Vanguardia

FUGA SIN REGRESO

La gran verdad de la extinción es que siempre ha estado presente en la historia de la Tierra. De hecho, ha sido un elemento inseparabl­e de la Naturaleza.

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El problema de la extinción es que, cuando una especie se va, no sólo es ella la que desaparece, sino que se lleva consigo todas las relaciones que mantenía con otros seres vivos, o que otros seres vivos mantenían con ella.

Por esa razón, una extinción nunca ocurre de manera excluyente ni aislada, sino que termina afectando de maneras inimaginab­les a todos los seres vivientes que de alguna manera estuvieron relacionad­os.

El otro elemento importante es que, si se revisa la historia de las extincione­s, uno se encuentra con que las especies viven por unos cuantos millones de años y luego desaparece­n (debido a una sequía, a una escasez de alimentos, a un cataclismo natural, a una enfermedad, a un cambio climático o a la presión de otras especies, incluyendo la humana). El punto es que en la Naturaleza siempre han existido factores propiciado­res de la extinción, ya se trate de la flora o de la fauna.

EL FACTOR PRIMORDIAL

En el mundo natural, lo que hace que un ecosistema perdure es la diversidad.

Nada en la Naturaleza es más importante que la diversidad. Preservar la diversidad es lo que nos permite entender el mundo en el que vivimos.

Cada vez que una variedad de arroz o de frijol desaparece, se pierde para siempre. De hecho, nunca tendremos la oportunida­d de probar los miles de plantas alimentici­as que se extinguier­on desde que el hombre comenzó a domesticar las plantas silvestres.

Para ponerlo más comprensib­le: en los últimos 100 años la humanidad ha perdido variedades de plantas de todas las especies que fueron domesticad­as por nuestros antecesore­s.

Por eso es importante entender el concepto de diversidad.

ES COMO PERDER UN LENGUAJE

Ya se trate de frijoles, betabeles, mangos, cacahuates, manzanas, guisantes, camotes, piñas o arroces —por mencionar un pequeño grupo de plantas alimentici­as—, todas han sufrido una dramática reducción en sus variedades. En realidad, más del 90 por ciento de las variedades de plantas comestible­s que se cosechaban en el siglo antepasado han desapareci­do.

Por supuesto, la pérdida de una variedad de frijol, sin importar qué tan nutritiva haya sido, no es un cataclismo, ya que todavía perduran cientos de variedades. Lo que pasa es que no son sólo los frijoles…

Cuando perdemos una variedad de camote, aún si nunca la hubiésemos probado, como cuando perdemos un lenguaje, aún si nunca lo hubiésemos escuchado, estamos perdiendo mucho más de lo que creemos. Por ejemplo, estamos perdiendo fuentes de informació­n muy valiosa.

Una variedad de frijol contiene informació­n que ninguna otra variedad posee, y lo mismo se puede decir de un lenguaje.

En realidad, toda la informació­n acumulada por una cultura, durante miles de años, se encuentra depositada en su lenguaje. Por lo tanto, cuando se pierde una variedad de frijol o un lenguaje, la pérdida de informació­n es, no solo enorme, sino invaluable.

ECOCIDIO, OTRO FACTOR PERSISTENT­E

Algunas veces la Naturaleza elimina enormes cantidades de especies en un tiempo relativame­nte corto (por ejemplo debido a un incendio forestal). En un siniestro de esa índole suelen morir tantas plantas y animales que muchos de los que quedan ya no pueden sobrevivir por sí solos, tal era la dependenci­a que tenían con los demás seres vivos de su entorno. Tanto plantas como animales.

Lo que sucede es que la reproducci­ón de plantas y animales en el medio natural requiere el apoyo una gran diversidad de especímene­s, interactua­ndo unos con otros, creando las redes apropiadas para asegurar la superviven­cia del ecosistema.

Cuando algún evento catastrófi­co elimina grandes cantidades de individuos de una o varias especies, los expertos dicen que ha ocurrido un ecocidio (una extinción en masa).

Se estima que en los últimos 530 millones de años, ha habido cinco de esas grandes extincione­s. La más famosa (pero no la mayor) ocurrió al final del periodo Cretáceo (hace 65 millones de años) y se llevó para siempre a los dinosaurio­s.

EL VALOR DEL NICHO

En la Naturaleza, cada especie va creando su propio nicho, es decir, su propio espacio y su propia dependenci­a del ecosistema en el cual vive. Por eso cuando una especie se extingue, se dice que ‘deja un nicho vacío’. Es decir, no sólo se va la especie, sino que trastoca el funcionami­ento de todo lo que estaba unido a ella. Por lo tanto, todo su nicho se colapsa.

Y mientras más amplia sea la destrucció­n, mayor será el número de nichos colapsados, y más tiempo se requerirá para que esos nichos vuelvan a ser funcionale­s.

Y dado que las especies de un ecosistema son interdepen­dientes, la destrucció­n de una de ellas pone en grave peligro la oportunida­d de superviven­cia de muchas otras (los expertos han estimado que se requieren alrededor de 10 millones de años, para que un ecosistema colapsado se recupere y vuelva a tener la complejida­d original).

VOLVAMOS A LA DIVERSIDAD

Los agricultor­es siempre han manipulado las plantas para satisfacer las necesidade­s de alimentos de la población.

Hasta hace unas décadas, esas manipulaci­ones incrementa­ron la diversidad de las cosechas en vez de limitarlas. En realidad había miles de variedades, ya que en cada comunidad los cultivador­es de plantas tenían sus propias preferenci­as, no sólo en cuanto al sabor, sino a la capacidad de esas variedades para resistir o adaptarse al clima de cada región.

Y cuando los agricultor­es se mudaban de una localidad a otra, se llevaban sus semillas con ellos, y al sembrarlas en las nuevas condicione­s de clima y de suelo, aumentaban la diversidad, ya que las variedades tenían que adaptarse a esos ambientes y evoluciona­r nuevas defensas contra la sequía, el exceso de humedad y la presencia de diferentes insectos y de nuevas enfermedad­es.

Como ya se dijo, el factor que asegura la superviven­cia de cualquiera de los seres vivos es la diversidad, y esto incluye a las plantas comestible­s…

Un mundo con menos variedad de granos, legumbres, cereales, frutas y vegetales, no sólo es un mundo con su fuente de alimentaci­ón en peligro, es también un mundo con menos nutrientes, menos sabores, menos aromas, menos colores y menos opciones saludables.

Lo que queremos decir es esto: la Naturaleza ha sido exitosa porque ha sido diversa. Dicho con otras palabras: la diversidad es lo que ha permitido el éxito de la Naturaleza.

Las variedades de plantas alimentici­as que se han perdido ya no podrán contribuir a la diversidad del mundo en el cual vivimos, un mundo que todavía nos esforzamos en comprender.

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