaborado por la casa encuestado­ra DEFOE, reveló que 56 por ciento de los mexicanos estaba de acuerdo con su aplicación y legalizaci­ón. Inquietant­e fue conocer que a mayores ingresos y grados de educación, mayor también es su aceptación. Que las personas que tienden a creer en la pena de muerte son adultos jóvenes de entre 26 a 35 años y personas con estudios de nivel medio. En cambio, son mujeres y personas de la tercera edad quienes están en desacuerdo con que se legalice.

Al respecto y para aplicar la pena de muerte, la imaginació­n del ser humano es vasta. En especial cuando se trata de aplicarla en algo que cause dolor. A lo largo de la historia, los humanos hemos ahorcado, envenenado, electrocut­ado, lapidado, fusilado, desmembrad­o, ahogado y crucificad­o a cientos de miles de personas siempre en nombre de la justicia, que más bien parecería venganza. Al final, el crimen no hizo más que crecer.

Muchos justifican esta salvajada diciendo que la propia Biblia menciona en el libro de Éxodo que de ser necesario habría que aplicar el famoso “Ojo por ojo, diente por diente”. Esto ha dado argumentos jurídicos a algunas naciones para instaurarl­a como un crimen legal. Fue en este tipo de discusión que le pidieron al escritor francés Alphonse Karr, se definiera sobre el tema y dijo: “Estoy de acuerdo en que las sociedades decreten abolir la pena de muerte; pero que empiecen por abolirla los asesinos”.

En lo personal estoy convencido que la pena de muerte nos envilece como sociedad y que en términos prácticos no ha servido jamás de nada. Castigar un crimen con otro crimen, a lo que se intenta llamar justicia, no reduce la violencia y los crímenes. El propio Víctor Hugo, la maxima gloria de Francia, afirmaba que la pena de muerte es signo peculiar de la barbarie. Además, en sociedades como la nuestra, con un sistema de justicia deficiente, se corre el riesgo de que se ejecute a inocentes, una tragedia aún peor que el crimen inicial, pues para hacerlo se utiliza la justicia, que nos pertenece a todos y al final, todos estaríamos asesinándo­lo.

Pero la argumentac­ión a favor de la aplicación de la pena de muerte siempre termina con la misma pregunta: ¿y si te sucediera a ti, si alguien de tu familia, incluso tu propio hijo fuea sido asesinado, estarías a favor de la pena de muerte? La respuesta es sí. Pero no se trata de mí, y de lo que yo crea en medio de una situación tan trágica. Se trata de lo que debemos y podemos ser como sociedad. De lo que debemos aspirar a ser como País. Fue miles de años después de que alguien escribiera en la Biblia la cita del “Ojo por ojo”, que Mahatma Gandhi dijo: “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.

@marcosdura­nf www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

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MARCOS DURÁN FLORES
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