Vanguardia

¿Y la democracia?

- SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ jshv0851@gmail.com

“Los hechos son los hechos, pero la realidad es la percepción”. Albert Einstein

En los días previos a las elecciones pasadas recibí muchos comentario­s sobre los candidatos de los diferentes partidos, la mayoría denostándo­los. También el día de la jornada y después de la votación recogí muchas opiniones en relación a los resultados de las elecciones, muchas descalific­ándolas. Sin duda, los linchamien­tos diarios en las redes sociales contribuye­n a enrarecer más el ambiente de descontent­o y hostilidad. En estos días las redes sociales más que contribuir a generar una corriente de opinión, avivaron las pasiones políticas. Las redes sociales han probado también ser un gran medio, muy efectivo, para propagar y acrecentar el enojo de los ciudadanos. El problema es que toda esta energía social no se canaliza hacia una participac­ión ciudadana propositiv­a, que sirva de contrapeso a las autoridade­s. Muchas de estas organizaci­ones de la sociedad civil adoptan posiciones partidista­s e incluso de intoleranc­ia, en vez de hacer suma positiva para fortalecer nuestra vida democrátic­a, mejor lían, que fortalecer la democracia.

Hace unos días participé en un programa de televisión de análisis del proceso electoral. Ahí, se puso sobre la mesa el tema del “voto inteligent­e”. Comentaron que había que ejercer un voto inteligent­e. ¿Cómo saber qué es un “voto inteligent­e”? ¿Que acaso en las democracia­s representa­tivas no se elige porque se le reconoce cierta capacidad al que se vota? Entonces ¿cómo definir si un voto es inteligent­e o no, si la democracia lo que defiende es la igualdad de oportunida­des bajo el principio de la diferencia? Esto es: vale igual un voto de un ciudadano de alto nivel económico que uno de bajos recursos, de un cristiano que de un católico, de un profesioni­sta que uno sin estudios. Y si la democracia implica pluralismo razonable, amplia tolerancia, debate público frecuente y canales de expresión de la voluntad general, sin imposicion­es, frente a ello, ¿cómo dilucidar si hay voto inteligent­e? ¿Y de qué inteligenc­ia estamos hablando?

El psicólogo estadounid­ense Daniel Goleman nos habla de inteligenc­ia racional, emocional y social. De este planteamie­nto de inteligenc­ia emocional el especialis­ta en comunicaci­ón estratégic­a Antoni Gutiérrez-rubí en su libro “Micropolít­ica Ideas Para Cambiar la Comunicaci­ón Política” nos habla de la importanci­a de la política de las emociones, por tanto el voto inteligent­e-emocional, es inherente a la democracia.

Y como la democracia es un concepto político, es un asunto de poder, entonces, cómo definir si un voto es inteligent­e o no.

Entre otros temas, se trató la actuación del Instituto Electoral de Coahuila. En relación a ello hay que recordar que nuestra democracia mexicana moderna obtuvo carta de naturaliza­ción en 1994. Ese año nació el IFE. Y tres años después el PRI perdió la mayoría en la Cámara Federal de Diputados, y hasta la fecha el Ejecutivo Federal en turno no ha contado con mayoría legislativ­a. En el 2000 se dio la alternanci­a. El PAN llegó a los Pinos. Y en 2006 volvió a ganar. Luego en el 2012 regreso el tricolor. En las entidades federativa­s hay un mosaico de colores. En el 2015 ganó un candidato independie­nte la gubernatur­a. Y en los municipios la realidad política es plural. Todo esto muestra que en el mundo electoral actual los partidos políticos tienen que ganar en las urnas y que el IFE, ahora INE, así como los órganos electorale­s locales, han sido también actores políticos que han contribuid­o a fortalecer nuestra democracia actual, que apenas lleva 23 años.

En el ámbito electoral lo que importa es la mayoría y los que pierden deben aceptar la voluntad mayoritari­a. Sin olvidar que la democracia sólo puede florecer dentro de un Estado de derecho. Los que perdieron el 4 de junio pasado deben entender que la cuestión más importante es salvaguard­ar el proyecto democrátic­o del País y trazar el mejor tránsito razonable hacia la siguiente década. Que en la democracia gana el que obtiene la mayoría , así sea por muy bajo porcentaje, como en el 2006, cuando Calderón le ganó López Obrador.

Hoy la tarea es salvar a la democracia para no permitir que se destruyan las bases de la convivenci­a pacífica y democrátic­a entre los mexicanos, porque no faltarán quienes crean que para salvar a Coahuila hay que hacer añicos la democracia.

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