Vanguardia

¿Qué soñaste anoche?

La nueva producción de Columna Teatro narra la historia de dos indígenas rarámuris que atraviesan las situacione­s más difíciles podrían ocurrirle a cualquiera

- ARGENTINA BARRIENTOS FOTOS: BLANCO Y NEGRO ESTEBAN SOSA, A COLOR MAYRA FRANCO

Cuando dos rarámuris se cruzan en el camino saludan preguntánd­ose ¿qué soñaste anoche? Para ellos, los sueños son regalos que, como guías, les enseñan la forma de enfrentar el día a día. Sin embargo, quizá ningún lapso onírico hubiera podido preparar para lo sucedido a “Jacinto y Nicolasa”, dos indígenas que narran sus duras historias en la nueva producción de Teatro Columna Cuatro.

La puesta en escena se estrena hoy en punto de las 20:00 horas en Casa Tiyahui, donde permanecer­á los días 9, 10, 16, 17, 23 y 24 de junio a disponibil­idad para que el público pueda conocer ambas historias, desarrolla­das en lo más recóndito de Chihuahua.

Un día, Jacinto (por Eduardo Ramírez) amanece confundido en el desierto para darse cuenta de un hecho que, aunque no puede recordar nada, está seguro de que él fue el culpable.

Honesto como solo él, trata de entregarse a las autoridade­s de su pueblo pero ellos deciden mandarlo a la ciudad para que “la gente pensante” lo juzgue.

Jacinto va a pie durante días y noches varias veces a la ciudad esperando recibir el castigo que su terrible acto merecía, pero un motivo u otro evitaban que fuera así, por lo que durante sus trayectos pudo recobrar la memoria y de pronto convertirs­e en el inesperado héroe de su comunidad.

Nicolasa (Marina Moya) es una madre a la que el estigma del narcotráfi­co afectó de más, pues está en la búsqueda constante de su hijo quien fue secuestrad­o, por lo que se vuelve incansable en su búsqueda.

Tras enfrentar humillacio­nes y sobornos para que la policía continúe con la búsqueda, Nicolasa enfrenta un desenlace con la situación de su hijo que podría desfragmen­tar el corazón de cualquier madre, quien sospecha porque ella ya no lo puede ver, solo escucharlo mientras duerme. Escrita por la dramaturga Camila Villegas, “Jacinto y Nicolasa” busca ser un espacio de denuncia hacia los abusos que atraviesa esta etnia en México pero sobre todo, un medio para apreciar la cosmología, las tradicione­s y los valores que asientan a la comunidad rarámuri.

“Es un texto que reduce los elementos escénicos para concentrar­se en la habilidad del actor y el texto; las historias son dos monólogos que se pueden presentar por separado pero nosotros intentamos tejerlos y hacer una amalgama entre ambos tiempos y ambas historias, pues mientras uno habla del invierno, el otro habla de la primavera”, explicó Gabriel Neaves, director de la obra.

El que describe como “el texto más bonito que he puesto en mi vida”, comenzó a montarse en diciembre del año pasado con preparativ­os que fueron desde documentar­se y para los actores fue un reto aprender a decir las frases en rarámuri que podremos apreciar de manera correcta y sobre todo, enfrentar la dureza de los acontecimi­entos que cada uno de sus personajes atraviesa.

Además en esta puesta los vestuarios, accesorios e instrument­os que se utilizan provienen verdaderam­ente de las comunidade­s rarámuris.

“No queríamos mandarlos a hacer con unas costureras, porque para ellos es todo tan especial que cortan la tela de su ropa solo con los dientes, la ropa, los huaraches, los collares y todo es original de allá”, añadió el director.

Aseguró el equipo que esta obra será una experienci­a para ver, oír e incluso oler ya que los actores interpreta­n música original rarámuri y antes de cada función realizan un ritual con hierbas aromáticas que inundan el ambiente de su escenario, Casa Tiyahui.

“Incluso quisimos ir a meternos a la sierra para investigar desde adentro, pero nos recomendar­on que no, que ni por error nos acercáramo­s para tomar fotos o video, mucho menos andar haciendo preguntas, porque aunque nosotros queríamos verlos, olerlos, estar con ellos, es muy peligroso por el narcotráfi­co”, explicó Moya.

Ambos actores atraviesan una transforma­ción para interpreta­r sus papeles gracias a Alejandra Ugalde, quien a través de un laborioso proceso plasma en ellos las marcas del sol, las huellas de la agricultur­a en sus manos e incluso, el oscuro color de los ojos y la piel rarámuri.

La intención de la obra es dar a conocer que los rarámuris son una comunidad que no relegamos nosotros, sino que decidió aislarse para no contaminar­se con nuestras actitudes y hacer prevalecer su identidad: la de una etnia que trabaja en comunidad, que mantiene vivas sus raíces y que basa su existencia en la ayuda al prójimo y la convivenci­a con la naturaleza.

“Lo que buscamos es que la gente encuentre la voz de los indígenas pero a la vez su voz propia porque todos hemos tenido algún problema o en cualquier momento nos puede ocurrir algo como lo que a ellos y cambiarlo todo”, dijo Neaves.

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Viernes 09 de junio de 2017 VANGUARDIA MX
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